“Hija, por favor, cierra las piernas. Se te ve hasta el alma. Y la tienes bien oscura, por cierto. ¿Dónde quedamos? Ah, ya. Entonces estos son los 12 pasos de una carpeta de producción. Para finales del semestre deben entregar la carpeta consolidada, el docurreportaje, el trailer y el afiche. Les quedan menos de 60 días… comienza la cuenta regresiva…”, dijo el Hombre pálido, colocando sus enormes y ensangrentadas garras delante de la cara –con las palmas hacia afuera, donde tiene incrustado los inquisidores ojos–, ante la expresión de terror de sus alumnos al ser arrojados, sin paracaídas ni red de seguridad, al vacío de la inexperiencia cinematográfica.
El juego del miedo
Cada paso, una etapa de “Saw, el Juego del miedo”. Sin embargo, contra todo pronóstico, llegamos al último: la crónica de la experiencia.
Especulamos. Nos debatimos entre si se trataría de un video o alguna suerte de exposición en el aula. La verdad nos tomó por sorpresa (teníamos que redactar un texto), sobre todo la extensión del documento que enviaron como ejemplo: 15 cuartillas.
Holgazanería y brevedad
Límites. El recuerdo de Borges y su terca brevedad llegó inequívoco: “Desvarío laborioso y empobrecedor el de componer vastos libros; el de explayar en quinientas páginas una idea cuya perfecta exposición oral cabe en pocos minutos.”
Borges nunca escribió una novela. Su campo de acción fue el cuento. Una bala. Un tiro. Afinar la puntería. Y si en algo he de equiparme –lo que no deja de ser una blasfemia– con el genio porteño, quizá sea en la holgazanería –la cual admitía sin complejos— de cara a una carrera de largo aliento.
Velocidad inicial cero
Luego pensé en Dylans Thomas. Al principio de la caída libre (cuando la velocidad todavía es cero porque se parte –o te arrojan– de la comodidad del reposo), dos fragmentos de poemas suyos –con el pretexto de realizar un “docurreportaje” (en nuestra existencia habíamos escuchamos semejante término) sobre la película Más vivos que nunca de 2017 del cineasta venezolano Alfredo Anzola–, revolotearon y me parecía que encajaban a la perfección en la analogía de la vida como circunferencia que se abre y se cierra en un mismo punto: niñez-vejez.
“La pelota que arrojé cuando jugaba en el parque aún no ha tocado el suelo”.
“No entres dócilmente en esa buena noche / Que al final del día debería la vejez arder y delirar”.
La fuerza gravitacional del primero viene del Lado oscuro del corazón, de Eliseo Subiela. El segundo, de Interstellar, de Christopher Nolan. Pese a esto, de manera natural, se descartó el uso directo de estos fragmentos en la producción, aunque, sin duda alguna, estuvieron involucrados en su concepción.
Más vivos que nunca
Más vivos que nunca es más bien una comedia con tintes dramáticos y protagonismo coral. Trata de un pintoresco grupo de adultos mayores que se embarcan en la aventura de sus vidas: tras la muerte de la compañera más querida por todos, roban sus cenizas y escapan del hogar de retiro donde están recluidos.
Viajan por las carreteras venezolanas haciendo de las suyas en un viejo convertible mientras son perseguidos por sus familiares y la policía. Movidos por la amistad y sus luchas personales, deciden cumplir el más grande anhelo de su amiga fallecida: volver al río y al pueblo de su infancia.
Con los ojos vendados
Al comienzo –en esto de 12 pasos de una carpeta de producción– había algo familiar y novedoso a la vez. Lo de familiar puede que provenga del bagaje, de la cultura literaria-fílmica, inclusive de la música misma. Lo novedoso, de lo incierto de adentrarnos en los entresijos del séptimo arte con los ojos vendados.
La idea
No obstante, el primer paso (la idea), no tuvo ciencia. El ejemplo que nos tocó en gracia fue un docurreportaje sobre la película silente “The Kid (1921)”, de Charles Chaplin. Copiamos, casi al carbón, el modelo del ejemplo y listo.
Fácil. Hasta aquí éramos inocentes. En realidad, aún no sabíamos qué rumbo tomaría todo esto. Ni siquiera habíamos visto la película que se nos asignó.
