¿VISTES BIEN? TE COMPRO / La importancia de la imagen personal en política

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Nuestra imagen personal lo es todo, en la política va mucho más allá. Es el lazo de conexión entre la personalidad de una persona y la otra, entre lo que se espera y lo que se ofrece, entre la realidad y la falsedad que puede haber detrás.

Y es que en comunicación política una buena presencia ante la opinión pública puede llevarte a lo más alto o, a cambió, bajarte hasta las tinieblas del fracaso.

Por eso debemos hacernos la pregunta de si es tan importante esa primera impresión, la respuesta es si. El primer concepto que va a crear una persona desconocida va a depender de nuestro aspecto físico y, por tanto, de nuestra manera de vestir.

La forma en que nos vestimos habla mucho de nosotros. Nuestra vestimenta está constantemente transmitiendo información, de nuestro atuendo se pueden sacar muchas conclusiones siempre y cuando sea una manera de vestir normalizada y constante. La manera de vestir refleja la personalidad de cada uno de nosotros.

Estamos inmersos en una sociedad del prejuicio adquirido, la sociedad del conocimiento y de la respuesta antes que la pregunta, la sociedad del juzgar sin contrastar, la sociedad del morbo y la crítica.

El marketing sensorial y los sentidos

La imagen personal en política es una de las herramientas de trabajo más persuasivas. Cuando se trabaja el marketing sensorial se intenta estimular las sensaciones y emociones que tienen los clientes políticos, incentivando la reacción a sus impulsos más humanos y por consiguiente de compra de aquello que ofrecemos, decimos o intentamos hacer llegar.

Así es que la ciudadanía recuerda el 1% de lo que toca, el 2% de lo que escucha, el 5% de lo que ve, el 15% de lo que prueba y el 35% de lo que huele.

¿Y la vista? El sentido de la vista es demasiado contundente en la comunicación política. El sentido de la vista es quien se encarga de impresionar más a la mente de la gente, un sentido que es capaz de hacer comprender mejor lo que se ve y permite recordarlo durante más tiempo. El 83% de la información que se recibe de una imagen personal se hace por la visión.

En el discurso político si tu mensaje no es recordado no tienes mensaje, tienes un problema.

La ciudadanía nos cataloga a un ritmo trepidante y cambiante por minutos, hoy estás guapo o guapa, mañana no lo estás tanto. Con solo una visión superficial de un líder o candidato a un gobierno el pueblo se hace una composición de figura pública acertada o errónea.

Dicen que la imagen personal a la hora de vestir más acorde a una persona es aquella con las que nos gustaría ser recordados el día que dejáramos de existir. Me parece una muy buena apreciación. ¿Qué dice tu forma de vestir de ti? Mucho, lo dice casi todo.

Hace unos años un estudio elaborado por la Universidad de Columbia y la de California, llamado «Las consecuencias cognitivas de la vestimenta formal» demostraba y decía que, al vestir de traje, la gente mejoraba sus aptitudes mentales y físicas, incrementaba su pensamiento abstracto, el cual es importante para la creatividad y el pensamiento estratégico.

Este estudio entre otras cosas venía a dejar evidente que la forma de vestir tiene que ver mucho con la autoestima y que la ropa es capaz de transformar nuestros estados mentales a la hora de afrontar un acto de comunicación, un discurso, una reunión u otro evento.

¿Entrarías a un edificio sucio y que se está derrumbando, con las ventanas viejas y la puerta de acceso rota? Seguro que no a no ser que no te quedara otra elección. La fachada es lo primero que se aprecia, en la imagen personal ocurre lo mismo.

La construcción de la imagen en política

La rapidez con la que la sociedad nos cataloga es abrumadora, tan solo de un vistazo nos puede enamorar una persona o nos puede producir rechazo. Una cara sonriente agrada, una cara enfadada distancia.

De ahí la necesidad de causar una muy buena impresión y a la primera. La primera toma de contacto con alguien deja una huella para siempre. Tanto es así que si en ese primer encuentro no dejas una buena imagen, es muy probable que no tengas una segunda oportunidad.

Cuando hablamos de proyectar una buena imagen no es obligado vestir en todo momento de manera formal o con maquillaje ostentoso.

Dar una buena imagen política es cuestión de dar una impresión de persona limpia y sencilla, dar una sensación de naturalidad.

Aquí no valen las excusas de que la gente opina o fiscaliza sin reparos. Es responsabilidad nuestra como representantes políticos preocuparnos por estar siempre en óptimas condiciones para dar una buena imagen política, social y personal.

La imagen política como estrategia de comunicación

¿Qué queremos transmitir? Formalidad, informalidad, seriedad, cercanía, alegría, confianza, extroversión, sea lo que sea tenemos que saber y estudiar bien que esperamos mostrar y que intenciones tenemos con nuestra marca política.

Piensa que son terceras personas quienes nos definen, aquí la empatía juega un papel fundamental. Si quieres gobernar para la mayoría, viste como la mayoría, habla como la mayoría, siente como la mayoría.

