Home Circunstancias guariqueñas SAÚL SIVIRA / “El delirio de un político” Capítulo VII

SAÚL SIVIRA / “El delirio de un político” Capítulo VII

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Ya habían terminado con mucho éxito las Tradicionales Fiestas de pueblo de las Mercedes del Llano. Los alborotos de visitantes y gente desconocida habían desaparecido. Todo permanecía en total silencio.

La larga sequía por falta de lluvia se hacía sentir y el agobiante calor desesperaba a las pocas personas que tenían que caminar por aquellas desoladas calles polvorientas. El sol inclemente castigaba la escasa vegetación verde. Muchas de las lagunas se habían secado, el pasto estaba reseco y se observaban incendios forestales que hacían más insoportable la temperatura.

Gumersindo tenía que buscar el poco ganado que quedaba a la quebrada donde quedaban algunos pozos con agua para el mismo, doña Flor se había levantado muy temprano como de costumbre y ya preparaba el balde y la totuma para ayudar en la tarea del ordeño.

__ Pásame esa totuma mijito pa´ver si le saco un poco de leche a esta vaca, así se expresó Doña Flor dirigiéndose a su hijo Cambocho.

__ ¡Apurate muchacho el carajo! Que este animal esta intranquilo, parece que tuviera sed, debe ser que se terminó el poquito de agua de la quebrá.

Cambocho estaba distraído jorungando una cueva de bachacos que entraban y salían cargados de pequeñas hojas, dio un salto con el grito que le pegó su mamá y de inmediato salió corriendo a buscar la totuma.

En su loca carrera tropezó con un tronco de madera que estaba soportando la pared de la cocina, dio un traspiés y fue a parar contra una mata de mamón que había sembrado su abuelo en el centro del patio.

El muchacho pegó un grito de dolor y se llevó la mano a la boca, siguió gritando desesperado al verse la mano llena de sangre. Doña Flor preocupada por los gritos y el llanto de su hijo, se acercó a este y le dijo en voz consoladora:

-¡Ven acá mijito! ¡Déjame ver que te paso! Enseguida le abrió con cuidado la boca al muchacho y observó que el hilo de sangre salía de un diente que faltaba. Doña flor un poco triste y desconsolada exclamo-.

-¡Ahora si te acomodaste mijito! Negro, feo y sin diente.

Doña flor tuvo que buscar la totuma y el balde ella misma y se dirigió al corral para ordeñar las vacas y preparar la leche para la  venta.

Lucerito… lucerito, con esta tonada empezó a acercarse a la vaca que permanecía en el corral. Apenas había sacado dos totumas de leche, llamó a su marido Gumersindo y le coment´ó con voz de tristeza:

– ¡Que te parece viejo! Ya lucerito esta vieja, fíjate que ya no produce la suficiente leche para la casa y mucho menos para la venta. Hemos tenido que vender algunas vacas lecheras para poder comprar ropa y alimentos.

Si la cosa sigue así vamos a tené que vendé todo y mudarnos pal pueblo. Yo puedo lavá y planchá rapa ajena, mientras tú te buscas un trabajito con esa gente que viene de San Juan. Menos mal que ya el Coporo está trabajando con ellos. Aunque cada vez que me acuerdo de él, me da una gran tristeza porque desde que se fue no nos ha venido a visitar y yo no sé si me lo están tratando bien. Cada vez que cocino paloapique me dan ganas de llorar y le aparto un plato con bastante queso como a él le gusta.

Don Gume interrumpió la conversación y dijo:

Está bueno vieja, si sigue con esos recuerdos me va hace llorar a mi también.

Agarró otra totuma y se puso a ordeñar otra vaca para completar los litros de leche.

Los gallos intensificaban su canto: Kikiriki…. kikiriki…. kikiriki. Gumersindo tenía por costumbre levantarse cuando los gallos iniciaban su canto. Todavía la oscuridad reinaba el ambiente, los perros ladraban sin cesar como si algún extraño se acercara con malas intenciones. La mayoría de los pobladores del lugar tenían la creencia de la aparición de fantasmas, duendes, ánimas solas y la llorona. Por eso cuando los perros ladraban con mucha insistencia con el aullido, decía:

¡ Ay mi dios bendito, aleja a ese espanto de esa humilde y cristiana vivienda.

Protégenos de todo mal, amén!. Los perros estuvieron ladrando toda la noche ella no podía conciliar el sueño.

Don Gume se dio cuenta de que doña flor estaba un poco rara y le preguntó:

Mira vieja que te pasa? Parece que amaneciste arrecha.

No mi viejo yo no estoy arrecha y con usted mucho menos. Lo que pasa es que esos perros no me dejaron pegá los ojos con sus ladridos.

