Daniel R Scott / Cultura en apuros

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San Juan de los Morros.- En mi vocabulario hay muchas frases que suenan repetitivas, y ello adrede, por la importancia que para mí revisten. Hablo, por ejemplo, de “arquitectura espiritual”, plagiando posiblemente el título de una obra del gran Aquiles Nazoa, titulada: “Caracas física y espiritual.” Con esa frase me refiero a aquellas cosas o personas que le dan identidad y sabor a esas ciudades condenadas a padecer del terrible flagelo de la impersonalidad y anonimato.

Ese es el mal de las junglas de cemento vertical: todas se parecen, y condenan a sus habitantes a la repetición y al hastío. Cuando surge o aparece algo novedoso o pintoresco que rompe con ese esquema, yo hablo de arquitectura espiritual o cultural. No sé si empleo bien la frase, pero me gusta.

Es el caso de mi amigo el librero Emilio, quien por años ocupa las escaleras de la Biblioteca Publica Central con su venta de libros usados. Con su actividad febril, este querido personaje nutre lo que muy bien podría calificarse de “arquitectura cultural” de nuestro terruño.

Su puesto rompe con la rígida rutina visual y resulta un oasis intelectual donde muchos se detienen para abrevar su espíritu con la compra y lectura de algún libro, o simplemente para estar y hablar de cualquier tema, como en el antiguo areópago de Atenas.

Esto es muy importante, considerando que esta crisis hizo morder el polvo y desaparecer a las ya de por sí escasas librerías de San Juan de los Morros…

Y por eso observo con no poca preocupación y algo de irritación el testimonio que me dio el propio Emilio: Unos dos días atrás un grupo de policías cuyo uniforme no supo precisar, -¿municipales?- se presentó al lugar y le prohibieron colocar su mercancía de costumbre, obedeciendo órdenes de la autoridad municipal.

“El alcalde” –así dijo- “no me quiere aquí”. Lo cual es lamentable, teniendo en consideración lo arriba brevemente esbozado. Tuvo que ocupar el costado del edificio, rodeado de caca de perro, conchas de cambur y otras delicateces propias de nuestros centro urbanos.

Es mi deseo y el deseo de muchos que esta situación no sea verdad, o de ser verdad, que se corrija. (Errar es de humanos) No quisiera creer lo que muchos me han dicho, y es que nuestras autoridades municipales están reñidas con el paisaje cultural de nuestro terruño. No quisiera pensar, repito, que para nuestra autoridades elegidas por el voto de un pueblo –al pueblo variopinto se deben- sean del parecer de un ex vicerrector que llegó a pronunciar estas memorables palabras: “La cultura no da dinero”

Daniel R Scott
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