El esquema aristotélico del engendro
Lo del esquema aristotélico, aplicado a un docurreportaje (aún suena a trabalenguas), era otro cuento y, de entrada, prometía ser una pesadilla.
Comprendíamos lo de los tres actos y dos puntos de giro en una historia convencional de ficción, pero en un engendro producto de la cópula entre un documental y un reportaje (¿Cuál la hembra? ¿Cuál el macho?), no.
En este punto no quedó de otra: tuvimos que ver la película (la nuestra y la del ejemplo). Ya no se podía seguir engañando al universo. El primer intento de esquema aristotélico nos dejó satisfechos. Pero el Hombre pálido lo rechazó. Se reordenó la estructura, recortamos texto e indicamos qué sería material propio y qué material de archivo. En este caso, la segunda fue la vencida.
Hielo delgado
Así que el camino, hay que confesarlo, comenzó a tientas. No imaginamos que el paso anterior repercutía en el siguiente. Entonces se debía caminar con cautela sobre hielo delgado para que las decisiones de hoy no complicaran el mañana. Desde luego, como pasa la mayoría de las veces, lo aprendimos a los golpes.
La sinopsis
En la sinopsis había que ampliar lo que sin mucho conocimiento empezamos en los pasos previos. Se agregó un poco más de información sobre cada acto y los puntos de giros. No estábamos muy seguros de cómo se iba a cumplir con todo lo que prometíamos hacer, es decir, de cómo lo llevaríamos a imágenes.
Guión literario
Pasamos al guión literario. Esta fase se trató de investigación y recopilación de datos sobre la vida de Anzola y su película de 2017. La estructura general del audiovisual debía quedar establecida aquí.
De nuevo nos apegamos al ejemplo de The Kid. Colocamos dos talentos al frente. Dividimos el guión en ocho partes. Comenzaríamos con una introducción al cine venezolano, de ahí pasaríamos al argumento del film, luego a la vida de Anzola y después a la ficha técnica. Para la última escena, se nos ocurrió hacer un contraste entre la película y la realidad de los adultos mayores en las calles (La otra historia).
El Hombre pálido (tic tac)
Se acordó ceñirnos a un esquema sencillo pero sólido. Las aspiraciones artísticas rodaron por el piso: el martilleante tic tac del Hombre pálido resonaba en Facebook con un desconcertante eco a C4, y no nos arriesgaríamos a que nos estallara en la cara.
El casting
En primer lugar, escogimos a Carleane para estar ante la cámara. Daniela se incorporó más tarde al equipo, ya avanzado los primeros pasos de la carpeta de producción. También la conocíamos y la habíamos visto exponer. La dos se desenvuelven muy bien. Se les hizo un par de pruebas y de inmediato quedaron seleccionadas para los roles protagónicos.
Locación
De antemano –sin ningún tipo de consenso, como en una especie de pacto tácito–, el equipo sabía que la universidad sería el sitio para rodar las escenas de Carleane y Daniela.
Por cuestiones prácticas se convino en un lugar tranquilo, accesible para todos y que no supusiera mucha logística para el traslado. Los alrededores de la concha acústica nos brindaron el espacio idóneo para el proyecto.
Guión técnico
A esta altura el trabajo sobre The kid dejó de ser nuestro modelo a seguir. A partir de aquí el ejemplo resultó ser un drama de un semestre avanzado con escenas de mayor complejidad, lo que nos descolocó un poco.
Nos sobrepusimos y tomamos una ruta segura pretendiendo imitar el estilo documental de Deutsche Welle. Colocamos una cámara en ángulo frontal delante del talento y otra lateral que grabaría de perfil, ambas en plano medio. Luego jugaríamos con acercamientos y cambios de cámara para dinamizar las escenas.
Guión gráfico
El storyboard… la tarea más abrumadora de todas. No por lo los dibujos. Entendimos que para elaborar un guión gráfico no es necesario ser Miguel Ángel. Si un director de la talla de Martin Scorsese dibujó sendos mamarrachos para Taxi Driver, entonces saber dibujar es lo de menos.
El problema en sí consistía en poner orden a todo aquello: planos, ángulos, encuadres, decidir dónde introducir el material de archivo, la duración de cada plano en pantalla, sincronizado con el discurso del talento, descripción de las imágenes, etc. Al final se logró y seguimos adelante.
