El representante de la dictadura en la gobernación de Guárico ha publicitado con bombos y platillos, de que en el Estado, se han sembrado millones de hectáreas de granos que no se ven en las pampas del Guárico, ha señalado que ha establecido una empresa que surtirá de toneladas de alimentos a la patria grande y las instituciones educativas.
Sin embargo, en las comunidades guariqueñas no hay bolsa pa’ tanta gente, resulta que la orden de los CLAP es dar una bolsa por cada hogar con menos de 6 integrantes.
Es decir, que queda eliminada la modalidad de una bolsa para cada familia, dando como resultado, el fin del CLAP como programa social e instauración formal de la exclusión de cientos de familias como beneficiarias del subsidio.
Una propuesta de los CLAP que campeo en las comunidades y que fuera rechazada de a cajón por la ciudadanía, fue la de ofrecer los productos a precio de costo, –un exabrupto– las cifras a cotizar estaban por encima del salario mínimo integral y la variedad más la calidad de sus rublos no se ajustaban a las necesidades reales de los consumidores.
Toda esta situación nos hace presumir finalmente, que el trasfondo de la política alimentaria en el Estado, esta signada por los negocios y la generación de riquezas para una élite que se apropio de la idea.
Como condimento, se incorporan los jefes de CLAP; Conciudadanos de larga data en las comunidades, que se han convertido en verdaderos verdugos de sus propios vecinos y hasta de sus familiares, quienes cargados de odio y prepotencia; discriminan, humillan, chantajean y manipulan sin ningún tipo de escrúpulo, como si el poder conferido les da patente de corso para violar los derechos civiles de los ciudadanos.
Juego peligro por cierto, si consideramos que la naturaleza es un permanente cambio donde se pueden dar sobresaltos inesperados, creándose posibilidades materiales para que se volteen las posiciones.
Mucho se dice de la gestión de los CLAP pero poca prueba hay, lo que sí es cierto, es que en la calle, hay mas comida, que en los negocios formales y en las pírricas bolsas, de este fenómeno, nos podrían explicar diáfanamente los economistas o algún Francis Drake criollo.
El programa CLAP, no es otra cosa, que los mismos programas alimentarias subsidiados que implementaba el régimen puntofijista, pero con otra modalidad, características y agravantes circunstanciales históricos.
Hay quienes se oponen de manera intestinal y otros que se desviven por él de forma irracional; en todo caso, el programa es política de Estado, ejecutado con bienes públicos, es decir, con reales de cada venezolano.
Bajo este principio, los vecinos debemos alzar nuestra voz de protesta contra el manoseo de los recursos financieros del país, la discriminación fascista del régimen y sus acólitos, exigir la ampliación, variedad, calidad y eficiencia del programa, en el entendido, de que el problema del alto costo de la vida, la ha producido las políticas económicas del régimen, con la devastación que dedicó a la producción nacional.
Esta lucha reivindicativa debe ser política, sin ninguna vacilación ni maniqueísmo, por lo que debe llevar el sello de la derrota de la dictadura, única garantía para restablecer la democracia y reconstruir el país.
Los ciudadanos debemos exigir de forma organizada y movilizada a la gobernación y alcaldías, responsables inmediatos de los CLAP en Guárico, que surtan de alimentos las comunidades e instituciones sin discriminación, de manera oportuna, con productos de calidad, variedad y accesibles. No se trata de pedir limosnas, hay que exigir respeto a los derechos y a la dignidad de los ciudadanos.
“Las utopías tienen fuerza material cuando se construyen con las manos…”
Reynaldo J. Cortes G.