Hay más de una acrobacia masturbatoria de riesgo capaz de matar. Fuentes médicas aseguran que entre una y dos personas por cada millón pudiera practicar una sesión peligrosa durante la masturbación, en el empeño por usar deliberadamente técnicas de riesgo para, alegadamente, aumentar la satisfacción durante la eyaculación.
En ese grupo están los ejemplos extremos, que suelen estar en el repertorio de masoquistas y adeptos al rol de sumisión, aunque no estén todos los que son ni sean todos los que están.
Una de las técnicas más comunes es la llamada asfixia autoerótica. Todos coinciden en que ese “juego” está considerado como la causa más común de masturbación letal. Llevar al tiempo más extenso posible la sensación de no poder inhalar, es lo que excita a los adictos a esa práctica. Lo hacen presionando la carótida, lo que no tienen en cuenta es que bastan 30 segundos para perder el control y la conciencia, terminando en un paro respiratorio irreversible, confirman las fuentes.
Otra práctica con consecuencias nefastas es la conocida entre quienes la practican, y por la comunicad médica, como “electroshock”. Aquí el “juego” es aplicarse descargas eléctricas en las zonas erógenas, que van incrementándose en intensidad en la medida en que exija quien las recibe.
Nadie calcula tampoco cuán arriesgada es la “manía” de introducirse objetos en la uretra, para luego masturbarse hasta eyacular. La inserción uretral es más común de lo que imaginamos y, también, la causa a más de un viaje al hospital, con serios daños en tu aparato.
Igual de peligrosa es la técnica extrema de atar una correa, cordel y hasta un raro artilugio de madera y cuerdas a la base del escroto y provocar la inflamación de la bolsa cortando la circulación, mientras se practica la masturbación. Los resultados documentados van desde serias desgarraduras hasta la pérdida de, al menos, un testículo.
Es alarmante en todo esto la dificultad de acumular estadísticas que prevengan contra estas prácticas. La razón está, sobre todo, en el prejuicio. En los casos de fallecimientos (debidos a la asfixia o a los choques eléctricos), los familiares y amigos que descubren a las víctimas en posturas que evidencian en qué andaban al momento del accidente, tienden a borrar las pruebas.
Algo que tampoco ayuda es que si la policía ve que la causa de la muerte es accidental, no se manda a los forenses y así quedan sin documentarse los casos.
Pero en nuestros días la información y el acceso a ella es más accesible que nunca antes en la historia, así que investiga, documéntate y llega a tus propias conclusiones.
Fuente
Con información de GQ