Muchos de los que abogan por una oposición distinta, deben su cargo a la que tenemos. Pedir que la cambien roza la ingratitud. Incluso yo llegué a ocupar una curul parlamentaria gracias a esta derecha que para mí es exquisita. Corría el año 2005 y mis camaradas del MVR me pusieron de suplente o relleno en la lista para diputados por Anzoátegui. Por supuesto que no tenía vida. Pero como a nadie le falta Dios o una providencial oposición, esta decidió abstenerse y hasta los candidatos a suplentes nos convertimos en diputados principales. ¿Cómo voy a pedir ahora que me la cambien?
Cuando altos chavistas claman por otra oposición, más seria y responsable, yo me pregunto si lo que quieren es perder el gobierno. Imaginemos que la derecha en 2016 se hubiera concentrado en las elecciones estadales, en vez de estar pidiendo referéndums y salidas. Sigamos imaginando si este año, en lugar de llamar a la abstención, suman los votos ausentes a Falcón, Bertucci y Quijada. Ya me van a decir que en política dos y dos no son cuatro, pero en no pocos casos dan más de cuatro.
Yo les diría a los altos camaradas bolivarianos que viven invocando una oposición seria, responsable, inteligente y política, que aterricen y se dejen de vainas. Rescato más bien las palabras visionarias de Luis Britto García, quien en un acto del Foro de Sao Paulo se declaró contento con la oposición que tenemos y metaforizó que hay que cuidarla, podarla y regarla todos los días, como a las plantas. Prefiero esta posición conservacionista y lúcida a la de aquellos que aspiran cambiar a Florido, Capriles, Ledezma, Borges y Falcón por un Trotsky, Bismarck, Clausewitz, De Gaulle o Churchill. Pero bueno, ¿es que se volvieron locos o son suicidas larvarios? ¿Qué es lo que pasa? Dejen a esta oposición tranquila, única garantía de que nosotros también lo estemos por un buen rato.
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