La Operación Gedeón se dio a conocer por las propias víctimas. Allí se podía ver la precaria situación con la que intentaban defenderse de cuatro centenas de funcionarios de seguridad del Estado ese lunes 15 de enero.
Se pudo conocer que el grupo comenzó a vivir en el chalet un mes antes del asedio. Vecinos notaron su presencia porque los veían pintar las paredes. No sabían quiénes eran.
El 15 de enero el lugar fue clausurado. Quienes salieron antes de las 5:00 am no pudieron regresar a su inmueble hasta el anochecer. En la entrada de la urbanización en el kilómetro 16 de El Junquito, colocaron a funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), quienes se aseguraban que nadie pasara. Mientras tanto las detonaciones no cesaron hasta el mediodía.
Al día siguiente, todavía los funcionarios de la GNB controlaban el paso. A unos 50 metros de distancia se observó cómo quedó el lugar.
El balcón que estaba ubicado en el piso superior, en la zona lateral izquierda, fue el que sufrió mayor daño. Allí impactó el cohete lanzado con un arma antitanque portátil de origen soviético, conocida como Ruchnoy Protivotankoviy Granatomyot (RPG).
Un año después
A un año del ataque policial y militar que decantó en el asesinato de siete personas y dos supuestos funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana (PNB), el sitio del suceso quedó completamente demolido.
En diciembre de 2018, se fue hasta el lugar en El Junquito y se constató la destrucción. Habitantes del lugar relataron que poco a poco, miembros de las fuerzas de seguridad del Estado vendieron vigas y otros artículos que no sufrieron daños en la operación.
Un casco con un orificio, ropa interior, colchones y zapatos son algunos de los objetos que permanecen después de la devastación oficial. Todavía había cartuchos de balas de fusil.
El recuerdo
El camposanto es el lugar en el que se guardan los restos de los seres queridos. En el Cementerio del Este, municipio Baruta, quedaron los de Óscar Pérez, Abraham Angostini y José Alejandro Díaz Pimentel.
El 20 y 21 de enero de 2018 se efectuaron los sepelios, después pasear a los parientes por el rumor de que los cadáveres serían cremados. No hubo velorio. El gobierno no permitió que los allegados se despidieran de las víctimas de la masacre de El Junquito. Tampoco dejó que presenciaran el entierro.
A Abraham Angostini y José Alejandro Díaz Pimentel los sepultaron en la terraza 28-A del Cementerio del Este. Funcionarios de la GNB permitieron el paso de los dolientes cuando las urnas estaban bajo tierra.
Lo mismo ocurrió el domingo 21 de enero, cuando enterraron a Óscar Pérez en la parcela 42-A. Ese día, decenas de personas acompañaron el dolor de Aura Pérez, tía del exinspector; único familiar que informaba sobre los trámites forenses.
Allegados, amigos y admiradores se aglomeraron alrededor de él. Expresaron sus opiniones sobre lo ocurrido en El Junquito.
Una bandera de Venezuela, flores, cartas y estampillas fueron algunas ofrendas que dejaron sobre la tumba enterrada. Los asistentes incluso cantaron el Himno Nacional.
A un año de su muerte, el lugar está desolado. Sobre la tierra hay un bloque de cemento con el nombre del exinspector pintado en negro. Solo las estampillas religiosas quedaron con el tiempo.
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