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El especial de Navidad de ‘Doctor Who’ conecta los extremos de la mitología

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Hay una serie de tradiciones en Doctor Who que posiblemente nunca veamos corrompidas: el episodio especial de Navidad, preludio de lo que está por venir en la nueva temporada a estrenar en primavera, tiene que tener una temática… bueno, navideña. Y puede ser ligero, humorístico o desmitificador, pero si toca que un muera un Doctor para dar paso a otro, suele tener un cierto y lógico poso de gravedad. Todo ello se cumple en este estupendo episodio navideño de “Doctor Who”, con un añadido: Peter Capaldi no es el único que se despide de la serie.

Steven Moffat, showrunner de la serie desde hace siete años y guionista desde que la serie empezó su remodelación en 2005, también deja el timón del barco. Ningún fan puede negar que, pese a la extraordinaria labor de Peter Capaldi como Doctor y muchísimos momentos memorables en sus dos años como protagonista, la serie había perdido, en términos generales, algo de la brillantez de las etapas de Matt Smith y, sobre todo, de la de David Tennant. Era necesario un cambio radical.

Lo que sí se tiene claro es que este último episodio de su etapa en la serie, también escrito por él, es genuina diversión cien por cien “Doctor Who“, que se pliega a todas las exigencias enumeradas, pero que se permite alguna que otra sorpresa. La más satisfactoria, sin duda, es la aparición del primer Doctor, el que interpretó William Hartnell entre 1963 y 1966 y al que aquí encarna David Bradley.

Lo que hace Moffat aquí en este “Twice Upon a Time” es conectar los dos extremos de la mitología: el último Doctor y el primero se encuentran por un deseo común, muy humano: el no perecer. Ambos doctores se niegan a dejarse morir, por mucho que eso suponga revivir en otro cuerpo, y eso provoca una disrupción en el devenir del tiempo que les pone en contacto con un capitán inglés de la I Guerra Mundial y con la mismísima Bill Potts. También con los villanos (o no tanto) del episodio: el Testimonio.

Un episodio muy concurrido, pero que encuentra su identidad en los pequeños detalles y en el choque entre los dos Doctores. A veces toma forma de leve crítica hacia el lógico machismo que la serie respiraba en los años sesenta, tiene como fruto algunos momentos francamente divertidos

No son los únicos chistes que depara el encuentro: a la deliciosa metarreferencia de “Hace 709 episodios” con la que se abre el especial, se suma que Moffat se permite relativizar algunas convenciones del Doctor que acaban derivando en un entendimiento que no se expresa con palabras: el cascarrabias primer Doctor se queda estupefacto cuando comprueba que él mismo en el futuro será una fuerza del Bien, pero también de guerra, destrucción y pánico para muchas razas.

Tiempo de Navidad

El capítulo, sin embargo, está lejos de ser un espectáculo cerebral para fans. El corazón del episodio es puro Doctor Who: un concepto de ciencia-ficción -reactivar el tiempo, pero con un pequeño truco para propiciar la conclusión- pone sobre la mesa que a veces somos los humanos, a través de la compasión y el ingenio, los que propiciamos las mayores hazañas. En este caso, con inspiración en un suceso real de la 1ª Guerra Mundial, un milagro navideño traído aquí muy a cuento.

Del mismo modo, y como no podía ser de otro modo, la despedida de Peter Capaldi es muy emotiva: la aparición de Bill y Nardole, aunque tiene ese rollo espiritual que no siempre encaja del todo bien con la mitología del Doctor, funciona. Hay otra aparición sorpresa que cambia el canon reciente de la última temporada y que se siente un poco desaprovechada, pero es normal que Moffat lo quiera dejar todo atado y bien atado antes de partir.

Capaldi hace uno de los discursos de despedida más emotivos que se recuerdan, desde luego más climático y apropiado que aquella sorprendente transformación de Matt Smith en el propio Capaldi. Y también se siente como una pequeña advertencia de Moffat a su sucesor: los niños son los únicos que pueden conocer el verdadero nombre del Doctor. Parece más o menos evidente, para tranquilidad de todos, que “Doctor Who” nunca va a ser un espectáculo familiar.

El episodio en cualquier caso, no es perfecto: toda la historia del Testimonio, pese a que propicia un chiste magnífico: que el Doctor no sabe que hacer cuando no tiene enemigos, está mucho peor hilada que el trasfondo bélico-navideño, y ni se explica adecuadamente qué demonios hace ahí Bill Potts, por mucho que la idea de “los recuerdos son lo que mantiene vivos a los muertos” pasado por el filtro de la alta tecnología extraterrestre sea típica verborrea para whovians.

Pero los giros parecen un poco forzados y no se exprimen adecuadamente, posiblemente por el exceso de elementos como la navidad, dos doctores, reencarnación y companions que están en juego. 

Sin duda, la gran novedad de la nueva temporada será el Decimotercer Doctor, interpretado por Jodie Whittaker, y del que de momento, como es natural, solo hay rumores. El primer traje oficial del personaje, que se ha visto en imágenes pero no en este episodio, parece dejar claro que no se le va a sexualizar aprovechando su género, y va en consonancia con la diversidad que se deduce de su también recién presentado trío de companions.

Fuente

Espinof

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