Hoy retorno a mi pueblo
como un hijo ilegitimo
ilusionado
evoco inolvidables momentos
de mi infancia: mis escuelas
Rafael Paredes y Monseñor Rodríguez
mis maestras y maestros.
de mi adolescencia: el liceo
en Mayalito y el Pedro Itriago Chacín
al recorrer en solitario
aquellas polvorientas calles de:
Paraquitos, La Rochela, 5 de Julio,
La Quinta, La Romana, La Peñita
Las Palmas, Chaparro Gacho, Los Apolo,
Los Mirimire.
Caminos y matorrales
me reencuentro con mis
visitados lugares:
la plaza Bolívar, La Taguara, Las Delicias,
El Matapalo, La Manga de Coleo,
La Cueva del Humo.
Aquel soplo de brisa fugaz y sonora
los incandescentes rayos del sol
y la sombra de los pasos
de mis ancestrales huellas
¡Cuánta soledad!
Cuanto abandono, ruinas,
destrucción y miseria
han sembrado algunos
Alcaldes y Concejales indolentes,
forasteros sindicalistas y políticos.
En cada paso
en cada rincón
en cada esquina
en cada casa
los fogones de leña
esparcen el aroma y sabor
de un café recién colao
el obligado saludo mañanero
y un energético apretón de manos
costumbres del llano.
Aparecen lejanos recuerdos
y borrosas imágenes de:
añejadas noches de serenatas
torrenciales aguaceros
quebradas y lagunas
típicos lugares de reunión
en épocas de semana santa
las fiestas patronales
los famosos contrapunteos
las terneras populares
las misas de aguinaldos
los maratones y carreras
de bicicletas.
Busco en el horizonte
un motivo
una señal
de aquel pintoresco caserío
que me vio nacer
donde me crié
y cultivé sueños y fantasías
entre esa mezcla de razas
y tradiciones folkloricas
del llano: bailes de joropo,
cantos, tonadas, contrapunteos
sabores del paloapique
y la carne asada
olores de la flor sabanera
y el mastranto
sonidos del canto de los pájaros
colores del araguaney, el apamate
y merecure.
Borrosas imágenes grabadas
de un pasado
y un presente
me despierta
el cercano retumbar
de un recio contrapunteo
que cabalga las notas salvajes
de un caballo recio moro
y el rebuznar de los burros.
Al compás de joropo
un cacareo de capachos
el arpegio de cuatro sonoro
el intenso bordoneo del arpa
se levanta una nube de polvo
que se confunde
con un enérgico zapatear
de alpargatas
y el vaivén de faldas multicolores
y típicos sobreros de cogollo.
¡De pronto!
Se oye el eco de un grito
¡Carajo!
¡Paisano!
Creo que estoy
en mi pueblo
en las Mercedes del Llano
o todavía sueño despierto
con la trágica pesadilla
que revive la historia
de un pueblo fantasma
reseñado en la novela
Casas Muertas de
Miguel Otero Silva.
¿Parecido o coincidencia?
Saúl Sivira
Poeta guariqueño