Ramón Hernández / Dogma tropical y caribeño

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El dogmatismo, como la obediencia ciega, es una línea recta al fracaso y a males mayores. En política y en economía, en las labores de Estado en particular, las consecuencias son todavía peores y causan calamidades, crisis humanitarias y hasta la desaparición de importantes grupos humanos, unos porque emigran y otros porque mueren o son asesinados por la indolencia del dogmático.

En cuestiones de fe el dogma es fundamental. Si no se acepta el dogma de la Santísima Trinidad, que Dios, el Espíritu Santo y Jesucristo son uno en cuerpo y alma, es imposible considerarse católico, no importa que se postre de rodillas y se dé golpes de pecho. Las demás religiones también se fundamentan en dogmas y todo es un asunto del espíritu, de creer en la resurrección de la carne o en que el Dios Canica nació de una metra. El asunto se complica cuando se pretende que los demás están obligados a creerlo, a defenderlo y a ganar seguidores para la “fe verdadera”.

El marxismo empezó a propagarse como una ideología a la cual le agregaban el cognomento de “científica”. Por supuesto que no lo es, como tampoco lo es el materialismo histórico ni el cúmulo de dogmas difundidos por el estalinismo soviético y sus franquicias mediante tontos útiles que todavía llaman filósofos, pensadores o intelectuales progresistas. Los soviéticos, ante el enorme fracaso que fue su revolución desde los primeros días, no podían cumplir nada de lo que  habían prometido, mediante un “salto dialéctico” convirtieron el socialismo en un dogma, en la tierra prometida, en el paraíso terrenal, al cual cada individuo podía disfrutar si “se portaba bien”, si aceptaba todas las mentiras que le decían y todos los sacrificios que le exigían.

Luego de 73 años de hambre, penuria, asesinatos en masa y falsedades de todos los tamaños y colores, la revolución se desplomó y los jefes de las mafias reestructuraron la manera de ejercer el poder con más capitalismo salvaje y menos responsabilidad social. En Cuba fracasó de la misma manera, pero por obra del realismo mágico y otros polvos blancos el régimen se mantiene sobre la miseria de un pueblo que se comió el cuento de la dignidad mientras lo “dejaban” jinetear en el Malecón, de uno y otro lado.

En Venezuela la calamidad fue infligida motu proprio y con alegría. Al socialismo de siempre lo llamaron “proceso”, con lo que todos los conquistados creyeron que iba a ocurrir lo que ellos habían soñado, que se acabaría la corrupción y que habría un reparto equitativo de la riqueza; después, para darle una prórroga al sueño le cambiaron  el nombre a “socialismo del siglo XXI”, mira tú. Tampoco funcionó la economía, pasar al Estado los medios de producción, controlar los precios, poner en tela de juicio la propiedad privada, reservarse la importación y distribución de materia prima, someter a los empresarios al escarnio público, limitar la información mediante la destrucción del periodismo de alcance nacional –cerró Radio Caracas TV y 35 emisoras de radio, además de comprar diarios emblemáticos, ay, Díaz Rangel–, expropió hatos, fincas y granjas y entregó la riqueza petrolera a presuntos aliados, pero no hubo más comida, ni mejor educación, ni más médicos ni calidad de vida ni nada.

Ante el inocultable fracaso no hay rectificación. Se repite el mismo silencio de Stalin y sus secuaces cuando mató de hambre a 7 millones de personas en Ucrania, quizás las mismas intenciones, y se habla de radicalizar la revolución. Ahora el pueblo escarba en la basura para poder comer, no sabemos qué más bajo escarbará con más radicalismo. Mientras, repite las distracciones cubanas, como la zafra. Ellos mandaban a los jóvenes a cortar caña, aquí los mandan a barrer calles, a pintar brocales y a desmalezar. Lo que ganan en 6 semanas no alcanza para un cartón de huevos, pero como dice el ministro del Trabajo: “Agarrando, aunque sea fallo”. Decían que el socialismo que ellos construirían sería el nórdico, que no existe, pero se entregaron a Fidel con armas y bagajes al grito de patria o muerte. Cedo gratis definición de patriota.

El Nacional

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