Digamos que se llama Rafael para proteger la identidad a este ilustre vate que goza del aprecio de la comunidad rosciana. Según el informante de la cola gasolinera, este personaje se había enamorado muchas veces, pero la última vez que lo flechó Cupido lo hizo con tanta fuerza que lo dejó tambaleando. Esa mujer se fue un día igual como llegó. Sin anunciar.
Este hombre de las letras se había acostumbrado tanto a esa dama que no sabía vivir sin ella y la primera semana que lo dejaron “como pajarito en grama” se la pasaba horas mirando el teléfono, esperando una llamada, pero el tiempo pasó y no hubo jamás ni siquiera un mensaje de texto. Rafael poco a poco se fue acostumbrando a esa ausencia infinita.
Cuando andaba con ella, le faltaba tiempo, pero ahora le sobraba. El asunto era qué hacer con el ocio. Cómo olvidar a esa mujer que le había marcado tan profundamente el alma.
Muchos intentan evadir la realidad, sumergiéndose en el alcohol, pero Rafael no tenía ningún tipo de vicios. Un día, cuando ya había perdido todo tipo de esperanzas, recordó que tenía una tarea pendiente. Siempre había querido sacar tiempo para leer y escribir. A partir de allí comenzó a dedicarle dos horas diarias a la lectura y a la escritura de cuentos, poemas y hasta comenzó a escribir una novela.
Rafael sentía que de golpe había despertado, tenía la disposición de plasmar sus memorias y explorar el recóndito mundo de la imaginación para escribir ficciones o realidades.
Aquí nuestro narrador se detuvo, se quedó mirando el horizonte como sintiéndose también poeta y esperó: “La ingratitud de ella nutrió su poesía y se convirtió en la fuente principal de su inspiración”.
De eso, ha pasado algún tiempo, pero cuando a Rafael le preguntan si olvidó a su adorado tormento, responde de manera entusiasta: “A ella le agradezco todo lo que estoy haciendo, porque me ayudó a encontrar la respuesta que buscaba desde hacía mucho tiempo. A qué vine a este mundo. Eso ya lo sé. Ella se fue, no sé dónde andará y le deseo lo mejor, pero siempre le voy a agradecer, ya que me dejó el más hermoso de los guayabos. Un guayabo literario”.
El Tubazo Digital – Ramón Figuera