Tuve que pararme a media noche a ver qué pasaba pero me dio miedo y me volví a acostar, no lo quise llamar a usted para que no se estrasnochara porque yo se que usted madruga y tiene que viajar al pueblo bien tempranito.

Doña flor montó una olla de café y lo coló. Agarró una taza de peltre le sirvo al guayoyo al viejo Gume, el cual soplaba para enfriarlo un poco y se paseaba por el patio observando a las gallinas y a los cochinos para ver si estaban completos.

Regresó a la cocina y dijo:

– Parece que ladrones no eran porque los animales están completos.

Se metió la mano en el bolsillo sacó un trozo de tabaco en rama y mordió un pedazo, el cual empezó a masticar con mucha energía hasta suavizarlo y agarrarle el sabor. Lanzó dos escupitajos en señal de que la tarea estaba lista y se dirigió al corral para comenzar su faena de todos los días: El ordeño, mientras ordeñaba las vacas pensaba en la falta que le hacia el Coporo, desde que se marchó para la ciudad no dejaba de quejarse con su mujer que tenía mucho trabajo y el solo ya se sentía muy cansado con toda esa carga, con los hijos pequeños todavía no podía contar porque no hacían las cosas bien.

La mayoría de las veces para olvidar tantos problemas, se compraba dos botellas de aguardiente y se las tomaba cuando regresaba del pueblo o algunas veces regresaba con una soberana pea. Doña Flor no descansaba insultándolo pero este no le ponía atención y al final terminaba dormido sobre un banco de madera.

Habiendo repartido la leche, el suero y el queso de mano que le habían encargado sus clientes. Recibió el pago pendiente de la semana y muy contento porque se desocupó bien temprano, se dirigió al bar de Termocelis y esperó hasta el mediodía que abrieron para comprarse una botella de aguardiente. Mientras esperaba observó una concentración de personas con franelas y gorras blancas alrededor de la plaza bolívar. Otro grupo rodeaba a un conjunto de arpa de los hermanos Loreto que acompañaban a Domingo Reina, Ángel Ávila, Braulio Palma, Rafael Matos, Julio Pantoja, Mario Parra, Freddy López, Javier Jaramillo en un sabroso contrapunteo.

En la avenida principal de entrada al pueblo se encontraba un camión equipado con cornetas de alta potencia y un locutor anunciaba la llegada del gobernador del Estado Guárico para la inauguración de la nueva avenida de entrada al pueblo.

Gumersindo se quedó como paralizado por los lujosos carros negros que desfilaban acompañando al gobernador que saludaba a los habitantes del pueblo que asistirán al acto. Su rostro brilló de alegría al ver el hijo de Elauteria que manejaba uno de los carros que acompañaban al gobernador. Enseguida pasó por su mente encontrarse con su hijo Caporo y poder abrazarlo, hablarle de su mama y sus hermanos y darle la bendición que tanto le hacía falta.

Como pudo se metió dentro de aquella concentración de mucha gente que hablaba sin parar, otros gritaban, otros aplaudían. Empezó recibir empujones de la gente que se empeñaba en saludar al Gobernador. Con mucho fuerzo logró llegar hasta la tarima principal y trataba de apoyarse en la punta de los pies para ver si localizaba al hijo de Elauteria para preguntarle porCoporo. Había mucha gente y personal de seguridad que no dejaba acercarse a la tarima a los desconocidos. Una vez terminado el acto, logró acercarse hasta uno de los carros negros que estaba ubicado por detrás de la tarima y al acercarse observó que bajaban el vidrio del lado del chofer y frente al volante estaba el hijo de Eleuteria que esperaba por los diputados que acompañaban al gobernador.

Gumersindo con una cara de sorpresa y alegría, exclamó:

¡Hola Mijito! ¿Dónde está mi Coporo?

El hijo de Eleuteria lo saludó con un tono seco y frío

_ Hola Don Gume. Su muchacho está bien, trabajando mucho.

_ Pero – pero no vino con ustedes, respondía asustado Gumersindo.

No, Don Gume- ayer tuvo que acompañar al pelón a una reunión en Santa Rita y Cabruta deben regresar hoy para reunirse con la gente del sindicato lo más seguro es que se reúnan con el gobernador después del mediodía, los organizadores de la visita del gobernador le tenían preparado una ternera a la Llanera con un brindis en una finca en las cercanías del pueblo. Gumersindo al oír esta información, se olvidó de la bicicleta y se montó detrás de una camioneta que trasladaba a los militantes del partido al sitio del agasajo.

Gumersindo comió y bebió hasta más no poder.

