El venezolano no podía saber de este término y sus perversas formas de utilizarlo, pues generaciones crecieron entre una riqueza cultural que nos hacen únicos en la Región.
Comprar el pan y los embutidos en las charcuterías a los portugueses y además acompañarlos en sus festividades por la Virgen de Fátima, es un disfrute.
Mi papá @aquiles.rondon compartió y aprendió grandes obras civiles en Caracas con italianos y españoles.
Degustar una buena pizza en los restaurantes italianos así como una buena paella en una tasca española. Europeos que huyeron de la segunda guerra mundial y encontraron un refugio digno para su familia y crecimiento económico en Venezuela.
Como olvidar el gancho de marketing de los árabes: bueno, bonito y barato, o todo a 999. Ventas de equipos electrodomésticos, tiendas y sus shawarmas que ocuparon varias cuadras en nuestras ciudades y pueblos.
El recordado cotero dirigido por colombianos a quienes con toda confíanza abrimos nuestras puertas para comprar sus artículos a crédito, luego de ingresar al país desplazados por la violencia de la guerrilla y el narcotráfico.
Comprar ropa y sabanas a los ecuatorianos quienes nunca fueron discriminados por su color de piel y características indigenas. Ellos buscaron en Venezuela un mejor futuro ante la devaluación del Sucre y ahora Dólar.
Los chilenos que huyeron en primera instancia del comunismo con Allende y luego otros, de la dictadura de Pinochet. El peruano es desacuerdo con las políticas de Fujimori.
El arroz chino, cervezas y lumpia también es una tradición social entre el venezolano y los asiáticos, quienes además ofrecen sus servicios en supermercados y tiendas.
Particularmente, mi vecino Fun King con el prestado nombre William, construimos un gran afecto como de familia. De llevarlo en varias oportunidades a su embajada e innumerables compartir social y ayuda mutua, habla que no existen fronteras para los venezolanos.
José David Rondón
*Periodista