Los Tubazos del Domingo / Los siete pecados y medio  del chavismo y la oposición

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pecados políticos

La cultura religiosa ha posicionado lo que se conoce como “Los siete pecados capitales”. La soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza, estos son los mencionados fantasmas que nos acompañan.

En el mundo político, que es el que abordamos en este espacio, hay más pecados, pareciera haber actores empeñados en practicar los siete pecados y contradecir nueve de los diez mandamientos.

Pecado 1: La soberbia

Muchos de los males que aquejan a las organizaciones políticas se generan a partir de la soberbia de sus líderes o sus militantes.

La soberbia es un sentimiento de superioridad, de uno mismo con respecto a los demás. El creerse el benefactor, el ungido, el poderoso, el necesario. Los soberbios compran partidos y se hacen más soberbios.

En ocasiones hay militantes que se creen imprescindibles y aseguran: “A mí me tienen que incluir, consultar o proponer”.

Quienes ejercen liderazgo o militen en política, tanto en derecha como izquierda, gobierno u oposición, pueden ser presas de este pecado. La soberbia no tiene ni ideología ni clase social.

En ocasiones, la soberbia está en quienes no ejercen poder, pero igual es maligna, pues no suman para crecer como equipo.

Los soberbios espantan, desmotivan, dividen y restan, al final, nadie los acompaña. Decía Francisco Rubio Bermejo que “La soberbia y el egoísmo son los padres de la soledad”.

Pecado 2: La envidia

El sentimiento más rastrero y arraigado en  los seres humanos, pareciera ser la envidia. Los políticos: militantes, simpatizantes y dirigentes, son seres humanos, en consecuencia, pudieran caer en este pecado.

En ocasiones envidiamos hasta sin darnos cuenta. La estrategia más implementada es esconder la envidia detrás de la supuesta crítica.

El ejercicio más difícil que se le puede poner a un activista político es que mencione aspectos positivos del oponente. La mezquindad y la falta de tolerancia, son como el tren para terminar envidiando.

Cuidado chavista y opositor, dijo una vez Miguel de Unamuno que “la envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual.

La envidia me lleva a la obsesión. La envidia convierte a mi adversario, dentro y fuera del partido, en la razón de mis acciones.

No se necesita tener poder político o riqueza para ser envidiado. De allí la razón de que la envidia se manifieste en todos los estratos.

Pecado 3: La victimización

Es un pecado vivir victimizándose, pues te lleva a producir lástima y a justificar tu derrota. La tendencia en algunos políticos, líderes y militantes es a victimizarse.

Para victimizarse se necesita crear un enemigo. Tal como lo plantea Joseph Goebbels en el principio número uno: El de simplificación y enemigo único.

Una manera de justificar nuestro fracaso, incapacidad o pereza es culpando a otro.

Es ya una constante escuchar a muchos: “es que estamos bloqueados, es que la sanciones, es que soy de oposición, es que me sabotean la gestión, es que no me ayudan, es que no tengo recursos”.

Sean ciertas o no las frases anteriores, no pueden ser usadas por siempre. Como dice una estudiante que tengo en la Unerg: “ay ya, bájale dos Lupita Ferrer”.

Pecado 4: La pereza

De pequeño, escuchaba a mi madre, para referirse a un perezoso decía: “ese muchacho es más flojo que la quijá de abajo?

En política los flojos aparentan no ser. Se vanaglorian del supuesto trabajo que hacen. Los flojos, en ocasiones se victimizan.

Un gobernante debe hacer gerencia y gestión y un militante impulsar luchas por el poder o por la gestión de sus líderes.

Pero cuando se es perezoso en política, se quiere estar “en la jugada”. El problema es que el perezoso es como el miércoles: atravesado. Ni lava no presta la batea.

Pecado 5: La critica sesgada

Etimológicamente el vocablo crítica, está derivado de la palabra criterio y de discernir. Un crítico separa lo bueno de lo malo y reconoce los elementos de lo criticado.

El pecado de algunos aprendices de políticos es que no son críticos, sino “criticones”, dicho en lenguaje coloquial: habladores de gamelote.

El criticón comete el pecado de no analizar. Solo escucha o ve, y lanza sus apreciaciones hormonales.

El criticón se cree culto, por el hecho de cortar y pegar frases. El criticón, al final, termina obsesionado con alguien o algo. Ante la necesidad de elementos que criticar, sino los tiene, los inventa.

Algunos criticones pasan cuatro años cuestionando a sus oponentes políticos. Se les va la vida en eso, no construyen ni organizan nada para derrotar al criticado.

Pecado 6: La falta de estudio

Mi amigo Ramón Figuera siempre cita en sus talleres de oratoria a Benjamin Franklin: “Es contrario a la buenas costumbres hacer callar a un necio, pero es una crueldad dejarle seguir hablando”.

El pecado de la ignorancia, en política, es producto de la falta de estudio, ausencia de compromiso e inexistencia de mentores.

Oposición y gobierno tienen en sus filas una juventud, y otros vejucones, que poco leen. Nada que ver con los cuadros formados en el pasado. Adecos y comunistas tenían las mejores escuelas para formar a sus militantes.

Definitivamente hay unos que son verdaderos cuadros. Tanto, que provoca colgarlos en la pared.

Pecado 7: La ceguera

El ciego en política es el que mejor ve. La ceguera en política es “selectiva”. Cuando nuestros líderes dicen o hacen acciones reprochables hacemos silencio. Pero cuando las hace el adversario, lo destrozamos.

Más directo: Criticamos a un gobernante por tomar como imagen a Drácula, pero aplaudimos a una que toma a una villana del cine como símbolo.

Si hacemos fiestas son buenas, si las hace nuestro adversario son malas.

Si los derechos humanos los viola otro país “enemigo”, los critico, pero si los viola el mío, “que apoyo”, me callo. La ceguera es tan selectiva que solo veo los huecos que les toca tapar a mi adversario.

La ceguera selectiva es producto del fanatismo, de la falta de formación y de la poca capacidad crítica de algunos aprendices de la política.

En política algunos se hacen los ciegos. Son incapaces de admitir que sus oponentes en gobierno también tienen aciertos.

La ceguera nos divide entre bueno y malos, entre honestos y corruptos, entre patriotas y apátridas.

Y un medio pecado adicional:

8 La genuflexión

En política abundan estos pecadores. Hay gobernantes que los detestan. El genuflexo es un traídor por naturaleza.

Hay tres tipos de genuflexos:

El que se guinda descaradamente. Se arrastra antes de guindarse. No tiene formación. Acepta ser maltratado y se consagra en su jaladera de mecate. Vive para eso.

El que jala educadamente. Disfraza sus palabras para congraciarse. Es más peligroso que el primero. Es un genuflexo con carrera. Tiene Postgrado en Prensar Testículos y Doctorado en técnicas para lisonjear y hasta cursos para vitorear y magnificar.

El que con una mano se guinda y con la otra engrasa la ubre para que más nadie se guinde. Secuestra la ubre. No deja que nadie jale. Quiere la exclusividad.

Aclaro

Que cada lector piense lo que desee, pero pueden estar seguros: No me refiero a ningún estado ni a ningún sector político en particular.

Creo en la política. Respeto a dirigentes curtidos. No creo que los pecados anteriores inunden nuestra política.

Solo son como manzanas podridas en un guacal de frutas sanas y prometedoras. Pero ya sabemos lo que pasa con una fruta dañada.

Orlando Medina Bencomo / El Tubazo Digital

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