Las últimas cifras muestran que 11,4 % de los niños menores de cinco años padece desnutrición moderada o severa. La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece el umbral de la crisis de desnutrición infantil en 10 %, lo que lleva a Caritas a declarar el estado de crisis, en los puntos analizados, ya que se excede con creces ese límite.
En ocho de cada diez hogares, de las 31 parroquias analizadas en el informe de Caritas, en 5 estados, se come menos que antes, y casi seis de cada diez dicen que algunos miembros de la familia se están quedando sin comer, a propósito, para que otro miembro pueda hacerlo – normalmente son las madres, que dan su propia comida a sus hijos. Hace 4 años el índice de desnutrición infantil aguda era 3%; en octubre de 2017 subió a 8% y ahora en febrero de 2018 ha pasado a 16%. En 5 meses se duplicó el índice. La curva desde un estado de alimentación normal hasta la hambruna marca 30 puntos porcentuales; si actualmente nos encontramos en 16%, y si sigue la tendencia que cada 5 meses se duplica, llegaremos al umbral de hambruna en julio. Para muchos especialistas esta crisis humanitaria no la quiere resolver, pero tampoco la podría remediar por sí solo (en el supuesto negado que quisiera), el Estado venezolano. Para superar la catástrofe se requiere ayuda humanitaria internacional.
Cáritas ha podido comprobar que en los hogares ahora se come “blanco con blanco”; es decir, papa con yuca, pasta con sal, ñame con ocumo, etc. De manera que ni verduras, hierbas o ajíes lleva la sopa (mucho menos carne, pescado o pollo). El agravante es que dada la precariedad del caldo, lo saborizan con mayor agregado de sal, lo que como sabemos incrementa las enfermedades cardiovasculares.
En 2016 murieron 11.400 niños en Venezuela antes de cumplir el primer año, en tanto que en 2007 murieron 4.000. Entre 2015 y 2016, hubo un aumento del 65% de madres que murieron durante el embarazo o el parto, con la consecuencia de niños huérfanos. Conforme la crisis avanza la desnutrición se ha entronizado en los recién nacidos, una clara señal del hambre que han padecido las madres gestantes. La desnutrición en bebés como en niños menores de 5 años, es muy grave y puede causar daños irreversibles, no solamente en términos de crecimiento y talla, sino en el desarrollo cognoscitivo. Lo que probablemente ocurrirá, a menos que haya un cambio rápido de gobierno, es que existirá una población de jóvenes que no tendrán condiciones para estudiar y formarse, pero que seguramente engrosarán el camino de la delincuencia.
Cáritas en solitario, y por sí misma, realiza una gesta heroica en cada una de las parroquias pobres del país, con la ayuda invalorable de médicos y personal de apoyo, todos de carácter voluntario. Así ha creado “puntos Centinela”, sitios de evaluación de infantes que determinan sus condiciones nutricionales. Al detectar problemas de desnutrición, los niños afectados pasan al “Programa Vivero”, un plan asistencial que proporciona suplementos nutritivos y medicamentos básicos.
También las madres gestantes son controladas y se les suministra hierro y ácido fólico. El problema del agua no potable que consumen los pobres es que enferma de parásitos a los niños, lo que agrava el cuadro de desnutrición; para ello también tiene respuesta Cáritas y sus redes parroquiales, ya que reparten filtros artesanales (solución africana) para potabilizar el agua. Esta solución es clave, debido a que no pueden hervir el agua, dada la carestía y el costo de la bombona de gas. La acción de la iglesia alcanza a 5% de la población, es poco con relación al universo, pero mucho dado que el Estado no hace nada.