Es común oír a las mujeres expresar: todos los hombres son iguales. Una afirmación que va hacia lo básico, desprendidos, despreocupados, malos, traicioneros y por supuesto mujeriegos que son.
Nosotras parecemos la flecha y ellos el blanco, les disparamos con tal afirmación, que nos ha servido incluso para autoflagelarnos, ponernos de victimas cuando nos hacen más o menos lo mismo.
A algunas mujeres las ves por ahí cambiadas y cuando les preguntas qué le pasó, te dicen tajante: Me cambiaron, ahora yo soy la mala. Y yo insisto: ¿Y qué pasó con tu pareja?, a lo que responden: ¡Ay chama! Todos los hombres son iguales.
En muchas ocasiones he llegado a pensar que sí, que no hay distinción, que son todos los animales con los que los identificamos, no creo sea necesario explicarlo… ya ustedes saben.
Si hablamos desde las heridas y las malas experiencias saldrán una retahíla de palabras soeces como: sinvergüenzas, mal marido, poco hombre, son todos unos pxxxxx y así… pero no sabemos estar sin ellos.
Además nada de esto lo decimos cuando a penas lo estamos conociendo, porque ahí el tipo es lo máximo, es distinto, es atento, es el ideal. Hasta que mete la pata y entonces resulta que sí, es igual a todos los demás.
Entonces si todos son iguales ¿Por qué nos cuesta tanto elegir?
Nosotras también tenemos nuestra realidad, debo reconocer que antes nos tenían más idealizadas como las chicas buenas, de conducta intachable.
Ahora nuestra conducta anda en tela de juicio, nos hacen ver que todas somos iguales: “mentirosas, excelentes actrices, manipuladoras y montamos cacho parejo”. ¡Qué calumnia!.
Jean me habló desde su herida: “son unas peseteras, interesadas, poco serias”. Sí, hay muchas así, como también hay hombres bastante inmaduros. Pero no somos iguales, comenzando por el principio de que cada ser humano tiene características que los distinguen de los demás.
Nuestras identidades son heterogéneas, marcadas por un oscuro lápiz cultural que escribe el libro de nuestra sociedad. Pero es bueno evaluar si siempre nos tocan los malos, los que traicionan y maltratan ¿Qué pasa que los atraemos? O si como hombre, te buscan por interés… ¿Será que te muestras muy superficial?
Si, como género tenemos algunas particularidades o patrones de conductas, Ángel nos ubica en dos conductas: “las mujeres son todas cuaimas, los hombres todos mujeriegos”.
Quizás algo de cierto habrá, porque así nos educan, es algo que se transmite de generación en generación.
A pesar de que dicen que los hombres vienen de Marte y nosotras de Venus, hay unos marcianos más apáticos que otros, hay unos más caballerosos, más atentos, hay hombres que valen la entrega.
Y hay venusianas con esencia, con algo más que una cara bonita, mujeres que, como dicen en el llano, no se les muere el muchacho en la barriga.
Hay de todo en este mundo, para todos los gustos. Porque el mundo no es unicolor, aunque nos empeñemos en pintarlo desde el color de nuestra perspectiva.