No son 40, pero son bastantes los presidenciables que atormentan a Pompeo

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Tal vez el número cuarenta en la frase de Mike Pompeo fue solo una expresión hiperbólica, traducible como sopotocientos o una catajarra.

Se refería el secretario de Estado al número estimado de dirigentes opositores que aspiran a la presidencia, una vez que Estados Unidos les haga el favor de quitar a Nicolás Maduro.

Pompeo dijo que ese exceso de ambiciosos es la causa por la cual no hay manera de poner a la oposición a trabajar unida en pro del “cambio de régimen”, que es el nombre que últimamente le dan a los derrocamientos mediante métodos no constitucionales, es decir, a los golpes de Estado.

La gente se puso a hacer listas o a contar con los dedos para aproximarse a la cifra hiperbólica. El profesor Earle Herrera, en su muy peculiar tono humorístico, dijo que Pompeo se quedó corto, pues los precandidatos opositores serían incluso más que los conocidos por este personaje que, para ser diplomático, se entrenó en la CIA como engañador, mentiroso y ladrón. Herrera dice que es necesario ampliar el elenco con los outsiders, los gallos tapaos y los gatos enmochilaos.

El muñeco y su ventrílocuo

La lista, claro, la encabeza Juan Guaidó porque es un líder creado en laboratorio por la industria gringa especializada (algunos dicen que es marca ACME, pero esas son bromas pesadas). Según sus promotores y cheerleaders, “el muchacho se lo merece” porque ha logrado reactivar una coalición que estaba en ruinas.

Allí surge el chispazo inicial de rivalidad interna, el que posiblemente haya generado las primeras malas sensaciones en Pompeo: el plan original era que Guaidó fuese el presidente de transición y que le sirviera la mesa (o le tendiera la cama, vaya usted a saber) a su jefe político, Leopoldo López.

Sin embargo, parecen haber ocurrido dos fenómenos simultáneos: Guaidó tomó más vuelo de lo previsto (no tanto en popularidad, sino en su velocidad para hacer negocios con el dinero público) y López no prende ni siquiera empujado.

Esta realidad, en la que el muñeco parece haberse rebelado contra su ventrílocuo, se puso de manifiesto el 30 de abril. La hipótesis era que al estar en la calle, libre de su mansión-cárcel, el liderazgo de López efervesciera hasta ser llevado en manifestación masiva a Miraflores. Pero al cabo de un rato entre ametralladoras, ristras de balas y plátanos verdes, el fugado (beneficiario de un indulto presidencial, según el relato diseñado) no estaba a las puertas del palacio de gobierno, sino de un par de embajadas.

Esto no habría sido tan negativo para el plan Pompeo si la gente hubiese ignorado a López, pero hubiese cargado en hombros a Guaidó. No obstante, como habría dicho aquel otro señor, no ocurrió ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario.

En la misma esfera del partido de López, Voluntad Popular, hay otros muñecos con aspiraciones propias, en muchos casos instigadas por los mismos creadores de la guaidomanía, los expertos estadounidenses en marketing y branding político. Uno de esos casos es el el “embajador” Carlos Vecchio, que ya ha demostrado su plena sintonía con los intereses de EEUU, en su breve pero muy enriquecedora gestión como encargado de negocios en Washington.

En esa misma categoría está David Smolansky, favorito del lobby judío y ya adornado por la maquinaria mediática como uno de los hombres del año de 2018.

En una especie de exilio ad hoc se encuentra otro que tiene sus propios sueños: Freddy Guevara, huésped en la embajada de Chile. No es para menos porque en la línea de sucesión de VP él estaba muchísimo antes que Guaidó, solo que unos nacen con estrella y otros nacen estrellados.

Cosas de “justicieros”

En cualquier lista de aspirantes a llegar Miraflores súbitamente y con padrinos norteamericanos hay que incluir al dos veces candidato presidencial Henrique Capriles Radonski, a pesar de lo que él mismo jure lo contrario en sus muy particulares interacciones en redes sociales. Hay que comprenderlo porque al exgobernador todavía no se le ha pasado la “calentera” que agarró en 2013.

Los conocedores de los intríngulis de la derecha aseguran que ya Capriles no la tiene fácil ni siquiera entre los militantes de Primero Justicia porque una facción importante del partido está bajo el dominio de otro de los 40: Julio Borges, quien tiene como argumento a su favor el haber sido el heroico cabecilla de un magnicidio, por más que haya quedado en grado de frustración.

Mientras tanto, Pedro Pablo Guanipa sigue esperando la oportunidad para cobrar otro gesto épico: no asumir la gobernación de Zulia, pese a haberla ganado en elecciones, para no reconocer la autoridad de la Asamblea Nacional Constituyente. De acuerdo con sus proyecciones y la visión de sus asesores, tal actitud le dio derecho automáticamente a ser considerado presidenciable.

La Pelosi venezolana

En los predios de la ultraderecha mantiene intactas sus aspiraciones ya añejas la genuina oligarca María Corina Machado, quien muestra como aval el ser una de las pocas que jamás ha querido dialogar con el chavismo.

Ella, como mamá de los helados de la línea dura, reclama su derecho al apoyo gringo, pero por alguna razón, allá en el norte no le otorgan el papel que se merece. Algunos especuladores señalan que tal vez a Trump, Machado le recuerde demasiado a Nancy Pelosi.