Cómase este otro pedacito de carne asá que está bien cocío- le dijo Negro Sato que era el encargado de la ternera.

No mi compai, yo estoy muy jarto respondió Gumersindo y continuó hablando.

– yo, lo que tengo son unos retorcijones de tripa y ganas de vomita

Alrededor del sitio donde asaban la carne que era el más concurrido, se podía observar a Anicasio, a RatónCojuo y Sinforoso que peleaban cada uno con un trozo de costilla tratando de quitarle hasta el último pedacito de carne. Ya el hueso se veía blanquito y los tres amigos continuaban chupándoselo.

Gumersindo continuó quejándose de los dolores de barriga y de pronto dijo Ratón Cojuo:

  • Apártese compaiAnicasio que le salpican las patas. En ese preciso momento Gumersindo no pudo contener el hipo se fué en vómitos.
  • Déjalo que vomite pá que se le pase la pea- dijo Sinforosotratando de controlar la situación.
  • Bueno vale llévatelo pál monte que aquí cerca de los asadores no puede está.

Una vez que Gumersindo se recuperó, preguntó entre asombrado y perdido.

  • ¿Dónde está mi bicicleta y las botellas?

Ninguno le pudo dar respuesta. Sin embargo el RatónCojuo que oyó la pregunta respondió

  • Bueno compaiGume por lo que yo vi usted no trajo bicicleta para acá, no será que la dejó donde Termocelis o en la plaza?

Gumersindo muy preocupado buscó en los alrededores de la finca y no encontró nada, sin decir nada buscó el camino y empezó a caminar hacia el pueblo.

Los amigos que le acompañaban comentaron:

  • Y parece que se va a ir a pie pal pueblo?
  • Déjalo que se vaya, porque seguro que Doña Flor lo está esperando pá formarle un peo y no te ectrañes que lo corra de una vez.
  • Ese viejo cuando toma caña se pone irresponsable y sinvergüenza.

Gumersindo en su larga caminata, se veía cansado, sucio, demacrado, despeinado y con un fuerte olor a cebolla picante producto de la ropa sudada. Llegó a la plaza Bolívar ya entrada la noche y empezó a dar vueltas en busca de la bicicleta y no observó nada. El bar de Termocelis y estaba cerrado y se observaban algunos borrachos recostados de la pared con una carterita de aguardiente. Uno de los borrachos que llamaban Joso preguntó:

  • Si busca caña, en la calle no va a conseguir!.. y soltó una carcajada.

Pregúnteme que necesita y yo le vendo y con la mano izquierda sacó una carterita de aguardiente que tenía sin destapar en el bolsillo del pantalón.

De repente Gumersindo se acordó que en el día había cobrado el dinero de los clientes y con mucho nerviosismo se metió la mano en los bolsillos y empezó a buscar desesperado. No consiguió ni un centavo, su preocupación aumentó y le entró un intenso frio en el cuerpo con fuertes temblores, empezó a pensar como presentarse a que la vieja Flor sin bicicleta y sin dinero.

  • Ahora si me terminé de joder, murmuró en voz alta como buscando apoyo

No podía creer lo que estaba sucediendo y su preocupación aumentaba y no sabía cómo presentarse en su casa.

Doña Flor se cansó de esperar, ya entrada la noche se puso a rezar y le pidió al Todopoderoso que protegiera a su esposo para que no le pasara nada malo. Estaba muy nerviosa y cada vez que oía un ruido pegaba un salto y miraba para todos lados con la esperanza de que apareciera Don Gume sano y salvo.

Los perros comenzaron a ladrar muy seguido y esto llamó la atención de Doña Flor que se levantó y prendió la vela para buscar la linterna y se asomó con miedo por la ventana tratando de visualizar que pasaba. Cuál sería la sorpresa de doña Flor al ver que el forastero que se acercaba era su esposo. Apenas podía caminar y su aspecto era de terror, parecía un propio loco de carretera. Doña Flor horrorizada le preguntó:

  • De dónde vienes a esta hora? ¿Dónde dejaste la bicicleta y las botellas de leche? ¿dónde está el dinero de los clientes?
  • Anda contesta, pedazo de sinvergüenza.

Don Gume permanecía cabizbajo y con la mirada perdida, buscaba una excusa para no hablar, pensaba morirse por haber defraudado a su familia.

En ese momento doña Flor muy alterada pegó un grito:

  • ¿Qué vaina es la que te pasa? ¡Carajo!, ¿es que también te cortaron la lengua?.

Gumersindo no respondió, siguió cabizbajo, casi inmóvil mirando hacia el piso con la quijada apoyada con las dos manos y esperando la última palabra de doña Flor.

