Son pocas las personas que escuchan a los políticos porque desde hace tiempo hablan solo para ellos.
El soliloquio político no es para coordinar pensamiento y conducta, sino el reflejo de la impotencia ante los enormes obstáculos externos que enfrentan y de su progresivo aislamiento.
El discurso en solitario se agrava porque es el dirigente político quien se siente sin alternativas y en consecuencia pierde su capacidad para ofrecer futuro.
La imposibilidad de cambios en la realidad obligó a buena parte de los dirigentes a crearlos en un submundo imaginario, sin impacto en la vida real.
La política ficción nos proporcionó el gran escape de la desesperanza, una emoción de la razón que afectó a los viejos y nuevos integrantes de las élites democráticas, incluidas las políticas. Y todos, de alguna manera o por un instante, preferimos montarnos en la carroza de sueños.
Es evidente que esa carroza ya se desvaneció. Ahora nos toca salir del humo y asumir la realidad como es y no como quisiéramos.que fuera.
Para que el retorno no sea brusco parece conveniente contener nuestro motivado descontento con los políticos. Mantener el reclamo justo, pero suspender el desprecio a la política, el desprestigio y el paredón a los partidos
Hay que poner fin a la suplantación de la política por la anti-política, porque de ella no nace democracia sino transferencias de poder a centros de decisión más alejados de la gente que los partidos, fuera del escrutinio público y sin rendición de cuentas.
La colina de las agresiones de todos contra todos debe ser ocupada por la crítica responsable y la presión social para que los partidos actualicen sus estrategias, revisen sus programas y cumplan con toda la renovación necesaria y posible. Dan ganas, pero no podemos saltar al váyanse todos.
Un segundo consenso de realidad es retornar a las justificaciones sociales, éticas y proyectuales de la política. Hay que salir del desierto de los diagnósticos y hacerse responsables de un compromiso de país para las urgencias inmediatas y el mediano plazo.
El tercer consenso es decidir una alianza sin exclusiones para apoyar las luchas reivindicativas no partidistas, para obtener más derechos y mejores condiciones democráticas, para conquistar mayorías electorales en distintos niveles y trabajar por unir fuerzas en torno a un programa de transición del autoritarismo a la democracia.
No existe actualmente posibilidad de cambio político, pacífico y democrático, sin la participación del PSUV en la creación de una fase de entendimiento para salir de las crisis y rescatar el futuro que nos está dejando en la cuneta. Esa es la misión del diálogo en México.
El cuarto consenso es sencillo, aproximar a las fracciones opositoras y apoyar al candidato presidencial que para el 2024 muestre más capacidad de unir al país en torno a un programa de cambio y sume mas votos a su favor, provenga o no de unas primarias. En este paso es decisiva la participación activa de independientes y liderazgos regionales y locales.
Hay reservas para el cambio en espacios regionales y locales, como en determinados sectores de empleados públicos, jubilados, vecinales, productores, estudiantiles, profesionales, trabajadores e independientes. Son núcleos cívicos que no han tenido partidos que los apoyen y respeten su autonomía.
Lo necesario es superar el vacío, lo imprescindible es sembrar una noción de futuro y despertar esperanzas. Lo obligatorio es pensar junto con otros, comunicarnos con quienes piensan diferente y actuar, así sea en el pequeño entorno que nos rodea.
No hay excusas para no hacer.
*Analista político