La ropa juega un papel esencial. Es capaz de seducir, de provocar, de dar formalidad. A través de ella tratamos de resalta nuestra figura, cumple con una función claramente estética.

En 33 milésimas de segundo una persona puede hacerse una composición en su mente de una fotografía que ha recibido. En solo un tercio de segundo podemos conectar para bien o para mal, luego, entre los siguientes treinta y sesenta segundos somos juzgados. No dejes al azar tu forma de comunicar políticamente a través de tu imagen, piensa quién quieres ser y a quién quieres agradar.

Y no solo es la forma de aparecer presencialmente a través de elementos como la ropa o los complementos. Puedes aparecer de manera impecable que poco después con un mal gesto o una palabra mal dicha, tirar todo por la borda. Se trata de crear un ecosistema personal de imagen política lo más equilibrado posible.

Protocolo e imagen pública

En el ámbito político se da muchas veces la circunstancia de representantes de lo público mostrando una imagen que va en una dirección y luego su forma de actuar gira a otros lugares de dudosa credibilidad, no es cuestión solo de llevar o no llevar una corbata.

El protocolo en la vida política sabe mucho de esto y cuándo hablas de estos temas con profesionales del sector, muchas veces asienten con angustia y tristeza. Piensan que se ha dejado un poco de lado al saber estar, al sentido común de la presencia personal, al compartir espacio desde diferentes formas de proyectar una imagen pública.

Nuestra imagen es única e irrepetible, nunca puede verse detrás de un disfraz. Cuantas veces no se oye eso de “que mal le queda esa chaqueta o ese vestido…” La comunicación política está en constante guerra con querer aparentar lo que no se es, al contrario, se trata de quitar aquello que es superficial, irreal y que a primera vista es artificial.

Chaquetas de pana, camisas ajustadas, pantalones por el tobillo, la música utilizada en comunicación política y asociada a un slogan, son algunos de los elementos que han marcado una identidad a muchos políticos de antes, también a los de ahora. En la marca política personal, el que puedan identificarte con un estilo de ropa, un color predominante o un complemento destacado, es importante para ser recordado y relacionado con una propuesta política.

Un atuendo puede dar imagen de modernidad, casual o desenfadado, de ahí a la importancia del estilo, siempre que tenga una voluntad de sobre ello y se adapte a la situación, al contexto donde se esté presente.

Mantener y cuidar la imagen es tarea diaria, exige cuidados y mucha precaución. Ningún político está exento de ver como la visita al supermercado del barrio, se ha convertido en un meme en las redes sociales. Una buena imagen tarda años en construirse, un segundo en arruinarse.

¿Quieres ser gobernante? Actúa como tal, incluso cuando no tengas a nadie al lado. Solo así garantizarás que estarás preparado o preparada para cualquier ocasión.

Proyectamos una imagen que va desde lo físico hasta lo impersonal. Es una imagen política que se va viendo rodeada de atuendos, complementos y otros elementos que pueden enriquecer a la persona. Por lo tanto, intenta hacer uso de ellos desde la comodidad, si estás cómodo ese estado se percibirá fácilmente por las audiencias.

La manera de vestir en la vida política

Las prendas que en la antigüedad sólo servían para cubrirnos, poco a poco y de manera progresiva, se convirtieron en elementos de diferenciación social y con sentido de pertenencia a una determinada comunidad. Vestir determinadas ropas es símbolo de estatus social o también puede indicarnos que tal persona pertenece a una cultura, lugar o etnia diferente.

La vestimenta cobra una especial relevancia en el caso de los políticos y políticas, tal es así que algunas personas cuentan con estilistas o asesores para mejorar su imagen pública. Estos profesionales de la imagen física y personal indican qué deben ponerse en cada momento, lo más apropiado dadas las circunstancias y lo más importante, qué es lo que queremos comunicar con nuestra manera de vestir.

Los políticos en sus apariciones públicas utilizan trajes de chaqueta y luego utilizan trajes más de sport o más informales para dar una imagen más cercana y familiar. Utilizan la vestimenta o forma de vestir, no para expresar su personalidad, sino para proyectar esa imagen que su público objetivo y electorado esperan percibir.

Claves para la gestión de la imagen en política

Para poner en valor esa ansiada imagen política tiene que haber un equilibrio y una coherencia evidente en nuestro mensaje y argumentario político. Para ello se hace uso de diferentes canales de información: La indumentaria y nuestra forma de vestir con sus formas y colores. La comunicación no verbal y el poder de los gestos. El físico que se tiene y se muestra a la sociedad, nuestra imagen corporal. La comunicación para verbal con la entonación, los silencios, la modulación y otros apartados de la voz.

¿Qué es la marca política personal? Aquello que dicen de nosotros cuando no nos encontramos presente.

Construir una imagen personal en política que sea aceptada y recordada durante el tiempo por la sociedad, es una cuestión de constancia. Más allá de un color o un sombrero, se trata de que no causemos rechazo o indiferencia.

Una buena imagen es aquella que está siempre acorde a la compañía y al momento.

Isaac M. Hernández Álvarez / Experto en marketing político y comunicación

 

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