Capítulo II
“Gumersindo empezaba a repartir los encargos bien temprano, ya los clientes estaban habituados a desayunar con leche fresca y suero. Desde muy temprana edad, Gumersindo adquirió el hábito de ayudar a su padre Don Esteban en los oficios y tareas de campo que habían heredado de su abuelo: Ordeñar vacas y envasar la leche en litros para la venta. Además preparaba el sabroso queso llanero y el suero.
- Buenos días, mi doña ¿Cómo amaneció? De esta manera Gumersindo se dirigía muy atento a Doña Tomasa que era la primera familia que visitaba en su largo y lento recorrido.
- Hoy le traigo su leche de vaca pura y fresca. Recién ordeñada pa’ que la coma con su arepa de maíz pilao.
- Guá – Respondió doña Tomasa, ya vienes tu a enredá a uno con tus ocurrencias, déjate de hablá pendejadas y pásame una botella de suero que a mi viejo Esteban le gusta mucho, yo ya estoy muy vieja pa’ esta tomando leche. Tu bien sabes que eso es pa’ muchacho, pa’ reforzarle los huesos en su crecimiento.
Así pasaba todo el día visitando a sus clientes. Cuando llego a la casa de la negra Isidora, esta exclamo:
- Ay Mijito! Ahora si te acomodaste, llegando a esta hora. Ya es casi mediodía. Te recuerdo que si continúas así no te compro más leche.
Gumersindo era de poco hablar, sin embargo sabía que Isidora tenía la información de los últimos chismes y rumores que circulaban en el pueblo.
No había una persona del vecindario que pasara por la calle donde vivía Isidora y no se parara a recoger y llevar los últimos chismes del día.
Los más creativos, la llamaban “La Alcabala” porque tenían que pararse a juro, para no sentirse víctimas de los malos comentarios. Don Gume, así lo llamaban sus amigos, haciéndose el inocente le pegunto:
- Mire Doña Isi… es verdad que al pueblo está llegando mucha gente que va a trabajar en la compañía petrolera.
- Mire, Don Gume, respondió un poco molesta Doña Isidora, primero déjese de esa vaina de estar llamándome así… usted bien sabe que como buena oriental que soy, me llaman por mi nombre completo Isidora del Valle Castillo Guevara y en segundo lugar, yo no soy vigilante o guachimán (Wachtman) pa‘ anda recogiendo información de todo lo que ocurre en el pueblo.
- Isidora se quedó pensativa por unos instantes y al cabo de unos segundos reflexionó:
- Bueno, por lo poco que te conozco, se que no andas hablando tonterías de la gente, por eso mismo voy a adelantá algo que me han informao mis colaboradores… Sí, anoche llegaron un grupo de gente del Sindicato de San Juan de los Morros, parece que van a negocia con los Americanos que van a explotar los pozos petroleros. La comai Lucinda me comentó que ya los reportes están comprometidos con personal del Tocuyo y de Oriente que son los que tienen experiencia, parece que a los de esta zona que no conocen el trabajo los van a emplear cortando monte y cargando tubos bajo ese fuerte solazo. ¡Ay…. Ya…. yai.! exclamó en alta voz Don Gume.
- Eso, no es conmigo yo bastante me jodí ayudando a mi viejo en el conuco y cargando leña y agua en pipotes como el propio burro. Mire Doña Isidora, yo le pregunté por otra gente que siempre andan bien vestidos y no les gusta hacer nada. Les dan casa, carro y dinero pa’ echase sus palos de whisky. Fíjese, que el hijo de Elauteria no sabe leer y maneja un carrote con los vidrios oscuros que no dejan ver a los que están van adentro.
- ¿Y de quién es ese carro? Pregunto un poco alarmada Isidora.
- Bueno, yo creo que es de lo señores esos que no les gusta hacer nada, parece que los llaman Sindicalistas.
- ¡Ay Carajo! Ya me lo imaginaba, continuo hablando Isidora, por allá por Oriente, esos señores son unos sinvergüenzas les cobran a la gente necesitada para conseguirle un reporte por varias semanas a esos pobres padres de familia que tiene que mantené un familión, esos bandidos no tienen misericordia ni piedad con esa pobre gente, ojalá no sean igualitos.
Gumersindo recogió las botellas vacías para continuar la repartición del día y dijo en voz alta:
- Menos mal que con lo que me dejo el viejo como herencia, me puedo defendé y mantené a mi familia.
- Mire Don Gume, respondió Isidora, usted lo que tiene que hacer es traerse a Coporo pa’l pueblo y conseguile un trabajo con esa gente, y lo pone a estudiá en la escuela. Aproveche ahorita que no le ha dado por empreña muchachas.
Coporo era el hijo era el hijo mayor de Gumersindo, ya había cumplido 18 años y no había tenido oportunidad de asistir a la escuela porque desde muy pequeño se dedicó a ayudar a su papá y a su abuelo en las tareas del campo.
De piel oscura cabello castaño y reseco por el polvo y el sol, de mediana estatura, de figura atlética con fuertes músculos por el duro trabajo con los animales que le daban mucha fortaleza, de hablar rápido y seguido, a veces no se le entendía lo que decía y se molestaba cuando tenía que repetir varias veces lo que quería transmitir.
Saúl Sivira / Poeta de Las Mercedes del Llano
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