El lado bueno de la situación nacional es el interés de la gente en la primaria.
La inclinación a participar comenzó con el efecto positivo que produjo la designación de una Comisión de Primaria integrada por independientes.
Venezuela quiere colocarse por encima de las pugnas catastrófica entre el gobierno y la oposición.
En el fondo la decisión de participar es un reflejo del deseo de cambiar la forma de gobierno y de la intuición que las próximas elecciones son la oportunidad para lograrlo.
Pero las buenas señales se debilitan ante la insistencia de reducir ese cambio a un conflicto entre gobierno y oposición, cuando se trata de hacer valer el derecho de todos los ciudadanos a decidir que clase de país quieren comenzar a reconstruir juntos a partir de enero de 2025.
Se puede formar un gobierno que sea representativo, plural y sometido a las atribuciones que le establece la Constitución Nacional. Hasta allí.
Toda la oposición retornó a la vía electoral porque comprendió que es el mecanismo para lograr y legitimar un cambio pacífico de gobierno.
Ahora toda la oposición debe comprender que lo útil es unirse para entenderse con los que hoy gobiernan y para entender al país que huye de las peleas entre parcelas y egos.
No se puede pretender que la unidad es posible solo entre quienes tengan un pensamiento único. Esa es una continuación del autoritarismo por otros medios.
Una segunda buena señal es que la práctica colocó en su lugar la satanizacion de un método para escoger al candidato. En esta primera fase se impuso el método de la primaria porque concentra la votación y permite que los candidatos puedan comunicarle al país distintas visiones sobre temas de importancia nacional y sobre las soluciones a los problemas que diagnostiquen.
En una segunda fase es inevitable establecer un consenso para respaldar al candidato que cumpla con los atributos y condiciones para realizar una gestión de gobierno consentida o incluso compartida entre ganadores y perdedores en las elecciones presidenciales.
Esa persona debería ser el candidato aprobado en primaría, pero podría ser otro si llena mejor los criterios y condiciones para ganar.
Desde nuestra observación, la campaña hay que convertirla en un debate sobre cómo abrir la transición del autoritarismo a la democracia y crear una nueva mayoría plural donde estén los factores que se han enfrentado durante estos veinte años en una desastrosa guerra política.
La presión para cambiar el poder procede de sus propios seguidores que están compartiendo, sin renunciar a sus creencias políticas, las luchas para recuperar el salario o para tener servicios de agua y luz.
Hay un país socialmente distinto que reclama una sociedad institucionalmente diferente a la actual.
La mayoría quiere vivir y convivir mejor.
Eso es lo que está naciendo entre los maestros, los jubilados, los empleados públicos o los vecinos. El embrión de un nuevo pacto social para ser un país mejor al que fuimos porque todos queremos cambiar.
Simón García