La puesta en escena británica fue prometedora. Con Lingard, Dele Alli y Sterling desbordando por velocidad, convirtieron en figura a Hassen, el meta tunecino, que se dejó el hombro en el intento. Dos salidas y dos paradones que desembocaron en el cambio, nada más recibir el 1-0.
Sacó un balón imposible a Stones, pero Kane lo rebañó y colocó el primero. De profesión, sus goles.
Ya mostró Túnez ante España que es un equipo con oficio y vigor. Se sostuvo como pudo en el juego aéreo defensivo, donde Inglaterra creó mil problemas, y creció con la pelota.
Ben Youssef, hasta entonces en la derecha, sorprendió al final de una larguísima jugada de posesión tunecina y apareció por la izquierda, a la espalda de Walker, que soltó un manotazo absurdo. Penalti claro que transformó Sassi con calidad, casi sin carrerilla.
A Southgate se le presentaba un problema notable para el segundo tiempo. Era difícil generar más para tan poco premio. Además, Maaloul dio una vuelta de tuerca a su equipo y la línea de tres centrales afirmó más a Túnez, descolgando a sus dos hombres de más calidad, Sliti y Khazri.
A Inglaterra le lastraba además que su futbolista diferente, Dele Alli, renqueó desde la media hora. La mejor solución para llegar era Trippier, un tiro por banda derecha.
La entrada de Rashford descongestionó el atasco de los pross, que al fin tenían alguien entre líneas para generar alboroto. Paredes cortas, aperturas… Sin ocasiones claras salvo un golpe franco directo malgastado por Young en el tramo final, Inglaterra se veía en aprietos, con un grupo apretado que termina frente a Bélgica.
No lo permitió Kane. Le bastó un córner, una segunda jugada para buscar su espacio y conectar el cabezazo definitivo, junto al poste. Inglaterra tiene un nuevo héroe. Un huracán. Harry Kane.
Fuente
José María Rodríguez