No es que se parezcan tanto, entre otras razones porque Pelosi es demócrata y Machado, si fuera estadounidense (formalmente, es decir) sería del ala ultraconservadora del Partido Republicano. El parecido viene porque Trump ha calificado a Pelosi como “desagradable, vengativa y horrible”.

Viejos conocidos

Aunque se han alineado disciplinadamente detrás del autoproclamado Guaidó, varios dirigentes tradicionales del antichavismo siguen teniendo sus aspiraciones presidenciales. Entre ellos está el veteranísimo Henry Ramos Allup. Ya con 75 años, el secretario general de Acción Democrática luce bastante desesperado, al punto de haberse hecho presente en el distribuidor Altamira la fatídica mañana del 30 de abril.

Él sabe que tiene que hacer un gran esfuerzo para ganarse el cariño de la pandilla gringa, sobre todo porque en sus tiempos de embajador en Venezuela, el chismoso William Brownfield envió un mensaje al Departamento de Estado en el que lo describe como un atorrante. Para más injuria, el insidioso informe fue hecho público por Wikileaks.

No tan mayor, pero con una carrera política también bastante prolongada, Antonio Ledezma es otra de las figuras del llamado “exilio” que no pierde oportunidad para decir que él es quien se merece el puesto, cuando finalmente EEUU les haga la tarea.

Ledezma puede, igual que la señora Machado, atribuirse el mérito de que nunca ha dejado de postular la opción violenta, desde que en 2014 se empató en la llamada “Salida” y terminó tras las rejas.

Desde que se fugó de su prisión domiciliaria y del país, al exadeco se le ha visto en las grandes ciudades de América Latina y Europa, posando de perseguido de una dictadura feroz, pero con aires de bon vivant.

Por ello, en el seno de la coalición opositora es visto con suma cautela, especialmente después que apareció (de pepa asomá, dicen en el llano), junto a Julio Borges, en Estrasburgo en la recepción del premio Sájarov que tuvo un monto de 50 mil euros, y era para toda la oposición venezolana… Los que piensan mal, parece que en este caso han acertado.

Aspirantes serios

Mención aparte merecen los grupos e individualidades que se han empeñado en diferenciarse de la línea insurreccional de los últimos cinco meses, en particular en lo referido a la solicitud de bloqueos financieros, sanciones económicas e intervenciones militares extranjeras.

En estos grupos también hay presidenciales, algunos de ellos ya también muy veteranos, como el socialdemócrata Claudio Fermín y el socialcristiano Eduardo Fernández.

En este mismo campo podría incluirse a Henri Falcón, el candidato presidencial opositor más votado en 2018, quien logró un importante caudal electoral a pesar del boicot abierto de los principales partidos antichavistas.

Falcón podría presentarse ante el país como la opción coherente del ala moderada de la oposición. Sin embargo, ha tenido una postura ambigua ante el fenómeno de Guaidó, muy probablemente por miedo a caer en la lengua de Pompeo y su combo.

Los exchavistas

No se sabe si Pompeo los incluye entre los 40, pero lo cierto es que hay otro subconjunto de precandidatos que vienen de las entrañas del chavismo y ahora pretenden ser una versión potable para la llamada transición.

En ese lote tiene ya dos años de peregrinaje la exfiscal general Luisa Ortega Díaz, empeñada en expiar sus culpas (bajo su gestión fueron a dar a prisión varios de los héroes opositores) y en disputarle a María Corina Machado la condición de la posible mujer presidenta.

Igualmente se anota entre los antiguos revolucionarios el exministro de Petróleo y expresidente de Pdvsa, Rafael Ramírez, quien desde su exilio principesco en algún lugar de Europa promete volver a rescatar el legado de Chávez.

Outsiders, cachivaches y otros

Entre los 40 tal vez Pompeo, basado en sus antiguas fuentes de la CIA, haya metido a los eternos aspirantes a ser outsiders para un gobierno de transición con fuerte acento anticomunista. Enrique Aristeguieta Gramcko, Enrique Tejera París, Diego Arria Salicetti, llevan años apareciendo en el marcador de una carrera que hasta ahora no se ha corrido. Otros viejos políticos se cuelan en esos posibles elencos, como es el caso de Asdrúbal Aguiar y de algunos de los que Guaidó ha resucitado en lo que va de año, como Humberto Calderón Berti, Gustavo Tarre Briceño y el tecnócrata Ricardo Hausmann.

En casi todas las listas, quizá por aquello de buscar la lejana paridad de género, siempre se incluye a Cecilia Sosa Gómez y a Cecilia García Arocha. Exagerando un poco, algunos agregan a otras pretendidas doñas bárbaras como Gaby Arellano y la gobernadora del Táchira, Laidy Gómez.

Solo uno tiene publicidad

La campaña propiamente dicha aún no ha comenzado. Muchos de los aspirantes que se disputan un cargo todavía hipotético solo aparecen eventualmente en algún medio de comunicación o son mencionados (por lo general, automencionados) en las redes sociales.

Pero, como expresión de nuestro realismo mágico, hay uno que tiene años con publicidad en nacional e internacional, en rol de candidato presidencial aunque no sean tiempos de elecciones. Es el periodista Leocenis García, quien aparece en la televisión por cable abrazando viejitas y recorriendo barrios con una multitud de seguidores emocionados.

Así ha hecho méritos para ser el presidenciable número 41. Habrá que preguntarle a Earle Herrera si era en él que estaba pensando cuando habló de los gatos enmochilaos.

Por Clodovaldo Hernández 

Fuente: Supuesto Negado

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