Por su parte, Le Pen firmó este domingo su mejor resultado en unas elecciones, pero fue insuficiente para acceder al poder.
Macron superó el 58% de los votos pero vio cómo se evaporó parte de la ventaja que hace cinco años le permitió ganar la Presidencia. Ese dato muestra las heridas abiertas en un país por un periodo marcado por las crisis, desde los “chalecos amarillos” a la pandemia.
Otro signo inquietante es la baja participación, con una abstención en torno al 28%, la más alta en medio siglo en una segunda vuelta. De hecho, el nivel de abstención de esta ocasión es solo superado por las presidenciales de 1969.
Consciente de esas máculas, Macron se mostró modesto en su discurso, pronunciado frente a la Torre Eiffel, a la que llegó de la mano de su esposa Brigitte y rodeado de un grupo de niños entre las notas del Himno a la Alegría, el mismo himno europeo que eligió hace cinco años frente al Museo de Louvre.
El presidente limitó la ceremoniosidad de 2017 y reconoció que el resultado de esa noche pone de manifiesto “un país lleno de dudas”. En ese sentido, el mandatario francés prometió trabajar para darles una respuesta.
Se comprometió a “escuchar el silencio” de los abstencionistas y “la cólera” de quienes optaron por su rival y prometió abrir “una nueva era”. Eso tras asegurar que “dejó de ser el candidato de un partido para convertirse en el presidente de todos”.
Finalmente, Emmanuel Macron agradeció en su discurso a todos los militantes y voluntarios que lo acompañaron desde el principio de la campaña.
Con información de la EFE
