El maestro libertario, concibió un modelo educativo revolucionario, que intentaba adaptarse a las características de las naciones americanas. Muchos años después, su más ilustre discípulo, Simón Bolívar, refiriéndose a esta enseñanza en carta al general Santander, diría que su maestro “enseñaba divirtiendo”. Este espíritu de superar las rígidas costumbres educativas de la colonia está presente en toda la obra y el pensamiento de Simón Rodríguez.
O inventamos o erramos
Tras vivir casi veinte años en Europa, regresó a América en 1823, recuperando el uso de su nombre, Simón Rodríguez. Al año siguiente estableció en Colombia la primera escuela-taller. Atendiendo una solicitud hecha por Bolívar desde Perú, fue nombrado Director de la Educación Pública, Ciencias, Artes Físicas y Matemáticas, así como de Minas, Agricultura y Vías Públicas de Bolivia, con el encargo de crear la estructura educativa del país.
Simón Rodríguez insistió en la necesidad de buscar soluciones propias para los problemas de Hispanoamérica, idea sintetizada en la tesis de que “la América española es original, originales han de ser sus instituciones y su gobierno y originales sus medios de fundar uno y otro. O inventamos o erramos”.
Con sus escritos defendió ideológicamente la obra de Bolívar, ejemplo de lo cual es El Libertador del Mediodía de América y sus compañeros de Armas (1830). Hacia el final de su vida ejerció la docencia en Quito y Guayaquil (Ecuador), donde un incendio destruyó gran parte de su obra escrita.
1854 murió el maestro Simón en el pueblo de Amotape y 70 años después, sus restos fueron trasladados al panteón de Perú y luego a su Caracas natal, hallándose desde 1954 en el Panteón Nacional.
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