Madrid.- El Sevilla volverá a estar en una final dos años después, tras las cuatro que disfrutó en 2016. El equipo andaluz ha aprendido a convivir con el éxito sin caerse, sin creerse mejor que nadie. Respetó al Leganés, como debía ser, y ahora se ve en una nueva final, justamente el sábado de Feria en Madrid.
El equipo madrileño estuvo de diez, pero se encontró con rivales acostumbrados a estos partidos, sabiendo sufrir y quizás le faltó ese punto de maldad para hacer la tercera machada y entrar en una final histórica para ellos.
El Leganés no se iba a arrugar en Nervión. Garitano ordenó que su equipo fuese fiel a la filosofía que lo había llevado a la semifinal. Presión alta, como en el partido de ida, pero bien escalonada y sin dejar a Éver Banega campar a sus anchas.
Y la primera ocasión fue para el equipo blanquiazul. La banda derecha, con El Zhar como principal incordio para Escudero, como también ocurriese en Butarque, iba a ser la autovía por la que el Lega quería buscarle las cosquillas a los locales. Y el 10 le puso a Beauvue un buen balón al primer palo que el galo envió a las nubes.
Amrabat, en el otro costado, no paraba de pedirla y Garitano no hacía más que decirle a Tito y Gabriel que buscasen al marroquí. El 7 estaba nuevamente enfrentado a Jesús Navas. Diferencia abismal de peso y fuerza, justamente las características de Amrabat.
Los de Montella estaba advertidos y trataban de hacerle ayudas al palaciego, muy concentrado y reclamándole al colegiado cada vez que era agarrado de la camiseta.
El Sevilla estaba incómodo y no despertaba, aunque es un equipo con individualidades que pueden destrozar el partido en cualquier instante. Y hay un nombre de dulce en Nervión llamado Luis Muriel.
El colombiano, que ya había intentado algún ataque, cogió el balón dentro del área escorado a la derecha y en un palmo de terreno se deshizo de su marcador. Su centro fue rechazado contra su pecho y su segundo pase de la muerte lo colocó Correa en el fondo de la red. Lo más difícil ya lo había hecho el Sevilla.
El 1-0, sin embargo, hizo que el conjunto de Montella se metiese demasiado atrás. El plan era claro: salir a la contra, aunque quizás retrasando demasiado las dos líneas de cuatro. Esto hizo que el Leganés se sintiese cómodo y con mando en plaza, dependiendo de su acierto el nivelar la balanza.
Beauvue tuvo un cabezazo en el primer palo que se marchó alto en el 35′. Una de las numerosas llegadas de Diego Rico a línea de fondo. El Sevilla se seguía agarrando a la inspiración de los suyos. Banega en el centro, siempre con dos o tres jugadores encimándole y casi siempre saliendo con acierto, y Muriel arriba.
El delantero, que levantó a todo el estadio, se fue con una bicicleta por potencia, sentando a su marcador, esta vez desde el perfil izquierdo, pero en vez de disparar volvió a centrar atrás. El disparo flojo de Banega lo sacó Tito bajo palos. Esa jugada fue el resumen perfecto del primer periodo. El Sevilla al contragolpe y el Leganés a controlar sin pegada.
La segunda mitad se inició con el mismo hilo argumental. El Sevilla prefería que fuese el Leganés el que tuviese la pelota y fuese arriesgando, mientras ellos esperaban que llegase la contra que cerrase el encuentro.
Poco a poco el Lega se iba creyendo que podía dar el zarpazo que de verdad lo metiese en la eliminatoria. Y como partido vital que era para ambos, la tensión fue en aumento. Piques con Amrabat como protagonista en la mayoría de ellas. Pelea sin tregua en todo el campo. Todos presionaban y todos estaban más pendientes de ganar el balón dividido que de inventarse un regate.
Pasaban los minutos. Los últimos fueron de una tremenda tensión. El Sevilla llevaba casi todo el partido deseando el pitido final. Había hecho el mínimo trabajo de un gol. Y al Lega la esperanza de ir a por la heroica con Mantovani de delantero, bajando balones, como uno que mandó posteriormente Diego Rico cerca de la portería de Sergio Rico.
Sin embargo, el Sevilla iba a tener la última, la de la puntilla. Sandro vio a un cansado Mudo Vázquez, le dio un balón alto para que el argentino controlase, se emparejase con Siovas y medio cayéndose colocase el 2-0.
El Sevilla volvía a una final. Los premios no son justos o injustos. Se ganan. Y el Sevilla se ha ganado el respeto del mundo del fútbol por ser un animal competitivo hasta cuando lo dan por muerto.
Fuente
Alberto Fernández