Quiero comenzar mi artículo de opinión de esta semana, haciendo un llamado a nuestro pueblo a cuidarnos. Las noticias del contagio de personalidades en nuestro país y en el mundo, antes que cualquier otra consideración, debe abrirnos los ojos sobre una realidad indiscutible: no estamos a salvo, todos podemos contagiarnos y el peligro es real, y en un país tan vulnerable como el nuestro, en el que las cifras vienen subiendo exponencialmente, la probabilidad de que sea mortal es mayor.
Estamos en una nueva realidad. A las condiciones políticas y técnicas que debemos exigir al Poder Electoral, tenemos que sumarle ahora las garantías sanitarias para evitar que el COVID-19 continúe propagándose, o en su defecto si de aquí al 6D ha logrado controlarse, este evento no termine generando un nuevo brote.
Al día de hoy, continuamos pagando las consecuencias de la abstención del 2005, fue una experiencia política nefasta, fue ahí cuando comenzó el desmontaje institucional en Venezuela.
Cada día son más los venezolanos que “abren los ojos”, que entienden y aceptan que los marines no van a venir, que las sanciones no sacarán a Nicolás de Miraflores, como no sacaron a los Castros de Cuba, que el TIAR no sirve, que no habrá golpe de Estado con la FANB y que Maduro no va a renunciar. Lo que deja en evidencia que solo nos queda como única arma: el voto.
Que no ganamos nada con no votar, que la ruta de la abstención solo nos lleva a la extinción. Que en política no hay atajos, tiene que haber esfuerzo, trabajo y organización.
Hay que volver a motivar a la gente: basta ya de esperar una salida milagrosa, hay que prepararse para la salida real, que la posibilitan el voto y la organización.
En pocas palabras, hay que llevar al gobierno al único terreno en el que le llevamos una ventaja enorme, forzarlo a medirse en el campo donde tiene menos fuerza, como lo es el electoral.
Hay que entender que aislando al gobierno, además de aislarnos con él, no conseguimos nada, ya que el régimen es el que mayor capacidad tiene para soportar el aislamiento.
En fin, no es posible un país “libre de madurismo”, así como no es posible un país “libre de la oposición” La fantasía de ganarlo todo -por parte de ambos bandos- está destruyendo al país.
Las elecciones parlamentarias, -si la pandemia lo permite-, no pueden entenderse como cierre de un proceso definitivo. Lo más realista es procurar que sean el mejor comienzo posible para una larga etapa de reinstitucionalización de la Asamblea Nacional y de recuperación del músculo político en el seno de la oposición.
Además, si como constantemente repite este sector de que: “todas las opciones están sobre la mesa”, votar sin duda alguna también debe de estar en consideración.
A los que piensan que 2 años es mucho tiempo para llegar a un referéndum revocatorio, y con él la posibilidad real de poder expulsar a punta de votos a Nicolás Maduro y su combo de Miraflores; les recuerdo que ya han pasado más de dos años desde la abstención del 20M 2018 y, año y medio desde que Guaidó juega a ser presidente.
Para finalizar, hay que preguntarse: ¿Cuáles son los resultados tangibles del intinerato durante año y medio?
Omar A. Ávila H. / Diputado a la Asamblea Nacional