  • ¡Recoge tus cachivaches y tu chinchorro y te vas pal carajo!

… pero don Gume continuó como paralizado y estas palabras nunca las llegó a oír.

El gobernador y su comitiva continuaron celebrando hasta altas horas de la noche.

El dueño de la finca había perdido la cuenta de las botellas de whisky que se habían tomado, temprano le di la orden que guardara unos asadores para la gente que vino de San Juan.

  • Pásame ese asador le dijo el dueño al Negro Sato que volteaba la brasa para que la carne no se quemara
  • Le voy a preparar este pedazo que está jugoso, contestó el negro Sato
  • La gente de por aquí dicen que el gobernador le encanta la carne en vara

Rodolfo que trabajó en la campaña con el equipo que lo apoyó en las Mercedes, miró a su alrededor para asegurarse de quien lo oía y dijo:

  • Tu lo dirás jugando que le gusta la carne en tolete, pero la verdad es que cuando se pasa de palos el tipo cambia y como que empieza a comportarse un poco raro.

Continuó hablando Rodolfo que tenía el chisme más fresco.

  • Esos son rumores de pasillo en la Casa de Partido en la Contraloría y en la Asamblea Legislativa. Ese es el último comentario del día, el peón de la finca recibió una orden del dueño y empezó a colgar chinchorros en el largo corredor. Una voz fuerte con voz de mando se oyó al final del corredor.
  • ¡Su chinchorro de moriche está listo en el cuarto principal con mosquitero para las plagas señor Gobernador!

En vista de no oír respuesta preguntó a unos de los diputados que permanecía despierto con un vaso de whisky.

  • Y el gobernador?
  • Yo creo que se marchó para el pueblo, su secretaria le había hecho la reservación en un hotel del pueblo.

Rompiendo con el silencio de la madrugada se oyó el ruido de un motor y unas luces incandescentes alumbraban el oscuro patio de la finca.

  • ¡Mira quien acaba de llegar! Dijo Edgar R que estaba pendiente de todos los movimientos de los invitados.

Se acababa de estacionar una camioneta color negro con placas oficiales de la Asamblea, el chofer se bajó y le abrió la puerta al personaje sentado en el asiento trasero.

  • ¿Desde cuándo tanta amabilidad del chofer?, preguntó Mario que formaba parte del pequeño grupo que permanecían despiertos.
  • ¡Mira Mario! Y que insinúas tú con ese comentario, preguntó Edgar que estaba muy atento con la conversación.
  • Yo no estoy inventando nada, se defendió Mario.
  • Lo que pasa es que la gente habla mucho y hay un comentario en el pueblo que para formar parte del gabinete del gobierno hay que ser del otro lado.
  • ¿Cómo es la vaina?, preguntó Luis D., que se estaba durmiendo pero se despertó al oír aquel comentario. Limpiándose los ojos como para terminar de despertarse hizo otra pregunta:
  • ¿Qué para trabajar en la gobernación hay que ser pato?
  • Bueno compita yo no estoy seguro, contesto con voz pausada Eleazar que no había hablado en toda la noche.
  • Yo estuve en una entrevista la semana pasada y el tipo que me atendió era medio raro, me hizo varias preguntas y tenía una volteadera de ojos y unos gestos muy afeminados. Fíjate que llené la planilla de solicitud de empleo y todavía no me han llamado, será que no cumplí con las poses de pato que ellos necesitan… todos soltaron la risa. Ja..ja..ja..ja. Eleazar continuó hablando sin parar como para desquitarse de todo el tiempo que estuvo callado.
  • Volviendo a la conversación del tipo que acaba de llegar, usted cree que forme parte de ese equipo?
  • No señor, yo creo que no, respondió con mucha autoridad Luis D., y continuó hablando:
  • Ese tipo tiene aquí en el pueblo una fama de mujeriego, figúrate que aquí en Las Mercedes comentan que vive en una sola casa con la mamá y lasa dos hijas que están bien buenas, pero hay otro comentario de los lenguas largas, que dicen que el tipo lanza un tito al gobierno y otro a la revolución, yo no sé si eso son habladurías de sus enemigos políticos para eliminarle y restarle credibilidad, o si la cosa es verdad.- ahora con eso que acabamos de ver de que los choferes le abren hasta la puerta, no nos extraña que se haya contagiado ese equipo de locas que forman parte del gabinete incluyendo al gobernador, y para finalizar la maratónica conversación Luis D. recalcó:
  • Bueno, recuerda el refrán que dice: “Dime con quién andas y te diré quién eres” y la gente dice: de que se pega se pega.
  • Saúl Sivira

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