Cuando por fin logré sacar mi sexto grado en la escuela José de los Santos Pereira, de San Juan de los Morros, mi mamá tenía tanto miedo de soltarme que me inscribió en un liceo que abrieron en la misma escuela.
Primero Creación San Juan y luego se llamó Luis Barrios Cruz. Allí me llevaba mi mamá y mi hermana Beatriz, como si yo fuera un niño.
Para ese liceo escogieron como directora a Josefina Tortolero de Camaripano, toda una eminencia en materia educativa.
En esa casa de estudios había una profesora de biología llamada Arelys Balza de Párraga: era una mujer hermosa, con una piel canela bendecida por el Caribe, pelo largo, mirada y sonrisa de ángel y figura curvilínea. Hoy se mantiene igual.
Durante sus clases de biología siempre trataba de motivarnos, mientras explicaba la formación de las células y el ADN decía: “vean que hermosa es la biología”.
Pero yo era del grupo que poco entendía y nuestra mirada estaba en otra parte. Arelys de Párraga era la subdirectora y su escultura se paseaba por los pasillos como vigilante, mientras nosotros nos babeábamos mirándola.
Ella tal vez se dio cuenta en algún momento, como toda mujer con sexto sentido.Pero como toda mujer inteligente, no se dio por enterada.
Eran tiempos diferentes, cuando los estudiantes respetábamos al maestro. Sería impensable en aquella época tirarle un piropo. Si lo hacías “eras hombre muerto”.
A diferencia de ahora que cualquier caga patio se enfrenta al maestro y al director. Esta vaina está mal.
Un día llegó al liceo a buscar a nuestra diosa de Biología, un señor con flux y corbata.
A todos nos llamó la atención aquel hombre tan refinado, cortés y bien vestido. Con un poco de celo al verlo tan cerca de Arelys, preguntamos:
¿Y ese quién es?
Nieves, un corpulento bedel que usaba botas frazani y era súper jodido, escuchó la pregunta y nos dijo:
“A ese, es a quien le van a ver la cara si se meten peo con alguna menor”.
Ese mismo día nuestras ilusiones y fantasías se vinieron abajo, nos enteramos que aquel caballero era el esposo de nuestra profesora de Biología.
Además era lo que se conocía antes de la Lopnna como un “Juez de Menores”, el hombre que mandaba a la cárcel a los que abusaban de niñas o por alguna razón, con amor o sin amor, embarazaban alguna jovencita antes de que esta cumpliera los 18 años.
Se llamaba León Párraga Laya, un justiciero, un juez como los incorruptibles de las películas que veíamos. El paladín y defensor de las víctimas.El galán con el cuál teníamos la batalla perdida.
Años después vi y escuché mucho el nombre de este ilustre hombre. Jamás cruzamos una palabra ni entablé amistad con él. Pero por mi naturaleza de curioso y lector, y como me decía mi madre: más salió que una gaveta, mucho supe, vi y escuché de este abogado y docente.
Lo cierto es que desde que lo vimos por primera vez, aunque su linda esposa no era una “menor” nosotros dejamos de verla como antes. Más pudo el temor y el respeto: como debe ser.
Orlando Medina Bencomo / 09 de abril de 2021