“Un lector vive mil vidas antes de morir.
Aquel que nunca lee vive solo una”
–George R.R. Martin–
Érase una vez una semilla tan preciada y poderosa, que la vorágine del tiempo la arrebató y la escondió en lo alto de una cima escabrosa, donde yace olvidada por la mayoría de los mortales.
Otrora, la lectura era la primigenia fuente, abrevadero de sabios y entendidos. También fue el principal medio de entretenimiento e información de masas.
Durante muchos años ostentó un puesto privilegiado, inflando las velas de nuestra embarcación rumbo a mares de aventuras e islas misteriosas, llevándonos desde el lecho marino hasta la superficie lunar, mucho antes de la invención de los submarinos y los cohetes, sin siquiera movernos de nuestro sitio.
La modernidad trajo consigo adelantos tecnológicos asombrosos. Se desdibuja la línea de la realidad, se acortan las distancias y nos acerca a la magia.
Sin embargo, no deja de ser verdad que el auge tecnológico dio paso a otros medios de entretenimiento y acceso a información más visuales, auditivos e inmediatos, que de a poco llevaron a la lectura a un lugar extraño.
Sólo pocos elegidos aún celebran el ritual sagrado de abrir un libro y descubrir el universo y sus maravillas.
Por ello, a propósito de la XX edición de la Feria Internacional del Libro de Venezuela 2024 (FILVEN), instalada en Calabozo, estado Guárico, recordamos que esa semilla escondida es uno de los legados más importante que podemos dejar a las generaciones venideras.
La lectura de libros es la piedra angular de la educación que la sociedad actual, con su ritmo acelerado, ha relegado a un plano secundario.
Pero los que conocen su alcance, los custodios de la palabra, saben que en ella reside un poder mayor a cualquier bomba atómica, las alas de la imaginación y la materia de la que están construidos los sueños.
Sembremos con amor y paciencia la semilla de la lectura desde temprana edad, cuando la tierra es más fértil y el camino y el horizonte infinito.
Al germinar, se convertirá en un árbol frondoso, cuyos frutos nos ayudarán en el tránsito por la aventura más grande que pueda emprender ser humano alguno: la vida.
J. M. Llerena
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