Por siglos, eran símbolos de pertenencia e identidad,
códigos de respeto, protección, poder y autoridad,
cumplimiento de reglamentos, normas, orden y disciplina,
entrega y compromiso, ejemplo de valores y dignidad.
La presencia oportuna y el desfile de ciudadanos uniformados
era sinónimo de admiración, orden, seguridad y honestidad,
aisladas excepciones de rechazos por maltratos y abusos
de funcionarios asalariados sin principios, sin valores, sin vocación.
La globalización introdujo cambios, se adaptó el camuflaje
como un nuevo código de estrategia de identificación secreta
clave para la burla del enemigo en actividades riesgosas.
Hoy, con gran tristeza vemos desfilar uniformes manchados
con los colores matizados del narcotráfico y la corrupción,
extorsión, sicariatos, secuestros, tortura y violación de los derechos de un pueblo.