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María José Quintana / ¿Vivimos una realidad distópica en Venezuela? ( II )

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distópica

La semana pasada indagaba sobre la formación de los factores de poder dentro de las sociedades humanas, cómo esto se repite desde épocas remotas generando en escritores y filósofos la necesidad de advertir a la humanidad la diferencia entre un anhelado futuro paradisíaco lleno de progreso a toda costa (Utopías) y uno postapocalíptico, consecuencia de las utopías precedentes (Distopías).

Terminologías que yo misma desconocía a fondo hasta escuchar a Dora Lucena, dramaturga caraqueña, en la lectura de un texto teatral distópico de su autoría, durante un taller on line de dramaturgia dictado por Pablo García Gámez, bajo el patrocinio de la Compañía Nacional de Teatro (Octubre 2020).

A quienes llegase a motivar este escrito, como lo hizo conmigo el texto de Dora, les recomiendo, para mayor comprensión de los antecedentes, leer las obras de Huxley y Orwels.

Además, en la actualidad existe un abanico de películas y series sobre sociedades distópicas que pueden consultar e identificarse.

En ésta y las próximas entregas, todo lo que a continuación describa estará sujeto al discernimiento, críticas y opiniones que recibiría con todo el gusto del mundo. Porque a partir de este momento responderemos juntos la interrogante que motiva esta columna.

Me disculpo porque no podré abarcar la totalidad de los casos a discutir, ni la historia, ni a los autores, sólo los más cercanos, información que quizás usted podrá complementar en la sección de comentarios.

Santo Tomás Moro divisó en su libro “Utopía” una sociedad perfecta donde “todos, todos” los individuos renuncian a “todas, todas” las flaquezas humanas.

Se muestra una sociedad con una estructura de gobierno horizontal. Con bases ideológicas arraigadas en una perfecta convivencia y el fin común del bienestar general. Contrariamente,  escritores de data más reciente nos lanzan en cara, como si lanzaran basura a un ventilador puesto frente a nosotros, que las utopías no sólo brindan una posibilidad de bienestar, sino que podrían traer realidades subyacentes de consecuencias cataclísmicas. Es decir Anti-utopías o Distopías.

Realidades o ficciones que exponen las serias consecuencias que tendría en un futuro la constante incapacidad humana de entenderse, de corromper los sistemas para el provecho de unos pocos, integrarse y convivir en paz.

Un aspecto fundamental es la influencia y oscuro proceder de los factores de poder, esos cerebros egoístas, crean falsas necesidades de consumo, información caótica, vigilancia y control para sostenerse. Son el mayor peso y una parte importante del mal que va a desencadenar, si ya no lo hizo, consecuencias apocalípticas.

Los autores distópicos hacen especial énfasis en visibilizar a esos grupos de individuos sin los cuales los factores de poder existirían. Son individuos que, se identifican con la falta de valores de los mencionados factores y se convierten en cómplices directos.

Otro grupo que no ofrece mayor o ninguna resistencia a los ya mencionados mecanismos de dominación; con la disposición, conscientes o no, de aceptar los términos de dependencia y, además, disfrutarlos.

Por eso las producciones literarias y audiovisuales distópicas presentan sus obras a partir de protagonistas que despiertan sus conciencias, se revelan y ejercen resistencia en contra de las injusticias presentes en su entorno social.

Venezuela ha tenido, tiene y tendrá sus cápsulas utópicas y distópicas durante su historia. Todo empieza por haber sido una porción de tierra invisible al mundo en un principio, sumida en guerras independentistas y civiles que diezmaron a la población. Después, llega una nueva maldición: “Haber sido bendecida con infinidad de recursos”. Sumado a su estratégica ubicación geográfica, Venezuela es visibilizada en el mundo como una región por demás apetitosa.

La posibilidad de crear una realidad Utópica estaba allí. Con el boom petrolero ya tendría dinero suficiente para garantizar bienestar y progreso. Solo falta que gobierno y ciudadanos deban estar de acuerdo en compartirlo de manera justa e igualitaria.  Por el contrario, la corrupción y las desigualdades han ido creciendo, con cada gobierno, en medio  de alianzas tras alianzas internas de matiz político-económicas que no permiten alcanzar esa utopía de bienestar y desarrollo. 

Siempre se crean nuevas estrategias de corrupción, una más efectiva y vil que la otra. Creadas sistemáticamente, se adaptan a todo, para ser heredadas o copiadas.

Venezuela y las falsas necesidades de consumo. Los venezolanos vivíamos la bonanza de la renta petrolera, a sabiendas que no todos fuimos, hemos sido, ni seremos, directamente favorecidos por ésta.

Los Ingresos son repartidos desde un principio de forma irracional y con una planificación populista.  A muy pocos importa ver cómo se diluye el dinero en el camino a los más vulnerables, si acaso alguna vez estuvo dirigido hacia ellos. Un país rico se satura de pobreza.

Los ciudadanos firman un contrato social sin leer las letras pequeñas, porque no les importa.

Nos convertimos en una sociedad que ama el placer. Consumir sin fin y sin control, sin  sentir satisfacción.

 Nunca es suficiente y si la idea de hacer realidad el sueño de bienestar y renunciar a los vicios y corrupción estuviese realmente arraigado en nosotros, las siguientes interrogantes estarían mortificando nuestras vidas: ¿Acaso la idea de la renta petrolera nos ha convertido en seres incapaces de ir en busca de metas más elevadas?

¿Estaremos maquillando un capitalismo desenfrenado que necesita de la insatisfacción para funcionar, con una inadecuada interpretación de la meritocracia y poder adquisitivo? ¿Cree Usted que estamos desconectados de las verdaderas problemáticas sociales del mundo que los rodea convirtiéndonos en zombies, en narcisos incapaces de ver nuestro verdadero reflejo?

Venezuela y la información caótica

La mejor manera de mantener distraídas a las personas es mediante un desarrollo y mal uso de las tecnologías. Esta forma de control se logra entendiendo que la dopamina se esparce en el sistema nervioso rápidamente por medio de la estimulación de los sentidos. Es decir, si le entregas al “usuario” una o muchas aplicaciones que le proporcionen placer, sin pagar y sin moverse, es más efectivo vender productos útiles que no sirven para nada. En consecuencia vemos venezolanos viviendo en casas de cartón con celulares de última generación.

Al haber tantos dispositivos a la mano de todos la desinformación por sobresaturación se traduce en que al final lo que se aprende es de absoluta irrelevancia.

 Somos presas fáciles de las falsas noticias, la manipulación, del caos y sentimos que la manera más fácil de ausentarse es por medio de la diversión desenfrenada.

Los algoritmos de recomendación espontánea hacen un trabajo eficaz al mostrarnos solo lo que nos gusta. Entonces, para entender los efectos de la información caótica en nosotros hagámonos las siguientes preguntas y reflexiones: ¿Los venezolanos somos incapaces de entender los problemas que nos rodean y coordinarnos para afrontarlos?

¿Somos una sociedad adicta incapaz de solucionar la insatisfacción y la depresión? ¿Nos solemos esconder tras el misticismo, las drogas, las reacciones violentas o la pasividad total?

Vigilancia y control  en Venezuela.

Panópticos de Foucault: Esta realidad que se repite y se agrava una vez, tras otra y otra vez, ha venido perfeccionándose, repito, con el desarrollo y mal uso de las tecnologías. Ya decía anteriormente cómo los algoritmos de recomendación espontánea le entregan a las empresas nuestros modos y éstas las usan para vulnerar nuestra voluntad de consumo.

Foucault describe al panóptico social como el control ejercido mediante servicios secretos, dispositivos, cámaras de vigilancia, el mercadeo, la educación bancaria, entre otros.  

Se cree que los panópticos son propios de países desarrollados solamente. No es así. Esta forma de control se alcanza de la manera más grosera posible en países menos desarrollados y pobres. Así pues, nuestra llamada “América Latina” revela una cara aún más grave de los panópticos modernos, debido a la escasa educación, la violencia política, la opresión, el narcotráfico, la transculturización, la pérdida de identidad, los prejuicios y la injerencia extranjera.

Por ejemplo, muchas veces nos abstenemos de decir nuestra opinión por miedo al escrutinio de las personas, a las consecuencias de grupos delictivos o a la represión del Estado.

Si revisamos las ficciones literarias distópicas encontramos muchas similitudes. Solo que las realidades en América pueden superar por mucho la ficción.

Venezuela entra en el caso latinoamericano. Los factores de poder siempre logran hacer ver a cualquiera culpable de algo menos ellos. Y siempre hay un ‘malo”. Entre estos malos están ya sea los grupos de izquierda, los de derecha, los capitalistas, los comunistas, los anarquistas, los homosexuales, los traidores, los apátridas, y una larga lista de etcéteras.

Porque para cada momento histórico habrá adjetivos para todo lo que sea distinto a sus intereses. En consecuencia, se da paso a la creación de  novedosas formas de inquisición y control ciudadano y según el desarrollo de la tecnología y los niveles de compromiso de los cuerpos creados, van perfeccionándose en sí mismos, o desaparecen para dar paso a alguno más efectivo.

Metiendo en el saco a todo el que proteste ante cualquier injusticia. Es imperioso preguntarnos. Las policías políticas, los militares, los mecanismos de control político, incluyendo la más nueva práctica de gobierno en lo que respecta armar civiles y crear grupos paramilitares ¿No son una vieja práctica de vigilancia y control?

¿Acaso no vemos cómo se repite en la historia como las instituciones policiales ejercen más y más control en la población ya sea mediante la violencia o de la invasión a nuestra intimidad?

Hasta ahora hemos hecho los comparativos de algunos rasgos muy generales, no he tocado aspectos puntuales de la realidad venezolana del siglo pasado y los comentarios están apoyados en la repetición de la historia. La próxima semana seguiremos comparando más sucesos del pasado y la actualidad por medio de la novela “1984” para aproximarnos a la respuesta de la pregunta ¿Vivimos una realidad distópica en Venezuela?

María José Quintana  / mariajoseqv@gmail.com

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