Desde finales de los años 50 el país aprovechó las bondades naturales que ofrece el río Caroní para entronizar el desarrollo hidroeléctrico. En efecto, este río maravilloso con un curso escalonado, en el que numerosos saltos y raudales se intercalan con tramos de curso lento y pendiente escasa, es uno de los ríos más caudalosos del mundo, en relación al tamaño de su cuenca. Su caudal promedio ronda los 4.850 metros cúbicos por segundo; además cuenta con la ventaja de arrastrar muy pocos sedimentos. De manera que es ideal para construir represas e instalar turbinas de generación eléctrica.
Se comenzó con el bajo Caroní: primero fue Macagua I en 1960 (310 MW); luego fue Guri primera etapa 68-78 (2.575 MW) y segunda etapa 84-88 (6.300 MW), para un total de 8.875 MW; siguieron Macagua II y III en 1998 (2.640 MW), Caruachi en 2003 (2.160 MW) y Tocoma iniciada en 2002 y no terminada aun (2.184 MW). El potencial total de generación eléctrico del bajo Caroní es de aproximadamente 16.000 MW. El alto Caroní tiene un potencial de aprovechamiento de 3 represas adicionales que se podrían construir: Tayucay, Aripichí y Eutobarima. El río Paragua permitiría levantar en el sitio denominado Euraima, otra represa; para un total a desarrollar en el alto Caroní-Paragua de 10.000 MW. La ventaja ambiental de esta región es que las presas serían a filo de gua; es decir que no necesitarían construir embalse, ya que la zona de anegación sería 50% mayor a la que cada año ocurre en períodos de alta pluviometría.
El desarrollo hidroeléctrico de Los Andes, comprende la Central J.A. Páez, ubicada en Barinas, pero que toma el agua del río Santo Domingo en el estado Mérida, genera 240 MW. El Desarrollo Uribante-Caparo, ubicado en el estado Táchira, con las centrales San Agatón y La Vueltosa, genera 863 MW de hidroelectricidad; pero si se construyera la central Las Coloradas (ubicada en el medio de ambas centrales), la generación aumentaría en 460 MW, para un total de 1.323 MW en todo el complejo.
Antes de 1960 la electricidad que se generaba en Venezuela era de origen termoeléctrico (aunque en sus inicios, por allá por 1897, a Caracas se le suministraba electricidad desde una represa hidroeléctrica, ubicada en El Encantado). Pero el gran desarrollo de esta modalidad vino con Tacoa en Catia La Mar, como ejemplo de emprendimiento privado, y como referencia de inversión pública Planta Centro en Morón, Ramón Laguna y Rafael Urdaneta en Maracaibo, Josefa Camejo en Falcón, Pedro Camejo en Valencia, conforman las principales plantas termoeléctricas; además existen muchas plantas medianas y pequeñas ubicadas en ciudades y pueblos.
Para 2009 la capacidad instalada del parque térmico era de 9.000 MW. Para 2012 dicha capacidad, en virtud de la inversión del gobierno de US$ 50.000 MM, había aumentado a 20.000 megavatios; no obstante, sin explicación alguna, tres años después la misma Corpoelec mostraba en su página web que la capacidad térmica instalada era de 10.000 MW. Ello era un reconocimiento al deterioro brutal de Tacoa y sobre todo de Planta Centro, pero también que Pedro Camejo no operaba a su capacidad y que Josefa Camejo no podía enviar sino muy poca energía.
Los expertos dicen que la pésima gerencia, la falta de inversiones adecuadas, el despilfarro y la inconveniencia que significó la compra de las plantas de generación distribuida, la falta de combustibles nacionales, la corrupción y la militarización del sistema eléctrico, han ocasionado que en este momento apenas se estén generando 13.000 megavatios, tanto en hidroelectricidad como en termoelectricidad, lo que sugiere que lo térmico está casi todo inactivo. Además, estos mismos expertos estiman que la demanda, o el consumo de energía eléctrica, se ubica en alrededor de 16.000 megavatios, El déficit de 3.000 MW entre la oferta y la demanda de electricidad, es lo que explica el racionamiento y los constantes apagones.
Por otra parte el fiasco de las plantas de generación distribuida, así como lo que ha ocurrido con los equipos de plantas grandes, tanto térmicas como hidroeléctricas, los cuales tienen hasta dos años que no se les hace mantenimiento, es lo que explica la caída en la generación. La falta de recursos económicos y la ausencia de personal capacitado han tenido un impacto significativo. Las líneas de transmisión, a su vez, se están cayendo, están corroídas, los transformadores explotan, etc., todo esto es producto de la ausencia de mantenimiento. Vale destacar, para agravar el cuadro, que los trabajadores de Corpoelec se han ido por los bajos sueldos y los que quedan no cuentan con implementos para cumplir sus labores. La minería de criptomonedas es otro factor importante porque sobre recarga los transformadores y estos explotan. El gobierno culpa a la naturaleza, a la guerra económica, al sabotaje pero no se entiende como si desde 2013 están militarizadas todas las subestaciones eléctricas del país, el régimen no ha podido detener los supuestos sabotajes.
Miguel Méndez Rodulfo
Caracas 6 de julio de 2018