1 Mi esposa, mi hija menor y yo viajamos a Maracay. Yo manejo. Cuando llegamos a la Encrucijada de Cagua un perro trata de cruzar la calle. El automóvil que está delante del mío acelera. Hay mala intención.
El chofer de adelante quiere atropellar al perro callejero y lo logra. El can queda frente a las ruedas de mi carro arrastrándose a duras penas hacia la acera. Sus patas traseras están destrozadas .
Yo me detengo para que el pobre animal atropellado alcance la orilla. Los carros de atrás arman una algarabía y pitan para que yo no me detenga; pero a mí no me importan sus bocinas. El perro llega a su objetivo y se queda postrado. Sus aullidos lastimeros son la prueba de que un inmenso dolor lo agobia.
2 Nosotros callamos. No nos miramos; pero sentimos sobre nuestras sienes esa presión característica que preludian las lágrimas.
3 Schopenhauer, uno de mis filósofos preferidos, escribió: “La compasión hacia los animales está tan estrechamente ligada a la bondad de carácter que se puede afirmar con seguridad que quien es cruel con los animales no puede ser una buena persona”.
4 Una vez le escuché a alguien decir que Dios está en el corazón de la persona, y eso no le permite, por ejemplo, pegarle a un perro…