Cuando un gobierno intencionalmente decide hambrear a su pueblo, dejarlo sin alimentos ni medicinas en búsqueda de su dominio político, de su sometimiento por hambre, de su sumisión por necesidad, no estamos ante una crisis humanitaria, sino ante un genocidio, un asesinato colectivo.
Yo, como muchos, sostuve erróneamente que vivíamos la peor crisis humanitaria de nuestra historia republicana, y llegué a afirmar que Maduro era un incapaz al no mitigar el desabastecimiento. Hoy afirmo lo contrario, Maduro -arlequín del terrorismo internacional que hoy luce “dueño” del país- es un triunfador, Maduro ha logrado el propósito de arruinar la economía pretendiendo someter y arrodillar por hambre al pueblo, pagándole con el carnet de la patria, los CLAP y otras fórmulas igualmente indignas de un pueblo libre.
La mejor demostración de que el hambre es política y propósito del gobierno, es el rechazo a la ayuda internacional, al auxilio humanitario que ha ofrecido el mundo entero para mitigar el hambre de los venezolanos y frenar la muerte de niños, ancianos y adultos. La sorpresa para los donantes es la negativa del gobierno a permitir el ingreso de alimentos y medicinas, ya que estos alejarían el hambre.
El régimen asesino y genocida calca los mecanismos cubanos hambreadores de su población para garantizar su permanencia en el poder. Numerosos venezolanos se escapan y van en búsqueda de mejor vida a otros países, mientras que sobre los que quedan se ejercen presiones para obligarlos a bajar la cabeza ante la necesidad de comer. Cuando no está satisfecha esa necesidad primaria, no es fácil pensar en la libertad y la democracia.
Se entiende como genocidio aquellos actos perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional étnico, racial, político o religioso; es matanza de grupos humanos; son lesiones graves a su integridad física o mental, sometimiento intencional a condiciones de existencia que acarrea su destrucción. El genocidio, según la Convención de la ONU de 1948 -ya sea cometido en tiempo de paz o en tiempos de guerra- es un delito de Derecho Internacional, y en consecuencia puede ser juzgado por los entes internacionales competentes; es un crimen de lesa humanidad.
Lo peculiar de este genocidio terrorista-comunista es que afecta a toda la población, incluyendo a humildes venezolanos que militan todavía en el PSUV, o viven del recuerdo nostálgico de los discursos de Chávez; afecta a todos sin distingo de raza, religión o afinidad política, menos al cogollo del régimen y a los burgueses castro-comunistas que viven como reyes y han robado sin límite.
El tribunal supremo de justicia (así en minúscula) que se arrodilla ante Maduro ha rechazado, mediante sentencias indignas, que en Venezuela exista problema de alimento o medicamento, actuando con complicidad en este exterminio.
Damos con entusiasmo la bienvenida a este ya iniciado 2018, que pinta ser año de cambio, el primero de la reconstrucción nacional. El pueblo y los militares sí deben dialogar y entenderse, por el contrario, el diálogo de Santo Domingo y otros procurados por los aliados internacionales del régimen opresor, solo busca que este gane tiempo.
El régimen destructor solo está dispuesto a liberar algunos presos políticos, pero nada hará para atacar el hambre y las enfermedades, para garantizar los derechos humanos y cerrar las puertas al adefesio de la asamblea nacional constituyente. Por supuesto que no cambiará el CNE ni permitirá una elección libre de presidente de la República. Ese diálogo no dará sino respiro al gobierno, yo creo en el diálogo para negociar la partida.
De este de Santo Domingo, como antes dijimos, no se podrá obtener más que la libertad de algún que otro preso, lo que no es malo, pero es un simple engaño, porque mientras sueltan a unos, ponen en prisión a otros. Rebelión popular y ayuda internacional son el camino de este 2018, que nos llevará indefectiblemente a la libertad, a resembrar la democracia e iniciar la reconstrucción nacional.