Caracas.-En muchas ocasiones, lo mejor que puede hacerse respecto a una película que se está a punto de ver es no esperar nada de ella. Con un poco de suerte, su campaña promocional jugará involuntariamente al despiste, invitando a pensar en un producto del montón sin demasiado que ofrecer para hacerlo destacar entre sus congéneres que, por arte de magia, termina cautivándote de forma completamente inesperada.
El último ejemplo de este, por desgracia, particularmente atípico escenario, lo he encontrado en ‘Una relación abierta’ —’Permission’—: el nuevo y sorprendente trabajo del realizador Brian Crano, que oculta bajo su superficial fachada de comedia romántica típica y tópica hasta la saciedad un atractivo natural e inagotable y una sensibilidad que la convierten en una de las grandes tapadas de esta temporada de estrenos 2018.
Antes de zambullirme en las riadas de bondades que me han hecho suspirar, sonreír y adorar ‘Una relación abierta’, me veo en la obligación de lanzar un aviso a navegantes que alerte al espectador potencial de que gran parte de su libreto, escrito por el propio Crano, no es más que un amasijo de clichés y recorridos a través de los más manidos territorios comunes sobre los que se edifica el subgénero tradicionalmente.
No obstante, entre giros de manual y situaciones previsibles, hay cabida para las muchas virtudes que desmarcan al filme de sus homólogas recientes; concentradas particularmente durante ciertos puntos de inflexión de su trama —fantástico su tercer acto— y, especialmente, en las toneladas de encanto que transpiran la inmensa mayoría de sus elementos técnicos y, sobre todo, artísticos.
El sentido de la comedia de ‘Una relación abierta’, definido por el amargor velado en sus gags y en sus, generalmente, inspirados diálogos, se alza como la mayor virtud de una cinta con la estimable capacidad de introducirse bajo la piel del espectador para hacerle sentir a flor de piel todas las sensaciones que experimentan unos personajes carismáticos, perfectamente dibujados y ante los que es complicado no caer rendido.
A la altura de su construcción sobre el papel está un reparto más que notable, en el que protagonistas y secundarios brillan por igual y que nos brinda una pareja principal rebosante de química y oficio compuesta por genial un Dan Stevens y por una Rebecca Hall inmensa que se eleva sin esfuerzo sobre sus compañeros explotando la carga dramática inherente a su personaje.
Puede que ‘Una relación abierta’ no sea más que otra comedia romántica con treintañeros guapos y exitosos con problemas del primer mundo y ambientada en las siempre mágicas calles de la ciudad de Nueva York, pero, como tal, es única en su especie. Una anomalía capaz de estrujarte el corazón y de enamorarte perdidamente de sus protagonistas sin que —y esto es lo mejor de todo— llegues a esperártelo en ningún momento.
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