Este domingo 18 de febrero de 2018 se celebra el Día Internacional del Síndrome de Asperger, así viene sucediendo desde hace once años, cuando en el 2007 se celebró por primera vez.
El sujeto afectado muestra dificultades en la interacción social y en la comunicación de severidad variable, así como actividades e intereses en áreas que suelen ser muy restringidas y en muchos casos estereotípicas.
Se diferencia del trastorno autista en que en el trastorno de Asperger no se observa retraso en el desarrollo del lenguaje, no existiendo una perturbación clínicamente significativa en su adquisición. No hay retardo, por ejemplo en la edad de aparición de las primeras palabras y frases, aunque pueden existir particularidades cualitativas (por ejemplo gramaticales) que llamen la atención, así como una preservación generalizada de la inteligencia.
Aunque la edad de aparición y detección más frecuente se sitúa en la infancia temprana, muchas de las características del trastorno se hacen notorias en fases más tardías del desarrollo, cuando las habilidades de contacto social comienzan a desempeñar un papel más central en la vida del sujeto.
No muestran problemas al hablar y no tiene por qué haber problemas gramaticales, sin embargo se presenta de forma notable en las relaciones con el resto de las personas, donde tienen dificultades. Estamos hablando de una discapacidad social.
En opinión de ciertos profesionales de la Psicología, algunos niños diagnosticados a temprana edad tienden a ser sobreprotegidos por sus padres y terminan maximizando los síntomas.
Las personas con SA diagnosticadas en edad adulta o incluso adolescencia han formado su propia personalidad independiente, no involucrada a tratamientos.
Estos tratamientos podrían maximizar los síntomas a causa de la aceptación que existe por parte del diagnosticado y de los padres frente al Síndrome. En este sentido, algunos profesionales consideran que podría tener efectos positivos no decirle a la familia que el afectado tiene Asperger.
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