Las calles eran tortuosas y estrechas, amén de sucias como muladares y las casas de que se componían estaban habitadas por gente sumida en la más negra miseria. Mas aun a pesar de todo, no faltaban ojos brillantes, labios contraídos y frentes arrugadas. En las mismas tiendas se advertía también la necesidad general, pues en las carnicerías se veían tan sólo piltrafas de carne y en las panaderías panes pequeños y groseros.”
Sin duda alguna, sea en el campo, la frontera o la ciudad, el estado de emergencia que vive Venezuela es innegable. En vivo y directo sin que nadie no los cuente, la crisis que vivimos hoy los venezolanos está a la vista, oídos y olfatos de todos. Y nadie puede hablar de inventos, pues sumando la clase media empobrecida y los pobres camino a la miseria, el 95% de la población enfrenta la más seria escasez de alimentos, medicinas y bienes básicos a la par de su brutal encarecimiento diario.
Esto además de soportar la falla diaria de todos los servicios sea agua, luz, transporte, seguridad, etc. Sin que nada se esté haciendo seriamente para resolver tan crítica situación. Ni el gobierno ni la “oposición” en su único objetivo de mantenerse uno o lograr el otro el poder por el poder, están haciendo nada efectivo para evitar el caos a la vista.
Así, en este entorno caótico y terminal, Venezuela y los venezolanos nos hundimos en el abismo más profundo del atraso tras la economía que ya colapsó. De manera que prepararse para lo peor es lo que queda a los ciudadanos para sobrevivir al caos a la vista. Ubicados hoy Venezuela y los venezolanos de último entre los países y habitantes del Tercer Mundo, el único chance de retomar el camino del progreso y bienestar está en reinstaurar la democracia.
Para ello un nuevo liderazgo existente entre los venezolanos libertarios habrá de surgir. Hasta entonces prepararse para lo peor, en el campo, la frontera y la ciudad, es la única fórmula conocida de supervivencia.