Simón García / Luchar es crear ciudadanía responsable.

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La unidad, para serlo, aproxima en varios puntos, lo múltiple y diverso. Invita, incluso a compartir paragua, a quienes sostienen posiciones contrarias, cuando así lo exige el tamaño del enemigo a vencer.

Frente al régimen de Maduro, aferrado al poder con fanatismo totalitario y una desesperación directamente proporcional al miedo de perder sus privilegios, hay que apegarse a la antigua regla bélica de que hay que superarlo tres a uno, para sellar su derrota. Entonces, desafiarlo sin vacilaciones.

Pero la ruta hacia la unidad no es una sola ni su representación el monopolio atemporal e incondicional de una entidad. Mientras todos sigamos la misma dirección hay unidad, pero si los senderos se bifurcan hay que sacar la brújula. Evaluar el respaldo de la mayoría social y reconstruir o ajustar la unidad de rumbos.

En el debate han aparecido argumentos que ayudan a mejorar la teoría de la democracia (sobre la legitimidad, papel de la negociación, definición de la transición, fractura del bloque de poder), pero también codazos para bregar la supremacía absoluta de una de las posiciones. Esta pelea en los sótanos, oscurece la comprensión de los desafíos prácticos que nos impone la agresiva y larga implosión que vive el poder. Nadie debería olvidar que no se trata de ganar un debate, sino de ponerle fin al régimen abriendo una transición progresiva hacia la democracia.

A la sombra de una polémica de innegable utilidad han estallado discusiones saltaperico, refriegas de baja estofa para descalificar, agraviar y excluir posiciones, sin aportar argumentos sustantivos ni esclarecernos en una confrontación provechosa. Lucha descontrolada por controlar la hegemonía en la oposición.

Tras minorías que fusilan moralmente a dirigentes o piden abandonar la vía electoral hasta que caiga Maduro, se agazapa el espejito de nuevos comacates o prédicas para convencer a los ciudadanos que no es su responsabilidad actuar individualmente, según lo que juzgue, conveniente para salir de Maduro. Se llama a esperar que sea la mano armada y no el ejercicio cívico de la política la que actúe. Sobresale la punta de una carta bajo la manga que invoca una invasión bajo la corneta del imperio o el azar de un golpe de Estado que puede refutar la teoría darwiniana de que el hombre en vez de provenir del mono, va hacia el gorila.    

El pueblo chavista, decepcionado y frustrado está disponible para un inédito entendimiento histórico con todos los venezolanos que saben que no se saldrá de la crisis sin retar electoralmente a Maduro, ganarle con votos y formar un gobierno de salvación nacional. Si en su agonía, el poder se atreve a desconocer su derrota, sobrará legitimidad, pueblo e instituciones para defender la voluntad cierta del país.

Los opositores, militantes o independientes, aún tienen varias opciones: 1. Avivar las campañas de insultos y descalificaciones para acentuar la división, 2, Apoyar con mayor empeño el avance de una propuesta, respetando las diferencias y velando por articularse con los tableros diferentes, 3. Esperar por nuevas evidencias sobre cuál opción es más viable para enfrentar y salir de Maduro, reexaminar su posición y ratificarla o modificarla. Quedan tres semanas.  

@garciasim  

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