«¿Sabes la película de La vida es bella, esa en la que en pleno campo de concentración nazi un padre le hace creer a su hijo que está en un parque de juegos? Pues a mis hijos les tuve que fabricar una realidad paralela así». Roberto es venezolano, tiene 41 años y tres hijos. Junto a su mujer, Fátima, acaba de dejarlo todo en su país para instalarse con sus suegros en una pequeña casa de una aldea de Coirós (A Coruña).
Pese al caos de Venezuela, asegura que se sentían unos privilegiados. «Vivíamos en una urbanización privada de Mérida, que ya era de por sí una de las ciudades menos afectadas por la inseguridad», señala. «Y teníamos dinero». Pero con el tiempo, la inseguridad invadió el reducto de Mérida y el dinero se hizo inservible. «No había nada para comprar… Y no hablemos de la inflación: en solo cuatro meses ¡se ha disparado un 12.000 %!».
Ahora, desde Coirós, siguen noticias como la de la mujer de Vimianzo y su hijo que acaban de ser asesinados en su casa de Venezuela. Y no les extraña. «Éramos de los privilegiados, teníamos dinero, pero allí ni hay nada para comprar» En las Navidades pasadas estuvieron a punto de secuestrarlos en el coche familiar con los dos niños pequeños dentro (Roberto tiene 4 años, y Valentina, 2). Aquello fue la gota que les hizo tomar la decisión de cruzar el Atlántico.
«La intención era solo tomarse un tiempo de vacaciones y esperar». Pero pasó el tiempo, y cada día de esa espera la familia de Roberto le decía que no, que no volvieran por nada del mundo, que aquello iba a peor a pasos agigantados. No hay más que escuchar el relato de este matrimonio sobre su día a día antes de viajar a España. Ahí van unas cuantas frases: «Teníamos grupos de WhatsApp para conseguir sacos de arroz en el mercado negro», «A Valentina le quitamos el pañal con año y medio por la sencilla razón de que ya no había pañales», «Para que te atiendan en el hospital tienes que llevar tú mismo el algodón, las jeringuillas… todo», «En un año 18 profesores del colegio de nuestro hijo Roberto se marcharon», «La luz se iba todos los días, a veces tres horas, a veces tres días seguidos».
Y luego empezaron las noticias de que si a aquel vecino lo habían asesinado en un atraco, que si una prima cruzaba la frontera con su bebé en brazos para vacunarlo en Colombia… Fátima cayó en una depresión con las revueltas del 2017.
«No soportaba ver a jóvenes morir de forma indiscriminada», relata la mujer, de doble nacionalidad por ser hija de españoles. Así que en su casa se prohibieron las noticias. Solo películas y dibujos animados. «Vivíamos en una burbuja que al final acabó explotando».
A Alejandro, el hijo mayor (de un primer matrimonio de Roberto) le dieron plaza para estudiar en la Universidad de Medicina en San Juan de los Morros, una de las ciudades más peligrosas del país. «¿Cómo lo iba a dejar ir allí?», se pregunta el padre, a quien le destrozó truncar la oportunidad académica de su hijo al traérselo con él a Coirós. «Y tenía allá a su novia -matiza Fátima-, y los hemos separado, ha sido todo muy triste». Caracas no compulsa sus títulos El desembarco en España tampoco está siendo sencillo. La casa de la aldea ha de amoldarse ahora a siete personas.
«El matrimonio y los dos pequeños compartimos la misma habitación». Y las visitas de Roberto al Inem de Betanzos están resultando frustrantes. Él y su esposa son ingenieros, en eso han trabajado, pero el Gobierno de Nicolás Maduro no les compulsa sus títulos, ni siquiera las notas del bachiller. «Como nos fuimos de allí nos consideran unos traidores, y no tenemos manera de demostrar nuestros títulos académicos».
Intentaron compulsas en el mercado negro, pero solo les sirvió para perder más dinero. A cursos de inglés en Coirós Ahora, mientras esperan que la situación social acabe engullendo al propio Maduro, acuden a cursos de inglés en el Ayuntamiento de Coirós -«para intentar socializarnos un poco con la gente de aquí»- o colaboran, como hace el joven Alejandro, que es voluntario en la Cruz Roja de A Coruña. Y cuando Roberto explica su historia y lo llaman valiente, él siempre replica a sus interlocutores con la misma frase: «Valientes son los que se quedan allí».
Más de cuatro mil retornados a Galicia durante los últimos cinco años Según apuntan desde la asociación Alma Llanera, más de cuatro mil personas han retornado a Galicia durante los últimos cinco años. Según el INE, poco más de 40.000 personas de origen gallego viven aún en Venezuela, de las que tres cuartas partes ya son nacidos allí, como el caso de Fátima, cuyos padres retornaron de Venezuela a Coirós hace veinte años.
Precisamente, el padre de Fátima sufre también las consecuencias del caótico Gobierno de Nicolás Maduro, como es el impago de la pensión (el 20 % de los retornados no la cobran). «Mi padre recibe la pensión en bolívares, pero no hay manera de traerlo para aquí, así que tampoco cobra su parte cotizada tantos años», explica Fátima.
Título original: «A mis hijos les fabriqué una realidad paralela como la de ‘La vida es bella’»