Siempre vuelvo a las páginas del libro Chile desclasificado (Documentos secretos del FBI, Pentágono & CIA), editado 25 años después de la conjura contra Allende, por Ernesto Carmona. Por sus páginas desfilan delatores, vendepatria, conversos, torturadores, ONG, periodistas “independientes”, payasos, maromeros, animadores, faranduleros, intelectuales, medios “libres” como El Mercurio, encubridores y contenga usted su náusea.
Con la patria de Bolívar y Chávez la prepotencia del imperio es atorrante. La de sus lacayos, perruna. El director de la Agencia Central de Inteligencia, Mike Pompeo, acaba de proclamar que “las sanciones de EEUU contra Venezuela responden a informes de la CIA”. Este Pompeo es además dueño de una petrolera y ha tenido vínculos financieros con la ExxonMobil. Se explican entonces las sanciones contra Pdvsa.
La cínica confesión de parte viene de quien le mece la cuna a Canadá, el Grupo de Lima y la Unión Europea: la CIA. Desde el golpe de 2002 y el sabotaje petrolero de ese año, hasta las frecuentes patadas a la mesa de diálogo en República Dominicana, se activan a discreción de la Casa Blanca. Por eso toda guarimba tiene su paga y todo escrache su green card. Quizá el único sincero en todo esto ha sido Kuczynski, al definir al Grupo de Lima como perrera municipal de Washington DC.
Con la desclasificación de Venezuela en tiempo real -caso único en la historia- , EEUU desenfunda sus pistolas en el medio de la calle y revela su “top secret” antes del crimen.
Solo la oposición venezolana niega lo que el imperio yanqui proclama: financiamos desde la guerra económica hasta el terrorismo y la muerte.