Una verdad absoluta

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VERDAD

No hace falta mirar muy lejos para darnos cuenta de que la percepción que tiene el pueblo de la política o hacia los políticos, ha caído en un lugar lleno de barro, de continua desconfianza.

Un terreno de fácil acceso para la ira y el insulto hacia los gobernantes y dirigentes públicos. Algunos de ellos faltos de una comunicación política transparente y creíble.

No todos son así, creo en muchas personas dedicadas o relacionadas con la política que se preocupan a diario en mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Dirigentes que lo están pasando realmente mal, los conozco y doy buena fe de su dedicación y compromiso.

Con esta situación de crisis sanitaria ante el coronavirus, se está viendo lo mejor y lo peor de cada persona, política o no. Vayamos haciendo un poco de autocrítica. La culpa no la tiene toda el covid19.

El ser humano por defecto es rebelde, no quiere confinamientos, le gustan los retos y las situaciones de aventura.

Hemos nacido para ser libres, no nos gustan las órdenes, las odiamos.

Ya lo decía aquella cita célebre del científico y escritor alemán George C. Lichtenberg “Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”.

Muchos dirigentes se han ganado esta crítica a su gestión o imagen a lo largo de décadas, demasiados actos de corrupción y de enriquecimiento personal, justificaciones constantes, algunas sin pedirlas.

Demasiada crispación, demasiado fuego

El pueblo más que nunca necesita creer en alguien, un líder que sea veraz en todo lo que comunica. Una persona que mire a los ojos a la gente y no se coloque detrás de un marketing institucional obsoleto y predecible.

Al margen de esta situación tan devastadora que estamos padeciendo, es necesario siempre confiar, el ciudadano busca respuestas.

Tú y yo buscamos personas capaces de inspirar confianza y respeto en un escenario social que hoy en día no es el mismo que antaño.

No todo lo que leemos o vemos muestra una verdad absoluta, es la descentralización y la polarización de la información. Ganarse el respeto ciudadano es hoy poco menos que una misión imposible, pero ¿se puede cambiar esta tendencia? Sí, pero toca poner mucho de parte del líder, ser coherente y ponerse realmente en el lugar donde vive la mayoría de la ciudadanía.

Dirigentes que muchas veces están solos, muy solos. Es necesario establecer nuevos formatos y métodos de comunicación con las audiencias. También se necesita dar respiro y pausa a la comunicación, dejar que pase el tiempo, aire.

Comunicar es escuchar, conectar, atender, analizar, estudiar. Comunicar no puede ser solo publicar, emitir, enviar y, en definitiva, atosigar.

Hace unos años un grupo de YouTubers en México hizo una serie de experimentos para conocer la opinión del pueblo sobre los políticos.

Dicho estudio contaba con una pregunta muy clara y concisa ¿Qué es lo primero que piensas al escuchar la palabra político?

Lo que contestaron prefiero no escribirlo, si que puedo afirmar que ningún ciudadano entrevistado reaccionó positivamente ante lo que le preguntaban. Es cierto que la política ha perdido su prestigio, pero sigue siendo el instrumento que mejor hace funcionar a la democracia de cualquier país.

Con o sin razón, los ciudadanos miran de reojo y con demasiada frecuencia con desidia a los gobernantes. En muchos casos también injustamente, qué más da si es cierto o no lo que se diga, aquí lo que importa es lo que se siente, más allá del mensaje.

¿Por qué hemos llegado a esta situación de enemistad constante entre el gobernado y el dirigente político?

¿En qué momento se cambió el paso para acelerar este desasosiego ante los partidos políticos?

Todo esto ocurrió el día en que la gente dejó de ilusionarse, cuando se acomodó en lo que los dirigentes hacían o decían. Cuánto antes entendamos que la política no puede fabricar actitud, antes veremos su verdadera función en la sociedad.

Las burbujas de opinión tampoco han ayudado a los líderes políticos, ha hecho también daño al perder autocrítica ante las siglas del partido del que se es normalmente simpatizante.

Quizás en última instancia de un ego partidista ante la necesidad imperiosa de conseguir votos al precio que sea.

Un individuo llega a relacionarse o contactar a lo largo de su vida con unas 5000 personas. Imagínate entonces la trascendencia que puedan llegar a tener los actos políticos en todo nuestro entorno.

En España y muchos países de Latinoamérica se pensaba que, tras la aparición de nuevos partidos políticos, aquellos que irrumpían desde la política 2.0. y las nuevas tecnologías, se iba a regenerar la política y la imagen de los ciudadanos ante los líderes del momento.

Nada más lejos de la realidad. Este periodo de revolución, ilusión y esperanza se ha esfumado. Se oye y se aprecia nuevamente que la mala imagen generada en estas décadas por los políticos ha vuelto a ser la misma. La diferencia está en que dicha mala imagen se ha repartido entre más actores.

Por todo esto urge más que nunca que desde todos los agentes que trabajan la comunicación política, se identifique una mentalidad o visión positiva del pueblo frente al argumento y el perfil que muestra cualquier líder o gobernante, afirmar y asociar el quién lo dijo, cuándo lo dijo, cómo lo dijo.

La memoria es muy selectiva, solo recordamos aquello que realmente tiene un significado relevante para nosotros.

En realidad, hablamos de intercambiar un poco los papeles, dar un giro al contexto de participación, que el ciudadano sea más político y el político sea mucho más ciudadano.

Redes sociales, tecnología, internet, televisión digital, medios de comunicación online, han pasado a sobre informar en todos los sentidos, positiva y negativamente.

Recibimos todos los días más de 1000 impactos publicitarios, nuestro cerebro no es capaz de retener más allá de dos o tres de esas marcas.

Las corrientes de opinión pueden confundir hasta el más preparado ante situaciones de crisis comunicacionales. Este conflicto evidencia que tanta cantidad de contenidos no ayudan tampoco a mejorar la imagen del político, al contrario, la empeora.

¿Te imaginas ver una película y que durante todo el tiempo vieras solo la misma escena? ¿Cuánto tiempo darías a tu mano para cambiar de canal?

Esta restauración de la imagen política no es fácil. Al ser una cuestión de apreciación, por mucho que se quiera transmitir, ahora lo importante no es el emisor, es el receptor del mensaje.

Un destinatario cada vez más exigente, más conectado e informado y que tiene capacidad de decisión. Las propuestas políticas tienen que evolucionar, el campo de la psicología política cada vez gana más terreno.

asesor de comunicación política tiene que hacer ver al gobernante que es lo prioritario.

Los hechos y las acciones realizadas por los políticos son los únicos argumentos creíbles en este momento de urgencia de confianza.

Se acabó la demagogia y los discursos técnicos y vacíos, toca ser auténticos, sinceros, ya que para resultados distintos hay que hacer cosas distintas.

En momentos de crisis en la comunicación, más que nunca, hace falta hacer un buen uso de los canales de comunicación, rodearse de un buen equipo de trabajo, hablar más de cosas buenas que de cosas malas, pensar muy bien que se quiere transmitir y jamás intentar engañar.

Ahora toca ofrecer un compromiso verdadero con la ciudadanía. Mostrar altura de miras, sí, pero desde la visión del pueblo, ese que decide cada cierto tiempo con su voto quien de verdad se deja la piel, quién ante tanto desconcierto dice la verdad, la verdad absoluta.

3 de abril de 2020 / Isaac M. Hernández Álvarez

Experto en Marketing Político & Comunicación

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