San Juan de los Morros.- Analizar una canción de Jorge Gurrero es una tarea muy compleja, porque cada una de las palabras que utiliza este cantautor está debidamente pensada, no sólo por la rima sino también por la semántica que le da el significado exacto a lo que desea plasmar en su inspiración.
Desde la primera vez que escuché a Jorge Guerrero supe que era un poeta que se perdía de vista, ya que así lo demostró el año 1997 cuando su tema “Guayabo de mes y pico” se convirtió en éxito nacional, sin embargo su carrera profesional la inició en 1992, año en que graba su primera producción discográfica.
En esta oportunidad, voy a meterle la lupa literaria a su canción “Remembranzas del Guerrero”, que desde el mismo título nos evoca a un paseo por su vida aplicada al hombre trabajador del llano pero también relacionada de manera directa con su apellido.
En este paseo musical, Guerrero inicia su recorrido haciendo alusión a la hora en que se levanta el llanero con el primer canto del gallo. Este panorama nos presenta el lamento del campesino que ya no se encuentra en su tierra, pero que una vez que vuelve físicamente no encuentra nada de lo que se llevó en su mente.
Toda la canción es una gran nostalgia, apenas abre los ojos al nuevo día. “Cada vez que el gallo canta a las cinco de la mañana, mi memoria se despierta hambrienta de tierra plana, me voy a morir de ausencia añorándote sabana, sabana del alma mía soy el hijo que te ama”.
Guerrero conjuga tantos elementos en esta canción y por lo tanto, muchos se pueden quedar por fuera en este análisis, pero ésta apenas es una interpretación personal de un hecho poético que intenta explicar el contexto de una creación artística.
De forma general, esta canción es un océano de nostalgia que nos pasea por la vida campechana de aquellos hijos de la patria que se levantaron en la zona rural y comienza justamente por la niñez y pasa por la adultez del poeta, para luego sentarse a recordar todo aquello que lo enseñó a ser un hombre de bien y se pone en evidencia en los siguientes versos: “Voy a recoger contento telarañas de aguas claras, que extienden los alambrados antes de la resolana”. Es decir, se sitúa en un lugar para tomar el sol sin que le moleste el viento para poder ver con claridad toda la extensa sabana.
Más adelante se refiere a la tristeza de la madre por la ausencia de los hijos que han tenido que buscar otros horizontes en busca de su destino, según sus propias vivencias y de allí “el clamor de la madre cuando a sus hijos reclama, la tristeza que me da que busco y no encuentro nada, y aquel mundo tan bonito en el que me levantaba, oyendo los pajaritos con un bochinche en la ramas, no me abandone recuerdo píntame las madrugadas”. Este es un llamado fervoroso a la mente para que lo ayude a recordar con nitidez sus vivencias campesinas.
Recuerda también cuando lo levantaban en horas de la madrugada a cumplir con su faena: “Cuando el viejo caporal el chinchorro nos meneaba, levántense muchachones que comienza la jornada”. Aquí se refiere a las labores propias de la tierra y los muchachos más pequeños se iniciaban como becerreros a la hora del ordeño. De allí nos dice que aún carga en sus manos las señales de los trabajos realizados, “todavía cargo en las manos como una señal sagrada, los cayos del cabo de hacha, el barretón y la pala, de la peinilla a las trancas, el rejo con que enlazaba”.
Así mismo, como el llanero tiene fama de exagerado se escuda en la hipérbole para magnificar los acontecimientos vividos y por eso nos dice, “recuerdo el caballo rucio bellaco que yo montaba, tenía que escupí en la mano y en las piernas me estrujaba, porque si escupía pa’l suelo seguro que corcoveaba”.
En síntesis, es un canto de amor a la tierra que quiere tanto “Como quieres que te olvide mi población elorzana, si cargo tus tradiciones aquí en mi pecho sembradas, cargo el alma de tu gente tan criolla, sencilla y sana”.
Además el poeta nunca deja de lado la exaltación de la belleza de la mujer “no puedo sacar de aquí la imagen fresca y lozana, de tus mujeres preciosas cogollos de mejoranas, que se pasean por las calles y adornan tu panorama”.
Otra de las cosas que llama la atención es la mezcla de la ficción con la realidad cuando entrelaza su canto con una de las obras magistrales de Rómulo Gallegos, “al paso viejo de Elorza y el vaivén de la chalana, y el ángel de la guarura nuestra imagen venerada Doña Bárbara, en la estatua se ve triste y derrotada, porque llegó la justicia de Luzardo a la sabana”.
Se pasea el poeta por sus correderos de niño, para dejarnos una verdadera joya musical en esta canción que se titula Remembranzas del Guerrero, “sigo por esta llanura cruzando estero y cañada, con rumbo lechemielero donde tranquilo habitaba”.
En este tema, se puede evidenciar el inmenso amor del llanero por esa tierra sin jorobas que le enseñó a valorar los detalles pequeños de la vida, pero que a la larga son el soporte para convertirse en un buen ciudadano y en un digno hijo de esta patria, llena de leyendas y de oportunidades para todo aquel que sueña, ama y espera un mundo mejor.
Autor: Ramón Figuera