Cuando decidí separarme de las políticas gubernamentales hace ya casi 5 años, aún con el barril de petróleo a 100$, lo hice a sabiendas de las consecuencias que esto traería. No era yo un importante dirigente de la revolución ni nada por el estilo, no había sido ministro ni podía (y menos quería) decirme hijo de Chávez, solo había sido alguien que con sus ideas y propuestas se había ganado un espacio en el debate de la política nacional apoyando las cosas buenas que había visto del gobierno de Chávez y criticando las que consideraba pésimas o erráticas políticas tanto de Chávez como de su nefasto equipo de gobierno (“los alacranes” los llamaba Müller Rojas).
Las consecuencias de separarme al principio fueron terribles ya que me convertí en objeto de ataques, persecución, exclusión, bullyng político, pero en muy poco tiempo esto se convirtió en una cosa distinta, ya que fortalecí dos elementos claves.
El primero: Una libertad de conciencia aún mayor a la que siempre ejercí (y por la que siempre fui señalado para bien y para mal) dentro de la militancia de un partido castrante, cercenante que más que un partido político es una secta que pervirtió la política haciendo a la enésima potencia todo lo que le criticaron a los adecos, el segundo: la posibilidad de demostrar que salirse de las entrañas del monstruo no implica sucumbir ante las fuerzas de la polarización, para tener que pasarse a la fauces del otro leviatán de la oposición recalcitrante.
Sobrevivir no ha sido fácil, pero el reto de construir un espacio propio que intenta reflejar la necesidad que expresa lo que hoy es un porcentaje mayoritario (cuando empezamos no lo era) de la sociedad, que no se siente identificada con la conducción política del PSUV y de la MUD, sigue concretándose en espacios y acciones políticas que cada día suman más fuerzas y voluntades producto de acciones que intentan aproximarse al sentir de la gente, mientras otros cada día más se alejan de ese objetivo, por eso constituimos el Movimiento por la Democracia y la Inclusión (MDI).
En ese contexto, cuando en el 2017 la gente salió a la calle a protestar apoyamos su lucha, no sin advertir que si no era superada la conducción política que los convocaba, se dirigían a un destino incierto, y esta lucha estaría rápidamente llegando al fracaso, y lamentablemente esto fue lo que sucedió.
Hoy, cuando otro sector de la sociedad ha encontrado motivos para protestas, sin conducción política, lo primero que hemos hecho es reivindicar sus motivos de lucha, sean cuales sean, sin descalificar si el origen fue el de reclamar un pernil o una caja del Clap, pero hemos advertido que esta lucha tendrá igual destino que las anteriores si no existe una conducción política de la misma, que emerja de su propia naturaleza.
No habiendo conducción política en esta última etapa de las protestas de la gente, nos atrevimos desde la Alianza Ciudadana para la Transformación a convocar a dos cacerolazos, uno para el 28 de diciembre, que tuvo mucha repercusión en las redes sociales y poca acogida en el crujir de las cacerolas pero con expresiones significativas y movilizadoras, y otra convocatoria para el 31 de diciembre a las 12 de la noche.
Cuando convocamos la del 31 de diciembre nos dijeron locos, perturbadores de la paz, insolentes, etc., pero la realidad es que trascendimos de las redes y logramos que un sector de nuestra sociedad en diversos estados y ciudades del país sonaran sus cacerolas. Algunos nos siguen diciendo que si queremos hacer algo nuevo no podemos usas los símbolos del pasado, como si las cacerolas fueran de Capriles o de la MUD. La verdad es que la historia no se equivoca, y hoy las cacerolas en nuestro país vuelven a significar lo que fueron en el sur de nuestro continente: la expresión concreta del hambre y la miseria que un gobierno puede hacernos pasar.
Es por eso que hoy vuelven a sonar las cacerolas, que no tumban gobierno, que no cambian la economía, pero hacen un ruido que perturba el sueño de los gobernantes y expresa claramente el hambre de la gente, nos hace sentir unidos, nos hace sentir que somo muchos, que somos la mayoría los que sentimos la necesidad de transformar una realidad. Hoy las cacerolas expresan una realidad que otros intentaron utilizar como recurso político cuando no se sentía su esencia, y el pueblo lo sabe identificar claramente.
El gobierno ha hecho a un sector muy vulnerable del país protestar y pelear por proteína prometida y no cumplida, porque al final lo que querían era votos a cambio de la extorsión y ya satisfechos, lo demás no les importa.
Ahora, sabiendo que la gente está dispuesta a seguir en la calle y que los cerros están bajando, que ya no es un problema de sacar a Maduro, sino que la gente quiere cambiar el sistema, entonces utilizan la herramienta de rebelión popular expresada en los saqueos, para profundizar las tecnologías de control social y se han inventado, además de cajas, carnet y bonos, saqueos controlados, que no solo atenta contra la propiedad privada, sea por las razones que sea, sino que va contra la dignidad de un pueblo que lo que verdaderamente clama es por vivir en un país donde su trabajo valga, y pueda vivir dignamente de él.
A la gente no le gusta pedirle a otro, le gusta satisfacer sus necesidades por su esfuerzo y su trabajo o lograr cosas en conjunto, y un gobierno que no estimula la justa valoración de su trabajo, sino el pedigueñismo y la mendicidad a cambio de votos y sumisión, tiene su destino trazado tarde o temprano.
Ahora le tocó a la maltrecha clase media. Aquellos que quizá criticaron a la gente más humilde por protestar por su pernil, y ahora están haciendo cola para saquear controladamente a supermercados, y al final lo que quedará es la resaca de lo que tienen pero ya no volverá.
Así fue el dakazo, y ahora el supermerkazo, y al final será el venezonalakazo, solo para que unos pocos se queden con una caja de cartón vacía, pero con muchas reservas de cosas que nadie podrá sacar sino se las entregan a trasnacionales o las empeñan con más bonos, petros y con cualquier otro invento de la especulación financiera que estos maduroburgueses se ingenian para saquear a nuestro país.
El chavismo ya a estas alturas fue malo, fundamentalmente porque nos dejó al madurismo, y de las cosas buenas que se le pueda reivindicar se encargará la historia, pero el madurismo, etapa superior de todo lo malo del chavismo, sepulta al socialismo a un ostracismo de donde tendrá que salir en el momento que aprenda las lecciones inequívocas de la historia.
Mientras tanto, los venezolanos debemos renovarnos, deslastrarnos de los errores cometidos en nombre del pueblo, para convocar a hacer un gobierno de la gente, sin descalificar ni despotricar del otro, que demuestre con sus acciones que un mundo distinto es posible, donde no nos dejemos manipular por un pernil o un saqueo controlado, donde tengamos conciencia de que en la unión de los diversos y solo en unión consciente podremos transformar esta realidad que deseamos convertir en un feo recuerdo en la historia, para que los que se han ido vuelvan llenos de fe y esperanza de poder aportar a la reconstrucción de nuestro país, superando todo pasado. No podemos desfallecer, ya que exactamente en el momento más oscuro de la noche, es cuando amanece.
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