Unidos recuperaremos el exquisito aroma del café venezolano

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En Venezuela, enmarcado en el “Día Nacional del Caficultor”, cada 24 de abril se rinde homenaje a los agricultores dedicados al cultivo del café, rubro que tuvo una significativa relevancia en nuestra economía de los siglos XIX y buena parte del XX.

Durante casi una centuria de nuestra historia, la comercialización del café venezolano en el mercado internacional se constituyó en la base de la economía nacional. El bienestar de los pueblos andinos y el desarrollo de grandes ciudades, como Maracaibo, está indisolublemente unido a la riqueza que ingresó al país por la exportación del verdadero “oro negro”, que nunca como nación, debimos abandonar.

En el año 1784, se estableció la primera plantación de este cultivo a escala comercial en la Hacienda La Floresta, aldea de Chacao. De ahí comenzó a extenderse por diferentes regiones. Para los primeros años del siglo XIX ya se consideraba importante la superficie establecida en Mérida, Táchira, y Trujillo, registrando su presencia igualmente en las provincias de Carabobo, Barcelona, y Cumana entre otras. Para 1830, el cacao es sustituido por el café como principal rubro de exportación en la economía nacional. Desde 1895 Venezuela pasa a ocupar el tercer lugar entre los países exportadores a nivel mundial.

Luego de esa fase de crecimiento y esplendor del café en Venezuela, vendría una fase de estancamiento y más adelante de decadencia. A partir de 1925 comienza el descenso en el volumen y calidad del grano exportado, estando para 1933 ubicados en el octavo lugar entre los países exportadores. El escenario de deterioro del cultivo del café, rubro agrícola más importante de nuestra historia, considerado “uno de los mejores del mundo, y el mejor café suave a nivel internacional” llega a su mayor punto de declive durante los gobiernos de Hugo Chávez Frías y Nicolás Maduro.

Ha sido de tal magnitud el daño causado por el modelo agrícola del Socialismo del Siglo XXI que desde el 2008 al cierre del pasado año la caída en la producción de café, es de aproximadamente 70 % debido a una menor superficie cosechada y menor rendimiento por hectárea.

Según cálculos presentados por FEDEAGRO hemos retrocedido a los niveles de producción de hace más de seis décadas, estando la cosecha anual en estos momentos en apenas 22.000 toneladas, cuando para el año 1950 fue de 38.542 toneladas. Venezuela, gracias a la destrucción causada por Chávez – Maduro, deja de comercializar su café en el mercado internacional, perdiéndose 200 años de tradición exportadora. 

La política de control de precios de la cosecha, sin reconocer la estructura de costos; la escasez y altos precios de agroinsumos, que afectó el estado nutricional y sanitario de las plantaciones ante la imposibilidad del caficultor de aplicar fertilizantes y los programas de control fitosanitario; el abandono de fincas frente el acoso de grupos irregulares armados en las zonas productoras; el desmantelamiento de unidades producción e inoperatividad de las plantas torrefactoras originada por la expropiación y confiscación gubernamental de tierras y agroindustrias; las mafias civiles y militares dentro del gobierno dedicadas a la compra de café a países ideológicamente afines al chavismo – madurismo, entre tantas otros problemas, nos ha convertido en un país importador de este grano, siendo necesario la compra en el exterior de aproximadamente el 70 % del café consumido en el mercado interno.

Este noble cultivo llegó a convertirse en el sustento directo de 40.000 familias, 200.000 personas, distribuidas en casi toda la geografía nacional, pero principalmente en los estados Portuguesa, Lara, Mérida Táchira, Trujillo, Sucre, Monagas y Yaracuy.

Un aspecto socioeconómico importante y positivo a resaltar es que alrededor del 80% de las fincas cafetaleras poseen una superficie inferior a las 5 hectáreas, con predominancia de unidades de producción de 1 a 2 hectáreas, con más de un 90 % de las mismas, atendidas por sus propietarios y núcleo familiar.

Unidos, los profesionales de las ciencias del agro, gremios agropecuarios y empresariales, centros de investigación, agroindustria, y el nuevo gobierno ha instaurarse una vez restituida la democracia y libertad tenemos por lo tanto la obligación histórica de volver a colocar nuestro café en el sitial conquistado durante más de un siglo en el mercado internacional. Debe ser una de nuestras prioridades, el recuperar el exquisito aroma del café venezolano.

Nuestra caficultura se caracteriza por presentar plantaciones viejas, se estima que el 90 % de ellas posee más de 20 años de establecidas y un grupo significativo están localizadas en tierras marginales no idóneas para el cultivo del café, por lo que debemos emprender dentro de un plan nacional para el relanzamiento de este rubro un programa agresivo de renovación de las siembras ya existentes, y de zonificación agroecológica idónea de nuevas plantaciones, garantizando un manejo sostenible de las cuencas dedicadas a este cultivo.

Las deficiencias en cuanto a la utilización de nuevas tecnologías hacen poco eficiente el sistema caficultor nacional, con un rendimiento promedio de alrededor de los 6 quintales, muy por debajo de los rendimientos mostrados por países vecinos como Brasil 23,  Colombia 15 o Costa Rica 19 por lo que debemos implementar programas eficientes de transferencia de modernas tecnologías, introduciendo nuevas variedades, de mayor productividad y resistencia a plagas, enfermedades y al cambio climático.  Indispensable será en este nuevo renacer, el garantizar una adecuada rentabilidad al caficultor, acceso a agroinsumos, facilidad para la comercialización de sus cosechas, y seguridad jurídica y personal al productor y su familia. ¡Si se puede!

Werner Gutiérrez Ferrer / Exdecano Facultad de Agronomía LUZ / @WernerGutierrez

 

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