Equipo técnico
Para la obtención de las tomas contamos con equipos técnicos más bien humildes en comparación a una producción de envergadura: un par de teléfonos harían las veces de cámaras, otro para el audio y una laptop con la que posteriormente se procesarían las imágenes y el sonido. A último momento utilizamos el micrófono de unos audífonos para capta con mayor fidelidad las voces de los talentos.
Personal técnico y plan de rodaje
Llegados los días de rodaje, todos estaban claros en sus roles. La grabación de las escenas fluyó sin mayores contratiempos. Hubo una que otra contrariedad, pero nada fuera de lo normal.
A decir verdad, se hizo fácil y rápido. Pensamos que salió así debido a la planificación y que el personal técnico, aparte de mantener una buena química, actitud y disposición, estaba bastante familiarizado con el guión y el proyecto en general desde el principio.
La otra historia
La otra historia… La parte final del docurreportaje es la favorita de todos. La cereza del pastel. El blanco y negro, la música… Al comienzo del proyecto se pensó en un discurso con matices de crítica social en voice over. Luego escribí un poema (Historial del ocaso) en sustitución del discurso. Después volvimos a la idea primigenia pero esta vez insertaríamos el discurso en forma de texto entre las tomas de los adultos mayores.
Historial del ocaso
En las calles de cualquier ciudad
Un señor muy viejo se adentra sin prisa en el ocaso
con la resignada calma del que espera
y nunca ve llegar lo esperado
A pesar de las grietas profundas que le surcan el rostro
se advierte cierto destello infantil en sus ojos
Hay un alma joven ahí dentro
Sólo que el peso de los años
le ha curtido la piel y doblegado la espalda
Con la paciencia que otorgan los muchos amaneceres y puestas de sol
Sigue su camino de espinas y rosas
Sonríe y sueña
Pero nadie lo nota.
La serpiente se muerde la cola
Otro momento memorable del docurreportaje es la transición de la niña que corre en cámara lenta hasta salir de cuadro. Está cargada de simbolismo: la serpiente que se muerde la cola, la desembocadura de la vejez en el mar de la niñez. La sensación de libertad que produce reconectar con nuestro niño interno. Y Carleane sella la idea con una sentencia al abrir la escena inmediata: “La vejez es un boleto de vuelta a la niñez”.
El trailer
Elaborar el trailer debía ser sencillo. Después de todo la película ya estaba lista. Resultó un reto mayor condesar siete minutos y medios en 30 segundos. Barajamos varias opciones hasta que conseguimos un hilo del cual tirar. La primera versión alcanzó los 38 segundos con una imagen final que luego descartamos. El recorte nos colocó en 33 segundos. Nos pasamos del tiempo estipulado, aun así, aprobaron el promo.
Florecita
Cuando se capturé la foto de “Florecita” –él mismo nos dijo que lo mientan así por la alfombra de florecitas rojas sobre las que se posa–, el señor que aparece al final del docurreportaje, supe de inmediato que esta imagen se convertiría en el afiche de la película que, dicho sea de paso, nos parece hermoso. Además, capta en pleno la esencia del mensaje social.
El primogénito y los cambios que conlleva la paternidad
Nuestro primer docurreportaje (ya la palabra es dócil, cercana, nos domesticó)… La parte documental busca exponer lo trascendental de la obra de Anzola. La parte correspondiente al reportaje acercar la temática de su película a la realidad de las calles.
Varias cosas cambiaron sobre la marcha. Otras no. Algunas que fueron omitidas volvieron. Otras que no se habían pensado aparecieron. Y algunas que se deban por sentadas, se descartaron –supongo que los procesos creativos son un reflejo de la vida misma–. Lo cierto es que nos sorprendió que el producto final quedara tan parecido a lo planeado.
Nuestro primer docurreportaje… construido sobre la base de las producciones profesionales. Acaso tenga sus detalles, pero es nuestro primogénito, y como todo padre, estamos orgullosos de él.
Tiempo de vuelo
Al final la caída libre resultó gratificante. Sobrevivimos al salto al vacío, al empujón del Hombre pálido. Remontamos el vuelo. Ganamos experiencia. Soportamos la presión. Hace años se dijo por allá en la Cámara de los Comunes: “ofrecimos sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”. Nosotros también, y en honor al cine venezolano, descubrimos que hoy día está más vivo que nunca.
Yeimys Javier Martínez
Docurreportaje Más vivos que nunca: