En efecto, aun cuando estábamos próximos a 2017, los datos utilizados han debido referirse a 2015, pero no al año trece; por otra parte, el indicador más verídico para medir la desnutrición crónica infantil es el peso con relación a la talla, pero el gobierno usó peso con relación a la edad, hecho que hace parecer mejor las cosas; también utilizó la metodología de la OMS de1997, para calificar la desnutrición aguda, cuando ésta ya había sido sustituida por otra de 2006 más rigurosa. Todo esto no tenía otra intención que presentar datos amañados.
En este examen de la ONU, correspondiente a 2016, que se realiza cada 5 años, los Estados miembros y otras partes interesadas, formulan preguntas, observaciones y recomendaciones al Estado examinado, sobre un Informe Nacional que éste debe entregar (la sociedad civil del país evaluado también entrega sus informes). El informe nacional de Venezuela de 2016 fue analizado por tres relatores, elegidos por los Estados asistentes, los cuales plantearon 274 recomendaciones, de ellas el gobierno aceptó 70%; un notable incremento con respecto a 2011 cuando el país recibió 148 recomendaciones, aceptó 97 y rechazó 51.
En febrero de 2017, Cáritas publicó un estudio realizado en las 25 parroquias más vulnerables de Venezuela, ubicadas en los estados Zulia, Vargas, Miranda y Distrito Capital, denominado “Sistema de Alerta y Monitoreo de Atención en Nutrición y Salud” (Saman); de ello obtuvo data fidedigna sobre la situación nutricional de niños menores de 5 años. Se detectaron infantes con desnutrición moderada y aguda. Los primeros estaban en riesgo de enfermarse, mientras que los segundos estaban en riesgo de morir.
El monitoreo reveló que 9% de los niños evaluados presentaba desnutrición aguda. El estudio también reveló una pérdida de peso en los niños, lo cual era presumiblemente ocasionada por la entonces reciente escasez y carestía de los alimentos; pero también se evidenció que había niños que no llegaron a alcanzar la talla adecuada, lo que tiene que ver con desnutrición crónica, algo mucho más grave porque revelaba que la desnutrición no era de reciente data. Mientras que los infantes pueden recuperar peso con una buena dieta, nunca lograrán llegar a la altura que podían alcanzar, así más tarde mejoren su dieta. Pero más preocupante que la talla, son las secuelas cognitivas que la desnutrición causa en los niños que no reciben una buena ingesta protéica y calórica.
Para febrero de 2018, Caritas detectó que la desnutrición aguda, esa en que los niños están en riesgo de morir, había escalado a 16%, casi el doble en un año. También pudo comprobar que los índices de desnutrición para los sectores “D” y “E” que eran de 56% en diciembre 2017, habían subido a 72% en febrero de 2018. El cuadro de desnutrición que abarca amplios sectores de la población, se complica por la escasa provisión de agua y la mala calidad de ésta, lo que causa las enfermedades hídricas, por las altas ineficiencias en los planes de vacunación, con su escasa cobertura, por el colapso del sistema de salud, y por la aparición de enfermedades erradicadas como la difteria, la malaria, el sarampión, la tuberculosis, el polio, etc.
En 2017, la entonces ministra de Salud, Antonieta Caporale, divulgó datos oficiales que indicaban que, en 2016, la mortalidad materna había aumentado 65 por ciento; la mortalidad infantil, 30 por ciento, y los casos de malaria, 76 por ciento; a los pocos días, fue despedida. La realidad del hambre que campea en Venezuela es palpable en cualquier parte, no se puede esconder así el gobierno pretenda hacerlo. Hay que enfrentar urgentemente sus causas y proteger a la población más desvalida. Con la velocidad exponencial con que se agrava la desnutrición ¡Hay que tomar medidas ya!
Caracas 13 de Julio de 2018