Sencillamente, Lionel Andrés rompe los cerrojos y los glaciares con una mandarria para poner la historia de su lado: decolora, desdibuja, destempla, embiste y frustra a sus rivales. Por eso, es casi siempre el prodigioso, el laureado y el elegido año tras año para ese Balón tan puro y repleto de Oro. Ya son siete para su vitrina y ahora, se traslada de la cúspide al cielo, para tocarlo con las manos y sentirse como el niño feliz cuando le regalan un juguete.
Nuevos pretendientes con ímpetu de dar la dentellada -que muy merecido lo tienen- pero Lionel Messi está allí: retirándoles el chocolate de los labios y haciéndose fuerte, como Hulk; duro, como una roca; picando, como una hormiga bala; y mordiendo, como un cocodrilo marino.
Solo el ávido Cristiano Ronaldo le ha hecho frente en una majestuosa rivalidad: pasándose de mano en mano el prestigioso balón. Claro, con algunos paréntesis: Ricardo Kaká en 2007, Luka Modrić en 2018 y la pandemia que obligó suspender la entrega en 2020, año en el que seguramente fuera ganado Robert Lewandowski, quien junto a Jorginho se le planta de tú a tú, al cara o cruz en este 2021. Un laberinto en el que Messi sale airoso, sin magulladura, victorioso y defendiendo su trono, su jardín, su edén.
El caso también, es que el portugués se le está quedando corto al argentino en la gran carrera histórica del galardón: con cinco. Y si él, que es su único escolta, no lo puede igualar o superar, será muy difícil que alguien más lo haga. El reto mayúsculo del deporte a nivel individual que puede tardar años, décadas, un siglo o quién sabe, porque la ventaja y el repaso es colosal. De paso, la cuenta sigue en pie y nadie lo detendrá. Eso, depende de sí mismo.
Por Marco Pérez – @marcostenisgabo