Miguel Méndez Rodulfo / El efecto Montreal

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Montreal es la capital de Quebec, una de las 10 provincias (la más grande) que conforman Canadá. Esta es una región mayoritaria de francófonos y en la que el idioma oficial es el francés. Montreal, otrora capital financiera de Canadá, ha visto pasar sus mejores épocas y hoy día no es una ciudad tan competitiva como Toronto. Muchos estudiosos de esta transición comentan que pocas veces en la historia una ciudad ha transferido lo mejor de su capital humano, sus empresas fundamentales y sus emprendedores más creativos, a otra ciudad, como Montreal lo hizo en favor de Toronto. ¿Cómo se explica esto? Todo comenzó a principios de los años 70 cuando se entronizó en la sociedad quebequense la idea de separarse de Canadá y crear un estado propio. Esta idea la promovió el Partido Quebequés, de corte independentista y de afiliación socialista, como lo eran entonces los partidos contrarios a la derecha, no ubicados al centro como la Social Democracia, sino más a la izquierda.

Este partido llegó al poder en el año 1976 y consiguió celebrar legalmente dos referéndums por la independencia en 1980 y en 1995, ambos fallidos, pero el último se perdió por apenas 50.000 votos. La impronta de este planteamiento secesionista dejó su huella en la sociedad, la política y la economía de Quebec por más de 20 años, lapso durante el cual imperó la incertidumbre, la desconfianza, la polarización y las divisiones. Desde que los independentistas tomaron el poder, la gente sacó sus ahorros de los bancos para llevarlos a otras regiones más estables; luego se impuso la salida de importantes empresas y el éxodo de cientos de miles de personas.

Una medida que atizó la desconfianza fue la imposición del francés como lengua oficial, cuando este idioma había coexistido con el inglés como lenguas de habla compartida, que los ciudadanos usaban indistintamente. Como consecuencia de esto y del clima político, de la operación bajo incertidumbre y ante el miedo de probables medidas estatistas, el sector financiero se mudó a Toronto. La mayoría de los bancos migraron a Ontario y nunca más volvieron. De los ocho bancos de Quebec, sólo uno mantuvo su sede en la provincia francoparlante. Incluso el Banco de Montreal se fue, conservó su nombre, pero se estableció en Toronto. Lo peor que le ocurrió a la capital de Quebec no fue tanto la pérdida de empresas, sino que alrededor de 400.000 personas se fueron de Quebec, principalmente jóvenes, del sector financiero y del mundo de los negocios. El crecimiento se frenó y durante las décadas de los años 80 y 90, no hubo inversiones ni construcción significativa de obras civiles. El precio de la vivienda cayó a la mitad.

Detrás de todo esto subyace la idea de que a los inversionistas no es que estuvieran disgustados con la idea de independencia, es que no les gusta la inestabilidad. Entre 1976 y 1995 la provincia perdió 200.000 habitantes anglófonos, por motivos económicos y políticos. Muchas empresas siguieron el mismo camino. De 1981 a 2006, el PIB quebequés creció un 2,3 por ciento de media, frente al 3 por ciento en el resto de Canadá. Hoy el canadiense medio es 6.000 dólares más rico que su equivalente quebequés. Toronto, la capital de Ontario, se ha consolidado como centro económico y financiero de Canadá. Desde los años 70, el número de personas que han emigrado rebasa el medio millón, destacando, además, el envejecimiento poblacional, que empeora el problema de la deuda: más pensiones y más Sanidad con menos cotizantes. Las dos grandes áreas metropolitanas, Toronto y Montreal, tenían en 1976 aproximadamente el mismo número de habitantes. Pero mientras la primera ha más que duplicado su número, Montreal apenas ha crecido un 30%. Esta experiencia real deberán tomarla en cuenta Londres, Barcelona y cuantas ciudades sufran del gusanillo nacionalizador.

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