Vivimos el fin del ciclo madurista, del pragmatismo, no hay dudas que nos aproximamos a un desenlace. La incógnita principal de hoy es ¿cómo saldremos del laberinto, cómo será el desenlace?
Las señales del fin del ciclo, del agotamiento del madurismo, son muy claras: la diáspora indetenible e inocultable de venezolanos de todas las clases sociales, profesionales, jóvenes, viejos, mujeres, niños.
La incompetencia del gobierno para todo, desde recoger el billete de cien, hasta llevar adelante una subasta de dólares, resolver la escasez de medicamentos; la alta capacidad de mentir del gobierno, que lo convierte en un chiste, ha perdido el mínimo respeto, la credibilidad. La insólita cuña de los mudos, los voceros mediocres persiguiendo la crítica. Pero es en lo político donde se oyen a las campanas doblar por el madurismo. Veamos.
Las mayores y mejores válvulas de seguridad de la democracia burguesa son las elecciones, ellas son el moderno opio de los pueblos. Cuando las elecciones no consiguen adormitar a la masa, cuando las elecciones fallan, el capitalismo prende todas las alarmas. El gobierno, ahogado en su ineptitud, ha recurrido con insistencia a las elecciones, les ha funcionado el narcótico, pero la exageración, el abuso terminó agotando también ese recurso de manipulación.
Las elecciones de hoy no cumplen su papel, el circo no divierte, los enanos crecieron, se develaron los trucos de los magos. La crisis sobrepasa a las elecciones chucutas. La falta de competencia las priva de atractivo, no existe juego con un sólo equipo. Se puede decir que el gobierno se pasó de vivo y mató a las elecciones. En estas condiciones el gobierno, maduro, seguro ganará, y si también meten en la picardía a las parlamentarias seguro ganarán, pero no obtendrán legitimidad, ese presidente tendrá los pies de barro, y el parlamento será bufo, de cartón, será más enclenque que la fracasada constituyente.
En estas circunstancias, con una espantosa crisis económica, un gobierno desacreditado, un país a la deriva, unas elecciones que no cumplen su papel, una costra dirigente, gobierno y oposición, incapaces de resolver la crisis económica y política, no es aventurado pronosticar que la salida será de fuerza, un golpe para decirlo claramente. La gran incógnita será el signo de este golpe inevitable.
Puede ser, hay altas posibilidades de un golpe que obedezca a la consolidación de la dominación capitalista, cuyo programa ya se puede deducir: represión, disciplinar la sociedad con el garrote, disminución drástica del gasto social, eliminar la Ley del Trabajo, prohibición de organización obrera, privatización de las empresas nacionales, PDVSA incluida. Un gobierno por dos años y luego elecciones burguesas como manda el librito. Al final quedará un país sin riqueza, un pueblo triste que no supo parir, identificar la dirigencia que lo guiara por otros rumbos, recordando impotente la época cuando Chávez nos señaló el cielo como meta, y una dirigencia de monigotes con visa gringa en su bolsillo.
O puede ser un golpe chavista, porque todo hay que decirlo así sea muy remoto, éste negado suceso podría triunfar y entonces el país retomaría el camino de Chávez, o quedaría como un símbolo de que el chavismo no se perdió sin luchar, sin defender el legado del Comandante. Sería una siembra de dignidad para las generaciones futuras.