1 Murió Francisco Javier Colina (1968-2023), uno de los cronistas guariqueños más abnegados: se entregó en cuerpo y alma al estudio y rescate de la microhistoria de su pueblo, Las Mercedes del Llano con mucho desprendimiento y grandeza del espíritu.
Cómo poeta escribió cientos de versos. Como profesor universitario me acompañó dictando clases en la asignatura de Historia de la Medicina en la Universidad Rómulo Gallegos, donde demostró sus cualidades de docente de fuste ; también se esmeró en mantener y cuidar el Museo de Historia de la Medicina del Estado Guárico.
2 FranciscoJavier Colina con perseverancia y mucha paciencia recorrió su propio camino en el difícil mundo de las letras, y acumuló en su hoja curricular varias publicaciones para orgullo del gentilicio mercedense y beneficio de la literatura guariqueña.
Proveniente de los Seijas, una conocida y honorable familia de nuestro pueblo, Francisco, como todos nosotros, cursó sus primeros estudios en los acogedores salones de la escuela Monseñor RodríguezÁlvarez y el inolvidable liceo Pedro Itriago Chacín.
Luego de su paso por la universidad se dedicó con fervor y ahínco a la docencia en diferentes instituciones educativas mercedenses , y más tarde en la Universidad Rómulo Gallegos.
3 La producción intelectual de Colina abarca fundamentalmente tres aspectos. El primero se relaciona con la prosa a través del estudio de la microhistoria. El segundo tiene que ver con la lirica con cientos de poemas inéditos y publicados; mientras que el último comprende la composición de versos para música llanera.
4 Sus investigaciones de la historia mercedense han permitido el rescate de las fauces del olvido de muchos nombres de hombres y mujeres que hicieron y hacen vida en la ciudad, y sin cuya presencia el cuadro del quehacer cotidiano de la población sería incompleto.
En “Personajes 2002” (2004) están para todos, nosotros y las generaciones venideras, María de La Cruz, una monja bondadosa de fino humor. Antero Acosta, inigualable arpista, quien con sus hábiles manos ha acompañado a los grandes de la canta criolla.
Jesús Nieves (Delfín), uno de los últimos pregoneros, chapado a la antigua, del pueblo y tal vez del país. Elba Prieto, maestra de maestras, y de quien Colina, acertadamente, capta y fija para la Historia estas sencillas pero elegantes palabras: “La docencia es una profesión del alma, digna de vivirla y llevarla en el corazón”.
Justo Chirinos ( El Turco), bodeguero clásico de nuestra infancia ,de pulpería, granero y ñapa. Pedro Almeida, “enfermero particular”, el último en inocular medicamentos con inyectadoras de vidrio, hijo de Antonio Marchena, fundador, junto con otros, de las instituciones del pueblo. Rafael Bandres (Morocho el panadero), quien aplica con maestría las mejores recetas y tradiciones provenientes del Mundo Antiguo, donde su oficio era el más digno, para fraguar el trigo y elaborar el pan más delicioso de Las Mercedes.
Ramona Angelino, la vendedora de harina de puerta en puerta, hecha con fórmula secreta, y en cuyas propiedades para mejorar el vigor sexual creían a pie juntillas muchos hombres mercedenses en tiempos cuando era impensable la aparición del viagra.
Juan Lovera, de la noble camada que vino de Mirimire,chofer de plaza de los que buscaba y llevaba los pasajeros hasta su casa, especie en extinción con el surgimiento de terminales en las ciudades. Finalmente tenemos al Chingo César, el cauchero, y a quien Colina considera un excelente cuenta cuentos y cronista oral.
5Algunas de las canciones y parte de la poesía de Colina están recogidas en “30 temas autobiográficos” (1999) y en el “Poemario de amor y locura”.
Allí Francisco filosofa y liba por la alegría de vivir, por el amor y las pequeñas victorias de la existencia. Pero también escribe de las tristezas, la soledad y la pasión amorosa frustrada. Todo lo hace con palabras precisas, breves y hermosas.
6 El poeta Mijaíl Lérmontov escribió:“No le temo a la muerte/ temo a la desaparición total”. Para el bardo ruso la desaparición total era no publicar su obra. Tú publicaste tu obra, ergo, vivirás en la memoria de tu pueblo y en los corazones de los amigos. Ya lo dijo Horacio: El texto del poeta es más durable que el bronce o el mármol.
Paz a tu alma, estimado amigo.
Edgardo Rafael Malaspina Guerra
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