San Juan de los Morros.- Nos fuimos a la calle en busca de un personaje popular, patrimonio cultural, así encontramos a Héctor Figueroa “El Pollo”.
Sentado, a las escaleras de la Biblioteca Pública Central Rómulo Gallegos, en la avenida Bolívar de San Juan de los Morros.
Héctor Miguel Figueroa Carpio, ese es su nombre completo. Todos le decin “El Pollo” y algunos cercanos “pollilón”.
“Pollilón”, “El Pollo”, “El Juglar” o Héctor, como lo bautizó su madre, nació en la clínica Mérida, al lado del viejo Hospital Guárico, donde hoy funciona Fundacliu (calle Rivas) .
Nuestro entrevistado proviene de una familia de cultores y poetas, el asegura que salió teatrero.
“Cuando tenía ocho años me llevaron a la casa de la cultura y empecé a formarme con la profesora Carmen Joaquina Osio en 1968” cuenta “El Pollo”. “El profesor Gustavo Zeigler, me llevó jalado por una mano”.
Asegura que esa vena cultural le viene de su abuelo: el viejo Gregorio Carpio Fernández, una dinastía de cantantes.
Al preguntarle que hacía en la calle, responde que se encuentra en la avenida Bolívar “llevando la cultura a través de los libros”.
¿Dónde están las marionetas de El Pollo?
Las marionetas de El Pollo están en un pequeño letargo, yo pienso que con los 65 y pico que tengo, todavía me deben quedar 20 años”. Así crea la expectativa de que en cualquier momento vuelven a salir.
Nuestro personaje es crítico, se queja de que la cultura sea vista como una fiesta o agencia: “No somos una agencia de festejos, somos personas que enseñamos”.
La cultura en el suelo
Con nostalgia expone: “a mí me da tristeza cada vez que yo paso por la casa de la cultura Victor Manuel Ovalles y la veo en ruinas, un templo del saber cultural. Se nos está cayendo a pedazos”.
El Pollo revela que fue Gustavo Oval, un maestro de maestro, “el culpable de que yo sea marionetero”.
“Yo era cantante y Gustavo debía ir a Calabozo pero se enfermó y no había marionetero, yo agarre la marioneta y las baile” comentó este.
Asegura que “hay que nombrar en los cargos gerenciales de la cultura a personas que en realidad conozcan de la cultura, que sepan lo que nos duele y vivimos los cultores”.
¿Qué se siente ser un cultor y llegar a la vejez?
“Nos queda rezar, ver en nuestra casa la cantidad de placas que nos dieron y prácticamente morimos en la indigencia”.
Criticó la rosca que se apodero de los “espectáculos culturales”, denunció la falta de recursos.
Finalmente realizó un exhorto a los cultores: “Que no desistan, que sigan defendiendo ese don por encima de todo. Tenemos que ser cultores, no podemos quedarnos en la casa”.
Texto: Orlando Medina Bencomo
Fotos y video: Franklin Alejandro Medina y Manuel Peña
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