Esta lucha de años, llena de imborrables sacrificios, transcurrió como tenaz intento de acumular fuerza. El 2015 gratificó ese maravilloso empeño, pero la victoria nos embriagó. Nos supusimos en los linderos de ganancias inalterables y la metimos en un bolsillo roto por donde comenzamos a perderla.
Ahora estamos frente a dos importante elecciones, que implican ambas una confrontación ruda con el régimen, pero con alcances y consecuencias distintas. En una nos jugamos la descentralización, la desconcentración del poder, el acercamiento a necesidades peculiares de las sociedades regionales y el compromiso con soluciones a problemas que están matando a la gente. Quitarle las Asambleas Legislativas a la cúpula autoritaria es recortarle su hegemonía.
Pero en la otra, libramos una batalla existencial: o el pueblo venezolano acaba con Maduro o Maduro acabará con el pueblo venezolano. No se trata solo de votar entre dos personas, sino de elegir el fin a una crisis y el inicio de una nueva época. Nunca como antes votar había tenido tanto peso para elegir futuro.
Persuadir a los que dudan de ir juntos a votar contra Maduro y a elegir por el cambio, pasa a ser tarea principal de todo opositor. Pero dar ese paso no es fácil, porque los partidos ejes de la MUD decidieron no presentar candidatos y exigir condiciones de transparencia para participar.
Una distinción se pasa por alto: los cuatro partidos de la MUD no son abstencionistas. No es un eufemismo. Presionan por cambios y mantienen el énfasis en la vía electoral. Son voces aisladas los que acusan de colaboracionistas a quienes defenderemos la democracia votando y tampoco representan a la MUD quienes claman por cerrar la vía electoral e incluso la lucha pacífica. Una amenazante involución hacia otras derrotas.
Henry Falcón, uno de los precandidatos que presentó su nombre a la MUD, apoyado por tres partidos minoritarios de esa coalición decidió presionar y luchar por cambiar las condiciones, pero desde adentro. Hoy lleva buen desempeño para ganarle a Maduro porque el deseo de votar contra él es una emoción nacional.
Pero las diferencias se encrespan porque implican una disputa por el poder nacional y porque entre los involucrados en ellas no existe una estrategia global que los una. Dos factores que exigen retomar esfuerzos para reformular, con toda urgencia, las bases de una unidad estratégica entre partidos, Frente Amplio y ciudadanos que tienen necesidad de votar porque intuyen que puede ser la última oportunidad de hacerlo. Más cuando se siente que es posible sellar el despido de Maduro y sus políticas de hambre, pobreza y descomposición.
Henry Falcón afirmó que si el gobierno incumple sus compromisos; importantes, pero incompletos, examinaría su retiro de la contienda. Está también activo para que a los turistas electorales que vienen a avalar las trapacerías del CNE, se añadan observadores internacionales democráticos.
Habría que preguntarse si los partidos de la MUD, examinarían su posición si, en la primera semana de mayo, Falcón continúa ganando a Maduro por una ventaja superior a 15 puntos. En ese caso serían los ciudadanos los que estarían mandando un mensaje a sus partidos.
Esa urgente preferencia por el cambio no debería ser leída como un rechazo a la MUD ni a María Corina, sino más bien como un reclamo de unidad a todos los diversos actores de la oposición para consolidar un triunfo seguro. Si eso ocurre, la victoria en las mesas sería tan aplastante, que no tendría que ser defendida en las calles.
@garciasim