De ser un maestro convencional ha pasado compartir con sus alumnos videos en Youtube, administrar grupos sobre literatura en Facebook y trabajar con aplicaciones para que los estudiantes puedan contestar ejercicios de lengua y gramática.
“Estamos trabajando con lo que más le gusta al estudiante”, ha asegurado Maradiaga, que ha viajado a Madrid para compartir su experiencia y recibir formación con otros profesores de siete países en la sede Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI).
Su testimonio forma parte de las experiencias positivas de la inclusión de las TIC (Tecnologías de Información y Comunicación) en los sistemas educativos en América Latina, una región que aunque en la última década ha avanzado la incorporación de estos recursos en las aulas, todavía enfrenta algunos desafíos como la conectividad, según un estudio presentado esta semana por la institución.
La OIE ha evaluado el uso de las TICS en 144 colegios en Ecuador, El Salvador, Guatemala, México, Nicaragua, Panamá y Uruguay.
En el estudio –que analiza los datos de 2016- han participado más de 540 directores y 2.300 profesores que forman parte del programa “Aulas Fundación Telefónica”, un proyecto puesto en marcha en 2009 que suele ir de la mano con los gobiernos locales para dotar de material y dar formación a docentes en escuelas públicas con el fin de reducir la brecha digital.
Entre los avances destacan que el 77% de los profesores de los centros que han participado en el estudio utilizan al menos una vez al mes un ordenador en clase para que sus alumnos consulten Internet. Sin embargo, aunque el 80% de los centros consultados tienen Internet de banda ancha, la mitad de los profesores lamenta que la conexión es intermitente o “casi nunca” funciona.
“En mi país el Gobierno ha asimilado esto de la tecnología y en mi escuela hay tres redes (de acceso a internet)”, apunta Maradiaga, pero la realidad no es igual en todos los países.
El maestro nicaragüense, de 44 años, imparte clase de Literatura y Lengua a adolescentes de entre 11 y 17 años para los que diseña aplicaciones sencillas con el programa AppsGeyser, en función de las necesidades de sus alumnos.
Maradiaga considera que utilizar ordenadores e incluso el móvil en las aula ha sido positivo y ha tenido un impacto en “la retención, la buena disciplina, ha elevado los índices de aprobación porque los estudiantes están animados, no están viendo papeles, escribiendo tanto. Eso ayuda”.
Por su cuenta ha continuado formándose, incluso le han pedido que instruya a otros profesores de la escuela, algo que hace de forma puntual porque lo que le gusta es seguir enseñando en el aula. “Mi ramo es español, si me equivoco es en español no en computación”, dice.
De aprendiz a maestra de maestros
Quien sí se atrevió a dar el paso fue la peruana Soledad de la Cruz, una profesora que comenzó impartiendo clase a niños de nueve años en la escuela de José Carlos Mariategui en el enclave rural de Huancayo, situado a 3.285 metros, que actualmente es “dinamizadora” en su escuela y más de 40 maestros en su escuela aprenden en el Aula de Innovación Tecnológica.
Además, es coordinadora de su región -que abarca 14 centros- para promover el uso de las TICs. De la Cruz, confiesa que tuvo que aprender Word en 2010 para poder avanzar en la certificación como maestra y desde entonces no ha dejado de formarse.
En estos años destaca que los niños están aprendiendo de una forma más lúdica y una consecuencia colateral: los padres se están interesando también. “En mi escuela, los padres se han involucrado y quieren que los maestros que enseñen a sus niños sepan más de tecnología. Y ahí el reto de cada docente de pode seguir capacitándose”.
La secretaria técnica del Instituto de evaluación de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI), Tamara Díaz, responsable del análisis de los datos del estudio apunta que casos como el de Maradiaga o De la Cruz, que se han convertido en referentes en su comunidad escolar demuestran que: “El cambio educativo es posible”.
Díaz enfatiza que la introducción de tecnología en las aulas debe ir acompañada de formación para el profesorado y de un plan que defina cómo y para qué emplearlos.
“Lo importante es que los alumnos sean capaces de desenvolverse y ahora tenemos la obligación como profesor de dotarles de las herramientas para que sean ciudadanos del siglo XXI”.
Fuente
E. Palomo